
La señora más alta de París, cumple hoy 120 años.
Cambio tarde lluviosa en el desierto por tarde primaveral en Campo de Marte. Y quedarme, ahí, tumbada sobre el césped, mirando pasar las nubes.
Hoy, día de la Encarnación de la Virgen, celebramos el día provida por excelencia.
¡Felicidades, María, por decir SÍ!
Ha vivido directamente el paripé que se ha hecho en el Parlamento para dar carta blanca al aborto. Cuando ella tuvo oportunidad de intervenir, algunos parlamentarios, no sólo no la escucharon, sino que manifestaron su desprecio cuchicheando mientras ella contaba su experiencia.
Dicen que lo que cuesta vale la pena. No estoy de acuerdo. Sí que pienso que todo lo que vale la pena, cuesta. No es un trabalenguas; me explico: a veces perdemos tiempo y energías, en cosas insustanciales. Somos capaces de los mayores sacrificios por estar en forma, guap@s y saludables. Algo estupendo, por cierto; pero todo pasa, y si algo deja el paso del tiempo son arrugas y exceso de piel colgante.
Mientras que un pequeño sacrificio, como los que nos enseñan que es bueno practicar en Cuaresma, nos puede parecer algo obsoleto: cosas como el ayuno o la limosna. Benedicto XVI nos pide a los católicos que en esta Cuaresma ayunemos de televisión e internet. Evidentemente, si de la televisión podemos prescindir, de internet no tanto por motivos laborales, pero sí que se puede acortar el tiempo de ocio ante el ordenador.
¿Qué sentido tiene todo esto? No es masoquismo. Prescindir de cosas innecesarias o necesarias a veces, nos hace ser más libres. Y si además lo ofrecemos a Dios por tantas cosas y personas que lo necesitan, será nuestra alma la que esté en forma.
Aprieta el calor en el sur. A veces el pequeño sacrificio puede ser prescindir de una coca-cola. Y no perder el tiempo en cosas que no valen la pena. Para muestra, un ratón:
Hoy he leído esta relación de preguntas y respuestas sobre el aborto que son de gran utilidad, sobre todo para aquellos que no lo tienen claro.
Y para celebrar que es viernes vídeo musical: Coldplay y su ¡VIVA LA VIDA!
En su casa de Ingenio tiene la ayuda que le proporciona el Ayuntamiento. Sin embargo, pasa temporadas en Arinaga donde cuenta con una nieta que se encarga de asear y afeitar a su tío. La comida se le administra por sonda y la única complicación que sufre se debe a sus bronquios, pero ella sabe como aliviarlo cuando tiene excesos de flema. Al hospital «no me gusta llevarlo. Ha ido un par de veces, pero si puedo, prefiero que venga aquí el médico de cabecera». Agrega que «tengo dos hijos médicos, así que en ese sentido, está bien atendido».
Silveria, que pronto cumplirá ochenta años, dedica todo el tiempo a su hijo y «Dios quiera que no se me vaya en el tiempo que me queda». Cuando ella muera, sus hijos serán los tutores «sabiendo que no decidimos nosotros, lo único que le pido a Dios es salud para atenderlo, ahora necesito ayuda porque yo también estoy algo delicada».
Silveria sale poco de casa. «Mis hijos me animan a que vaya a pasear o salga a comer, pero siempre encuentro algo que hacer y aquí me quedo». Señala que algunas veces ha viajado con el Inserso. «He estado en Inglaterra, en Francia, en varias partes de la Península...
Silveria explica de manera muy clara y sencilla lo que pasa en el cerebro de su hijo y agrega que «no es como el corazón que se puede transplantar». Añade que «mucha gente me dice
que le pida a Dios que se lo lleve pero yo pido salud para seguir atendiéndolo». ¿Sigue manteniendo la esperanza de que un día su hijo le hable? «Sí, pero no será en esta vida».
Apunta que «estas personas han perdido el conocimiento igual que otras han perdido la movilidad, pero no por eso podemos matarlas». Señala que se ha visto cansada «pero no tiro la toalla, resistiré todo lo que pueda porque es mi niño».
... Que ha costado mucho llegar hasta aquí.
Todo ocurrió para que tú nacieras
Para tu sola vida cuántas vidas
hicieron falta... Piensa las alcobas, las fiestas,
las guerras, las ciudades,
todo lo que es tu ayer secretamente,
la confabulación milenaria que hizo
que tú fueras.
Tu padre —Teruel, Brunete, el Ebro...—
leyendo en la trinchera
hexámetros desbaratados por el fuego
de mortero, tu abuelo por las arduas
alturas de Cerdedo o Pedamúa
con un morral convulso de perdices,
tu bisabuelo en una atardecida
melodiosa de Cuba, mirando el mar Caribe
pero viendo la dolça Catalunya,
«Ferro Velho» posando para un daguerrotipo
con leontina y sombrero y paraguas y puro,
y los Peix, los Vidal, los Estévez, los Orge,
los Pérez, los Rovira..., todos, con sus oficios,
sus barbas, sus mujeres
y sus males, desvaneciéndose en el tiempo,
en la fosa común del olvido... Y avanza,
adéntrate en la niebla de los siglos,
suponte un peregrino
adivinando Astorga allá en la madrugada,
imagínate un moro que, herido, ve alejarse
la fiera polvareda de su hueste,
mira un hombre que extiende en una roca
la fétida pelleja de una loba,
mira los centuriones rutilantes
en torno a la fogata, y Aníbal y Cartago,
y la mujer sangrienta que jadea
pariendo en un brazado de helechos, y el hirsuto
pintor de renos y uros que cambia por seis hachas
medianas una hembra... y todo lo que tuvo
que suceder para que tú nacieras
desde que aquellas Manos amasaron
el limo primigenio. Modelado
también para que de él esta mañana
brotara este poema.
Miguel d'Ors, Punto y aparte.
Ed. La Veleta, Granada, 1992, pp. 47-48