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martes, 16 de abril de 2013
jueves, 28 de febrero de 2013
miércoles, 13 de febrero de 2013
Merecido aplauso
En varias ocasiones ha recordado Benedicto XVI que los aplausos en la celebración de la Eucaristía entorpecen la liturgia y desvían la atención de lo fundamental, que es la conmemoración del sacrifico incruento de Cristo en la cruz. Pero hoy, ha sido inevitable que miles de personas que abarrotaban la Basílica de san Pedro estallasen en aplausos tras las emocionadas palabras de agradecimiento que el Cardenal Bertone ha dirigido al Santo Padre al finalizar la Misa del Miércoles de ceniza.
Homilía pronunciada por el santo Padre:
¡Venerados hermanos, queridos hermanos y hermanas!:
Hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos un nuevo camino cuaresmal, un camino que se desgrana a lo largo de cuarenta días y nos conduce a la alegría de la Pascua del Señor, a la victoria de la Vida sobre la muerte. Siguiendo la antiquísima tradición romana de las estaciones cuaresmales, nos hemos reunido para la celebración de la Eucaristía.
Tal tradición prevé que la primera estación tenga lugar en la Basílica de Santa Sabina sobre la colina del Aventino. Las circunstancias han sugerido reunirse en la Basílica Vaticana.
Esta tarde somos numerosos en torno a la tumba del apóstol también para pedir su intercesión para el camino de la Iglesia en este particular momento, renovando nuestra fe en el Pastor Supremo, Cristo Señor.
Para mí es una ocasión propicia para dar las gracias a todos, especialmente a los fieles de la Diócesis de Roma, mientas me dispongo a concluir el ministerio petrino, y para pedir un especial recuerdo en la oración.
Las lecturas que han sido proclamadas nos ofrecen puntos que, con la gracia de Dios, estamos llamados a convertirse en actitudes y comportamientos concretos en esta Cuaresma. La Iglesia nos vuelve a proponer, sobre todo, el fuerte llamado que el profeta Joel dirige al pueblo de Israel: «Así dice el Señor: volvéos a mí con todo el corazón, con ayunos, con llantos y lamentos» (2,12). Hay que subrayar la expresión «con todo el corazón», que significa desde el centro de nuestros pensamientos y sentimientos, de las raíces de nuestras decisiones, opciones y acciones, con un gesto de total y radical libertad. ¿Pero es posible esto retorno a Dios? Sí, porque hay una fuerza que no reside en nuestro corazón sino que mana del mismo corazón de Dios. Es la fuerza de su misericordia.
Dice todavía el profeta: «Volved al Señor, vuestro Dios, porque Él es misericordioso y piadoso, lento a la ira, de gran amor, pronto a arrepentirse ante el mal» (v.13). La vuelta al Señor es posible como ‘gracia’, porque es obra de Dios y fruto de la fe que nosotros depositamos en su misericordia. Pero este volver a Dios se hace realidad concreta en nuestra vida sólo cuando la gracia del Señor penetra en lo profundo y lo sacude donándonos la fuerza de «lacerar el corazón».
Es el profeta una vez más que hace resonar da parte de Dios estas palabras: "Rasgad los corazones, no las vestiduras" (v.13). En efecto, también en nuestros días, muchos están listos para "rasgarse las vestiduras" ante escándalos e injusticias –cometidas naturalmente por otros–, pero pocos parecen dispuestos a actuar sobre el propio “corazón”, sobre la propia conciencia y sobre las propias intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta.
Aquel "convertíos a mí de todo corazón", es una llamada que no solo implica al individuo, sino a la comunidad.
Hemos escuchado siempre en la primera Lectura: "Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión; congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos, congregad a muchachos y niños de pecho; salga el esposo de la alcoba" (vv.15-16). La dimensión comunitaria es un elemento esencial en la fe y en la vida cristiana. Cristo ha venido "para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Cfr. Jn 11, 52).
El "Nosotros" de la Iglesia es la comunidad en la que Jesús nos reúne (Cfr. Jn 12, 32): la fe es necesariamente eclesial. Y esto es importante recordarlo y vivirlo en este tiempo de la Cuaresma: que cada uno sea consiente que el camino penitencial no lo enfrenta solo, sino junto a tantos hermanos y hermanas, en la Iglesia.
El profeta, en fin, se detiene sobre la oración de los sacerdotes, los cuales, con los ojos llenos de lágrimas, se dirigen a Dios diciendo: "¡No entregues tu herencia al oprobio, y que las naciones no se burlen de ella! ¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?" (v.17).
Esta oración nos hace reflexionar sobre la importancia del testimonio de fe y de vida cristiana de cada uno y de nuestras comunidades para manifestar el rostro de la Iglesia y cómo, algunas veces este rostro es desfigurado. Pienso, en particular, en las culpas contra la unidad de la Iglesia, en las divisiones en el cuerpo eclesial.
Vivir la Cuaresma en una comunión eclesial más intensa y evidente, superando individualismos y rivalidades, es un signo humilde y precioso para los que están alejados de la fe o los indiferentes.
"¡Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación!" (2 Co 6, 2).
Las palabras del apóstol Pablo a los cristianos de Corinto resuenan también para nosotros con una urgencia que no admite omisiones o inercias. El término “éste” repetido tantas veces dice que este momento non se debe dejar escapar, se nos ofrece como ocasión única e irrepetible. Y la mirada del Apóstol se concentra en el compartir, con el que Cristo ha querido caracterizar su existencia, asumiendo todo lo humano hasta hacerse cargo del mismo pecado de los hombres. La frase de san Pablo es muy fuerte: Dio "Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro".
Jesús, el inocente, el Santo, «Aquél que no conoció el pecado" (2 Co 5, 21), asume el peso del pecado compartiendo con la humanidad el resultado de la muerte, y de la muerte en la cruz. La reconciliación que se nos ofrece ha tenido un precio altísimo, el de la cruz levantada en el Gólgota, donde fue colgado el Hijo de Dios hecho hombre. En esta inmersión de Dios en el sufrimiento humano en el abismo del mal está la raíz de nuestra justificación.
El "volver a Dios con todo nuestro corazón" en nuestro camino cuaresmal pasa a través de la Cruz, el seguir a Cristo por el camino que conduce al Calvario, al don total de sí. Es un camino en el cual debemos aprender cada día a salir cada vez más de nuestro egoísmo y de nuestro ensimismamiento, para dejar espacio a Dios que abre y transforma el corazón. Y san Pablo recuerda que el anuncio de la Cruz resuena también para nosotros gracias a la predicación de la Palabra, de la que el mismo Apóstol es embajador; un llamado para nosotros, para que este camino cuaresmal se caracterice por una escucha más atenta y asidua de la Palabra de Dios, luz que ilumina nuestros pasos.
En la página del Evangelio de Mateo, del llamado Sermón de la Montaña, Jesús se refiere a tres prácticas fundamentales previstas por la Ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno; son también indicadores tradicionales en el camino cuaresmal para responder a la invitación de "volver a Dios de todo corazón". Pero Jesús subraya que la calidad y la verdad de la relación con Dios son las que califican la autenticidad de todo gesto religioso.
Por ello Él denuncia la hipocresía religiosa, el comportamiento que quiere aparentar, las conductas que buscan aplausos y aprobación. El verdadero discípulo no se sirve a sí mismo o al “público”, sino a su Señor, en la sencillez y en la generosidad: "Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6,4.6.18).
Nuestro testimonio, entonces, será más incisivo cuando menos busquemos nuestra gloria y seremos conscientes de que la recompensa del justo es Dios mismo, el estar unidos a Él, aquí abajo, en el camino de la fe, y al final de la vida, en la paz y en la luz del encuentro cara a cara con Él para siempre (Cfr. 1 Co 13, 12).
Queridos hermanos y hermanas, comencemos confiados y alegres este itinerario cuaresmal. Que resuene fuerte en nosotros la invitación a la conversión, a "volver a Dios de todo corazón", acogiendo su gracia que nos hace hombres nuevos, con aquella sorprendente novedad que es participación en la vida misma de Jesús. Nadie, por lo tanto, haga oídos sordos a esta llamada, que se nos dirige también en el austero rito, tan sencillo y al mismo tiempo tan sugestivo, de la imposición de las cenizas, que realizaremos dentro de poco.
¡Que nos acompañe en este tiempo la Virgen María, Madre de la Iglesia y modelo de todo auténtico discípulo del Señor!
¡Amén!
martes, 12 de febrero de 2013
Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2013
Queridos hermanos y hermanas:
La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la fe, nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás.
1. La fe como respuesta al amor de Dios
En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él» (1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1).
La fe constituye la adhesión personal ―que incluye todas nuestras facultades― a la revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo.
El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por “concluido” y completado» (ibídem, 17). De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a).
El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor ―«caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14)―, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios.
«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz ―en el fondo la única― que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).
«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz ―en el fondo la única― que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).
2. La caridad como vida en la fe
Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).
Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a Él, partícipes de su misma caridad. Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos lleve a amar con Él, en Él y como Él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente «a actuar por la caridad» (Ga 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12).
La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).
La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).
3. El lazo indisoluble entre fe y caridad
A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica».
Por un lado, en efecto, representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico.
Por otro, sin embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la caridad y de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe. Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista.
La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. En la Sagrada Escritura vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4).
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Allesandro Allori, (1535-1607): Jesús con Marta y María, 1605. |
A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana.
Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI en la Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (cf. Caritas in veritate, 8).
En definitiva, todo parte del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de Dios mediante el anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer contacto ―indispensable― con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor», para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás.
A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras de la Carta de san Pablo a los Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos» (2,8-10). Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las obras de la caridad. Éstas no son principalmente fruto del esfuerzo humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan de la gracia que Dios concede abundantemente.
Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente. La cuaresma, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.
4. Prioridad de la fe, primado de la caridad
Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir: «¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Co 16,22; Ap 22,20).
La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud. Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).
La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía.
El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano. Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co13,13).
El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano. Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co13,13).
Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida.
Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidad la Bendición del Señor.
Vaticano, 15 de octubre de 2012 .
BENEDICTUS PP. XVI
© Copyright 2012. Libreria Editrice Vatican.
lunes, 11 de febrero de 2013
Gracias, Santo Padre
Discurso de renuncia de Benedicto XVI:
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.
Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino.
Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.
Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos.
Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice.
Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
Vaticano, 10 de febrero 2013.
BENEDICTUS PP XVI
domingo, 2 de diciembre de 2012
Dulce espera
El significado de la expresión "Adviento" comprende también el de visitatio, que simplemente quiere decir "visita"; en este caso se trata de una visita de Dios: Él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí. En la vida cotidiana todos experimentamos que tenemos poco tiempo para el Señor y también poco tiempo para nosotros. Acabamos dejándonos absorber por el "hacer". ¿No es verdad que con frecuencia es precisamente la actividad lo que nos domina, la sociedad con sus múltiples intereses lo que monopoliza nuestra atención? ¿No es verdad que se dedica mucho tiempo al ocio y a todo tipo de diversiones? A veces las cosas nos "arrollan".
El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos comenzando, nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros. ¡Cuán a menudo nos hace percibir Dios un poco de su amor! Escribir —por decirlo así— un "diario interior" de este amor sería una tarea hermosa y saludable para nuestra vida. El Adviento nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia, ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como "visita", como un modo en que él puede venir a nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación?
En la vida, el hombre está constantemente a la espera: cuando es niño
quiere crecer; cuando es adulto busca la realización y el éxito; cuando
es de edad avanzada aspira al merecido descanso. Pero llega el momento
en que descubre que ha esperado demasiado poco si, fuera de la profesión
o de la posición social, no le queda nada más que esperar. La esperanza
marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada
por una certeza: el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos
acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano,
todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y
de paz.
Existen maneras muy distintas de esperar. Si el tiempo no está lleno de
un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable;
si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el
presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo,
y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro
es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de
sentido, y en cada instante percibimos algo específico y positivo,
entonces la alegría de la espera hace más valioso el presente.
Queridos
hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente, donde ya nos
alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un
futuro lleno de esperanza. De este modo, el Adviento cristiano es una
ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la
espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de
Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la
pobreza de Belén.
Palabras de Benedicto XVI el I domingo de Adviento de 2009.
miércoles, 31 de octubre de 2012
La bóveda de la Capilla Sixtina cumple 500 años
Con motivo del medio milenio de la conclusión de las pinturas de la bóveda de la Capilla Sixtina, los Museos Vaticanos han editado un documental titulado Arte y Fe. Via Pulchritudinis.
Para Benedicto XVI, que el pasado día 26 asistió a una proyección de la película, "el lenguaje del arte es un lenguaje
parabólico, dotado de una apertura universal: la ‘via pulchritudinis’ es
un camino capaz de guiar la mente y el corazón hacia lo Eterno, de
elevarlos hasta las alturas de Dios".
El diario Abc nos ofrece esta galería fotográfica para poder disfrutar mejor los frescos de Miguel Ángel Buonarroti.
sábado, 6 de octubre de 2012
Octubre, mes del Rosario
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Beatrice Offor: El Rosario. |
Juan Pablo II fue "un gran apóstol del Rosario". (Carta apostólica "Rosarium Virginis Mariae", que dedicó a esta oración).
"El Rosario es una oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la plegaria del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, siguiendo a Jesús, precedido por María".
(Benedicto XVI, Castelgandolfo, 5 de octubre de 2006).
domingo, 3 de junio de 2012
Dios es familia
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Claudio Coello: "Trinidad del Cielo y de la tierra" |
(...) La familia, fundada sobre el matrimonio entre el hombre y la mujer, está también llamada al igual que la Iglesia a ser imagen del Dios Único en Tres Personas. Al principio, en efecto, «creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: “Creced, multiplicaos”» (Gn 1, 27-28).
Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de la Trinidad, imagen de Dios.
Queridos esposos, viviendo el matrimonio no os dais cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y vuestro amor es fecundo, en primer lugar, para vosotros mismos, porque deseáis y realizáis el bien el uno al otro, experimentando la alegría del recibir y del dar.
Es fecundo también en la procreación, generosa y responsable, de los hijos, en el cuidado esmerado de ellos y en la educación metódica y sabia.
Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el respeto de las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación.
Queridos esposos, cuidad a vuestros hijos y, en un mundo dominado por la técnica, transmitidles, con serenidad y confianza, razones para vivir, la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en la debilidad.
Pero también vosotros, hijos, procurad mantener siempre una relación de afecto profundo y de cuidado diligente hacia vuestros padres, y también que las relaciones entre hermanos y hermanas sean una oportunidad para crecer en el amor.
El proyecto de Dios sobre la pareja humana encuentra su plenitud en Jesucristo, que elevó el matrimonio a sacramento. Queridos esposos, Cristo, con un don especial del Espíritu Santo, os hace partícipes de su amor esponsal, haciéndoos signo de su amor por la Iglesia: un amor fiel y total. Si, con la fuerza que viene de la gracia del sacramento, sabéis acoger este don, renovando cada día, con fe, vuestro «sí», también vuestra familia vivirá del amor de Dios, según el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret.
Queridas familias, pedid con frecuencia en la oración la ayuda de la Virgen María y de san José, para que os enseñen a acoger el amor de Dios como ellos lo acogieron. Vuestra vocación no es fácil de vivir, especialmente hoy, pero el amor es una realidad maravillosa, es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el cosmos, el mundo. Ante vosotros está el testimonio de tantas familias, que señalan los caminos para crecer en el amor: mantener una relación constante con Dios y participar en la vida eclesial, cultivar el diálogo, respetar el punto de vista del otro, estar dispuestos a servir, tener paciencia con los defectos de los demás, saber perdonar y pedir perdón, superar con inteligencia y humildad los posibles conflictos, acordar las orientaciones educativas, estar abiertos a las demás familias, atentos con los pobres, responsables en la sociedad civil.
Todos estos elementos construyen la familia. Vividlos con valentía, con la seguridad de que en la medida en que viváis el amor recíproco y hacia todos, con la ayuda de la gracia divina, os convertiréis en evangelio vivo, una verdadera Iglesia doméstica (cf. Exh. ap. Familiaris consortio, 49).
Quisiera dirigir unas palabras también a los fieles que, aun compartiendo las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia, están marcados por las experiencias dolorosas del fracaso y la separación. Sabed que el Papa y la Iglesia os sostienen en vuestra dificultad. Os animo a permanecer unidos a vuestras comunidades, al mismo tiempo que espero que las diócesis pongan en marcha adecuadas iniciativas de acogida y cercanía (...).
martes, 24 de abril de 2012
Cuadri tampoco se esconde
Antonio Cuadri, andaluz afincado en Madrid, fue el creador y guionista de la serie de televisión «Al salir de clase» (era diaria, emitió más de mil capítulos y en ella se formaron decenas de actores de la televisión actual) y director de «Las noticias del guiñol», de «Lo+Plus», «Desesperado Club Social» y de varios capítulos de «Cuéntame». Tiene en su haber cuatro premios Ondas de televisión.
Hace un año y medio se embarcó en un proceso de reflexión espiritual y vivencial que le ha devuelto a la fe católica y a la Iglesia. Este lunes 23 de abril presenta en los cines Callao de Madrid su corto "Hay Mucha Gente Buena", que también puede verse en internet, en www.haymuchagentebuena.es. Cuadri nos explica lo que le ha movido en su itinerario espiritual y su visión actual del arte y la sociedad.
- ¿Cómo empezó este viaje espiritual?
- Hace un año y medio me reencontré con un amigo, Patricio Gómez, que llevaba 20 años sin ver. Él había estado muchos años en Costa Rica. Patricio era un hombre formado en el materialismo dialéctico marxista, pero en Costa Rica se zambulló en la fe, guiado por el ejemplo de un señor de allí llamado don Michael. Este señor Michael no era cura, sino un laico, propietario de unas tierras, pero a Patricio le causó un hondo impacto por su fe. Recuperamos nuestra relación, muy estrecha. y Patricio me invitó a participar en la JMJ, a colaborar con Radio María, en las retransmisiones.
- ¿La JMJ le acercó a la fe?
- Bueno, cuando Benedicto XVI, en El Escorial, habló de “el eclipse de la fe” que vive hoy Occidente, me pareció muy profundo: dice mucho en pocas palabras. Sí, un eclipse es una zona de oscuridad… pero esta oscuridad termina, tarde o tenprano, y vuelve el sol: el Astro Rey siempre resplandece. Ahí estamos hoy.
- ¿Y qué tiene que ver su camino espiritual con Radio María?
- En Radio María, donde Patricio hacía un poco de todo, conocí gente muy comprometida, generosa, auténtica, abierta de corazón. Y sentí que yo quería hacer algo, colaborar con algún audiovisual. Quería hacer “algo útil” para Radio María, era como un llamado, una intuición. Y se lo dije a su responsable, el padre Esteban Munilla. Él me puso en contacto con el programa “Hay mucha gente buena”, el magazín de los viernes. Y decidí contar algunas de sus historias. El resultado es un corto de 18 minutos. Es una historia en clave de comedia, humor, sobre una lucha contrarreloj, sobre tantos voluntarios en esta radio tan especial. ¡Su entrega, desde el principio, me impactó! En el vídeo han colaborado unas 200 personas, incluyendo muchos profesionales del mundo audiovisual o televisivo como Felipe Simón, Javi Jiménez, Fernando Ortí, James Muñoz y otros muchos.
- Usted, ¿de qué trasfondo religioso venía?

- ¿Cómo ve el arte o la sociedad ahora?
- Veo en el mundo de la cultura mucha decadencia… ¡incluso técnica! Hay causas éticas y financieras para esa decadencia… y van juntas. No quiero ser ingenuo, pero me parece que estamos ante los últimos coletazos de algo que se acaba. ¿Confundo la realidad con el deseo? No lo sé, pero veo en la sociedad una falta de amor, una sequía de lo interior, de la realidad, de la verdad.
- ¿Y la religión puede cambiar esto?
- Para mí, la religión es como un manual de instrucciones de la vida, que te enseña a conectar con una Presencia. Incluso en otras religiones veo que es así. Nuestra sociedad gasta muchísimo en tecnología pero creo que es como dar una metralleta a un orangután: mucho desarrollo técnico cuando hay retroceso ético, moral y espiritual. Intuyo que hay una juventud distinta… quizá todo esto tiene que explotar, quizá en unas décadas, y esa juventud lo cambie todo, sea quien reconstruya.
- ¿Ha vuelto a los sacramentos?
- Me volví a confesar hace un año. Hacía unos 15 años que no lo hacía. Para mí fue necesario y gratificante. Creo en la oración, que es un regalo, un don, como la fe. Rezo pidiendo luz, gracia, poder distinguir lo que cambiar de lo que no, pidiendo valor, y paz, para concentrarme allí donde puedo intervenir. En lo espiritual soy bastante “free-lance”, pero los del equipo de “Hay mucha gente buena” me apoyan, me acompañan, me quieren mucho y se lo agradezco.
- ¿Qué le diría a las personas con inquietudes espirituales, pero alejadas de Dios?
- A la gente que se hace preguntas, en búsqueda espiritual, yo les diría, con cierto humor negro, que tengamos la humildad de imaginar donde acabamos todos: ¡en el cementerio! Tengamos la valentía de preguntarnos si creemos de verdad que ahí acaba todo, si no habrá algo, que no es materia, que no se pudre, que perdura. Pensemos además si nuestro rumbo, nuestras decisiones, las podemos decidir solos o si necesitamos un itinerario, unas instrucciones.
- Pero muchos le dirán que ya se tratan con Dios sin necesidad de la Iglesia...
- Lo de tener “hilo directo con Dios”, que dicen algunos, sin comunidad de fe, me parece que es soberbia. Hace falta un marco reglado. Es como quien dice: “yo no necesito a la compañía eléctrica para tener energía, yo ya tengo mi relación personal con la electricidad, con el rayo. Los funcionarios sólo me han hecho chapuzas”. Sí, pero al final necesitas a la compañía eléctrica, al final sí hay un cargo responsable que hace que todo funcione, un jefe que pone orden y hace llegar el suministro.
- Así que en la fe usted encuentra una orientación...
- La Biblia y el Evangelio tienen claves que inspiran a la sociedad, pero además el Espíritu te puede hablar a ti, personalmente, directamente, a través de la Biblia. En nuestros pensamientos a menudo hay muchos falsos ídolos. Creo en Dios, y quiero hacer las cosas bien, y quitar de mí todo lo que sobra.
- ¿Y qué pensarán sus compañeros de profesión? Usted es muy conocido en el mundo de la televisión.
- Bueno, yo nunca he sido de cócteles y estrenos, no los he frecuentado nunca. Muchos siempre me consideraron raro en la profesión y ahora alguno dirá: “yo ya sabía que este tío estaba como una cabra”.
lunes, 16 de abril de 2012
Felicidades, Santo Padre
Bendicto XVI cumple hoy 85 años. No puedo dejar que esta fecha pase desapercibida. Resulta admirable que este anciano que hace unos años le pedía a Juan Pablo II retirarse para dedicarse a sus libros y a tocar el piano, esté pastoreando a su grey por todo el mundo... ¡hasta Cuba!
Cualquiera a su edad estaría sentadito tomando el sol en un parque, como mucho... jugando a la petanca. A él lo hemos visto esta Semana Santa, en cada uno de los actos litúrgicos que ha presidido, al pie de la Cruz.
Para querer a alguien hay que conocerlo. Para querer a este Santo Padre, sólo hay que seguirlo, escucharlo y leerlo. Porque no cesa de hablarnos. Y cada una de las palabras que nos dedica están al alcance de cualquier fortuna, sólo hay que visitar la web oficial del Vaticano.
En tres días celebraremos un nuevo aniversario de elección como Papa. Con motivo de esta doble celebración, la web Catholic.net ha tenido la feliz idea de ofrecernos la oportunidad de poder felicitar a Benedicto XVI. El enlace, aquí.
Si Juan Pablo II definía a los judíos como "nuestros hermanos mayores", Benedicto XVI va mas allá y los llama "nuestros padre en la fe".
Sólo los hombres santos consiguen que se haga posible la verdadera Paz.
viernes, 13 de abril de 2012
Hasta el último aliento
Juan Pablo II, fue un santo que cambió la Historia con la fuerza del amor que emana de una profunda y sincera fe en Dios. Una fe que le llevó a entregarse a los demás hasta el último aliento de sus fuerzas.
Ve la luz la primera biografía novelada del Pontífice con motivo del primer aniversario de su beatificación. El autor, Carlos A. Marmelada, se adentra en su vida no pública, su mundo de afectos, recorre su Polonia natal y lo radiografía con testimonios de quienes rodearon al "santo que cambió la historia".
«Para todos aquellos fieles que el 8 de abril de 2011 aclamaban en la Plaza de San Pedro "Santo súbito" para que el Papa Juan Pablo II fuese beatificado, el personaje era queridísimo, uno de los líderes más influyentes del siglo XX y trascendental para el mundo contemporáneo, pero la persona es tremendamente desconocida».
Del relato de la "vida no pública" de Karol Wojtyla se ha encargado quien así habla, el profesor Carlos Alberto Marmelada, que acaba de publicar la primera biografía novelada del predecesor de Benedicto XVI (Ediciones Sekotia). Se trata de un volumen distinto a los ensayos y libros que abordan el pensamiento del Papa polaco para saltar a su mundo espiritual, a sus afectos, emociones y sentimientos.
Con un recorrido cronológico muy original, la biografía narrada «y realista» del devenir de Juan Pablo II lleva por título Hasta el último aliento. Juan Pablo II, el santo que cambió la historia, y comienza con el día de su fallecimiento, la noche del 2 de abril de 2005, con 84 años. Después, en un flash-back muy estructurado retorna a su infancia para trazar el periplo que le llevó de sacerdote a obispo, arzobispo y el Juan Pablo II al «que quería todo el mundo».
Las últimas páginas del libro obedecen a los acontecimientos fechados el 1 de mayo de hace un año, con su beatificación, cuyo día de celebración será el 22 de octubre. Esta fecha es la del inicio de su Pontificado como el 264º Santo Padre de la historia de la Iglesia cristiana y ahora, santo.
El libro es un homenaje para ese primer aniversario del proceso de beatificación más corto de la Iglesia moderna —seis años y treinta días, superando en un mes al proceso de Santa Teresa de Calcuta—, aunque los fastos se ultimen para el 22 de octubre. «Cuando observas a jóvenes de 17-18 años preparar esas celebraciones, compruebas que a Juan Pablo II lo quería muchísimo la gente, porque cuando murió en abril de 2005 esos chavales tenían 10-11 años». Sorprendido habla el profesor Marmelada que resume el tempo de la novela: «El 80% de la obra trascurre en una semana, y eso que recorre más de un siglo de historia».
Marmelada (Barcelona, 1962) es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación e imparte clases en la Universidad Internacional de Cataluña. El autor de la biografía novelada irradia adoración por los cuatro costados por el Pontífice al que ha radiografiado apoyándose solo en un pequeño puñado de personajes ficticios, como el "narrador" de la obra e investigador de la vida de Wojtyla, el padre Kowalski. Durante su conversación con ABC.es se va involucrando entusiasmado en las virtudes del "Papa viajero" a quien se ha aproximado con una labor minuciosa de ambientación de la Polonia de la época, sus costumbres, la travesía vital de un muchacho nacido en Wadowice, marcado por su orfandad de madre desde los nueve años, fichado por la Gestapo y luego combativo con el comunismo que se hizo también con su país natal y, especialmente, en su mundo de afectos gracias a los testimonios y contactos con decenas de sus compañeros de la infancia, el seminario (a partir de octubre de 1942) y el colegio cardenalicio en el Vaticano. «Muchos de esos testimonios son de octogenarios, otros han muerto ya... y todos, chicos y chicas, destacan la gran facilidad de Karol Wojtyla para encontrarse con la gente y hacer amigos».
- «¿Cuando habla de sus compañeras quiere decir que tuvo novias?», interrogamos con un punto curioso al autor.
Y él traza: - «Ésa fue una de las cosas en las que trató de desprestigiarle el Gobierno comunista prosoviético que se instaló en Polonia y cursó una investigación de espionaje al Papa, pero nunca se le achacará nada. Tiene un pasado intachable y él vivía la amistad sin género».
En el libro se recopilan incluso declaraciones de una famosa mujer con la que públicamente se le atribuyó un idilio en su juventud. «Ella misma, la hija del director del colegio donde estudiaba Wojtyla, lo niega y secunda que nunca le vio ni un gesto fuera de lo cortés y respetuoso», agrega el autor, que lo describe como un joven alto, rubio y con ojos azules, «el yerno que toda madre quiere» para sí.
Pero Wojtyla andaba adentrado ya en el mundo del rezo, influenciado por varios modelos de santidad, como su padre, que oraba sin descanso tras la pérdida de su esposa Emilia Kaczorowska y con una fe católica insondable, además del hermano Alberto (fundador de una orden hacia los desamparados), o el llamado "santo del rosario viviente", Jan Tyranowski, a quien beatificó ya siendo Pontífice. En su recorrido de huida de la Alemania nazi y la ocupación polaca, su refugio en catacumbas de Cracovia, su internamiento en un grupo de teatro... se forjó un Papa definido por sus circunstancias.
Marmelada lo acerca al lector como un «Papa humilde, de máxima entrega a los demás y renuncia a sí mismo y preocupado por los jóvenes, con gran desapego hacia las cosas. Esos son sus rasgos definitorios».
Volvemos a interrogar al autor:
- «¿Es compatible esa renuncia a lo material con vivir en el Palacio Apostólico del Vaticano posteriormente, se sentiría a disgusto rodeado de tanta fastuosidad?».
Marmelada: - «Todo el mundo que conocía a Juan Pablo II sabe que le regalaban algo y le duraba cinco minutos. No quería nada, ni un euro habría sabido tener un minuto sin dárselo a quienes lo necesitaban, sin repartirlo. Un vistazo a su habitación lo retrata: una cama pegada a la pared, una sillita con una mesa con una lamparita, un cuadro de la Virgen y una fotografía de sus padres. Le bastaba con eso».
Precisamente esa búsqueda del desprotegido es la que le marca ya como arzobispo de Cracovia, cuando «se ganó el afecto de todos los fieles y sacerdotes porque viajaba de diócesis en diócesis porque sabía que sólo así se podía aproximar y conocer realmente los problemas de la gente. Luego también lo hizo como Papa y si Pablo VI había salido nueve veces de visita durante su Pontificado y todas ellas a lugares de Italia, Juan Pablo II realizó más de 140 viajes en Italia y 104 intercontinentales», desgrana su biógrafo. Visitó 129 países.
El "Papa viajero" marcó un antes y un después en la Iglesia y la historia con fe (y no muerte y destrucción, subraya el autor, como otros personajes definitivos) y se granjeó a pulso y con cientos de kilómetros a sus espaldas ese cariño profesado en la beatificación más multitudinaria que se recuerda en la Ciudad Estado que palpita dentro de Roma. Una prueba de ello es que al comenzar su Pontificado, la Santa Sede tenía relaciones diplomáticas con 84 estados, y al fallecer, eran 173.
Hablaba italiano, francés, alemán, inglés, español, guaraní, portugués, ucraniano, ruso, croata, el esperanto, griego antiguo y latín, idiomas que emplearía para ser tener un papel decisivo y explícito en la mejora de las relaciones de la Iglesia católica con otras confesiones, como el judaísmo, el islam, la Iglesia ortodoxa oriental y la comunión anglicana, para encontrarse en una imagen histórica con Fidel Castro en La Habana en 1998, para ser el Papa más canonizador y beatificador y para, en una palabra, posicionar a la Iglesia que lideraba con 1.900 millones de fieles como el faro y la guía del mundo que le tocó vivir.
El hombre de las decisiones pacientes
A Juan Pablo II tampoco le faltaron detractores, como todos aquellos que despotrican contra la figura por ser líder de un credo que no comparten, aunque el profesor catalán destaca que en la recreación histórica de los 26 capítulos de su vida, con un contexto histórico distinto y perfectamente recogido en esta publicación, uno se acerca a la personalidad del Papa y sabe que lo que «uno en su lugar hubiese hecho lo mismo que él». «Tradicionalmente se le imputa abordar problemas desde un punto de vista sobrenatural, pero él analizaba todo con tranquilidad, tenía mucha paciencia, le gustaba documentarse y nunca tomaba decisiones en caliente. Podía esperar veinte años en tomarla si era la correcta y cuando presenciaba discusiones de los cardenales delante de él, se retiraba para ser ecuánime y tomar una determinación clara».
Hay una parte de los feligreses que recordarán siempre a Karol Wojtyla como el "Papa de todos los católicos". No quiere significar que no se acepte a Joseph Ratzinger, matiza el autor de esta biografía, sabedor como es de las masas que arrastraba a su paso su predecesor al que pidió en varias ocasiones jubilarse y retirarse a su Baviera natal para seguir cultivando su estilo áspero y escolástico que le valieron la fama como el "intelecto del Vaticano". «Juan Pablo II no le dejó, tenía trabajo preparado para él», coteja Marmelada, y aprecia: «Como Santo Padre, Benedicto XVI está sorprendiendo también a los fieles, como ocurrió en su visita reciente a Inglaterra, presentándose afable, sonriente y simpático también, por qué no».
«El tiempo le hará justicia a Joseph Ratzinger —completa el profesor—, quizás póstumamente». Como no ocurrió con otro Papa, al que ya se le tributó en vida, Juan Pablo II, y prosiguen los homenajes, como este libro.
Por Érika Montañés en ABC. 12 abril 2012
viernes, 23 de marzo de 2012
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Las 17 citas clave de la peregrinación de Benedicto XVI a Alemania

Selección de diecisiete de las frases más significativas pronunciadas por el Papa Benedicto XVI durante su viaje a Alemania, recopiladas por el blog Il Sismógrafo (http://ilsismografo.blogspot.com).
Libertad y Solidaridad
1. La libertad necesita de una referencia a una instancia superior. El que haya valores que nada ni nadie pueda manipular, es la autentica garantía de nuestra libertad. El hombre que se sabe obligado a lo verdadero y al bien, estará inmediatamente de acuerdo con esto: la libertad se desarrolla sólo en la responsabilidad ante un bien mayor. Este bien existe sólo si es para todos; por tanto debo interesarme siempre de mis prójimos. La libertad no se puede vivir sin relaciones. En la convivencia humana no es posible la libertad sin solidaridad. Aquello que hago a costa de otros, no es libertad, sino una acción culpable que les perjudica a ellos y también a mí. Puedo realizarme verdaderamente como persona libre sólo cuando uso también mis fuerzas para el bien de los demás. Esto vale no solo en el ámbito privado, sino también en el social.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
Derecho, razón y natura
2. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y debe ser el deber fundamental del político. En un momento histórico en el que el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo especialmente urgente (…) En la base de la convicción acerca de la existencia de un Dios creador se ha desarrollado la idea de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, el conocimiento de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada individuo y la conciencia de la responsabilidad de los hombres por sus actuaciones. Estos conocimientos de la razón constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su totalidad. La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma -del encuentro entre la en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro forma la identidad de Europa. En la conciencia de la responsabilidad del hombre ante Dios y en el reconocimiento de la dignidad inviolable del hombre, de todo hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho, defenderlos es nuestro deber en este momento histórico.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
El horror nacionalsocialista
3. En este lugar, hay que recordar también la noche del pogromo, del 9 al 10 de noviembre de 1938. Solamente unos pocos percibieron en su totalidad la dimensión de dicho acto de desprecio humano, como lo hizo el Deán de la Catedral de Berlín, Bernhard Lichtenberg, que desde el púlpito de esa Santa Iglesia de Santa Eduvigis, gritó: "Fuera, el Templo está en llamas; también éste es casa de Dios". El régimen de terror del nacionalsocialismo se fundaba sobre un mito racista, del que formaba parte el rechazo del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, del Dios de Jesucristo y de las personas que creen en Él. (...) El mensaje de esperanza, transmitido por los libros de la Biblia hebrea y del Antiguo Testamento cristiano, ha sido asimilado y desarrollado por los judíos y los cristianos de modo distinto. "Después de siglos de contraposición, reconozcamos como tarea nuestra el esfuerzo para que estos dos modos de la nueva lectura de los escritos bíblicos –la cristiana y la judía– entren en diálogo entre sí, para comprender rectamente la voluntad y la Palabra de Dios" (Jesús de Nazaret. Segunda parte: Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, pp. 47-48). En una sociedad cada vez más secularizada, este diálogo debe reforzar la común esperanza en Dios. Sin esa esperanza la sociedad pierde su humanidad.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
Permanecer en Cristo
4. Algunos miran a la Iglesia, quedándose en su apariencia exterior. De este modo, la Iglesia aparece únicamente como una organización más en una sociedad democrática, a tenor de cuyas normas y leyes se juzga y se trata una figura tan difícil de comprender como es la "Iglesia". Si a esto se añade también la experiencia dolorosa de que en la Iglesia hay peces buenos y malos, grano y cizaña, y si la mirada se fija sólo en las cosas negativas, entonces ya no se revela el misterio grande y profundo de la Iglesia.
(…) Permanecer en Cristo significa, como ya hemos visto, permanecer también en la Iglesia. Toda la comunidad de los creyentes está firmemente unida en Cristo, la vid. En Cristo, todos nosotros estamos unidos. En está comunidad, Él nos sostiene y, al mismo tiempo, todos los miembros se sostienen recíprocamente. Ellos resisten juntos a las tempestades y se protegen mutuamente. Nosotros no creemos solos, sino que creemos con toda la Iglesia.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
La dimensión pública de la religión
5. Muchos musulmanes atribuyen gran importancia a la dimensión religiosa. Esto, en ocasiones, se interpreta como una provocación en una sociedad que tiende a marginar este aspecto o a admitirlo, como mucho, en la esfera de las opciones individuales de cada uno.
La Iglesia católica está firmemente comprometida para que se otorgue el justo reconocimiento a la dimensión pública de la afiliación religiosa. Se trata de una exigencia de no poco relieve en el contexto de una sociedad mayoritariamente pluralista. Sin embargo, es necesario estar atentos para que el respeto hacia el otro se mantenga siempre. El respeto reciproco crece solamente sobre la base de un entendimiento sobre ciertos valores inalienables, propios de la naturaleza humana, sobre todo la inviolable dignidad de toda persona. Este entendimiento no limita la expresión de cada una de las religiones; al contrario, permite a cada uno dar testimonio de forma propositiva de aquello en lo que cree, sin sustraerse al debate con el otro.
Berlín 22 de septiembre de 2011.
Las cosas importantes para el verdadero ecumenismo
6. Lo más necesario para el ecumenismo es sobre todo que, presionados por la secularización, no perdamos casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea. Fue un error de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo. Éste ha sido el gran progreso ecuménico de los últimos decenios: nos dimos cuenta de esta comunión y, en el orar y cantar juntos, en la tarea común por el ethos cristiano ante el mundo, en el testimonio común del Dios de Jesucristo en este mundo, reconocemos esta comunión como nuestro fundamento imperecedero.Por desgracia, el riesgo de perderla es real.
Erfurt, 23 de septiembre de 2011.
El Ecumenismo no se basa en ventajas o desventajas
7. En la vigilia de la visita del Papa, se ha hablado varia veces de que se espera de está visita un don ecuménico del huésped. No es necesario que yo especifique los dones mencionados en tal contexto. A este respecto, quisiera decir que esto constituye un malentendido político de la fe y del ecumenismo. Cuando un jefe de estado visita un país amigo, generalmente preceden contactos entre las instancias, que preparan la estipulación de uno o más acuerdos entre los dos estados: en la ponderación de los ventajas y desventajas se llega al compromiso que, al fin, aparece ventajoso para ambas partes, de manera que el tratado puede ser firmado. Pero la fe de los cristianos no se basa en una ponderación de nuestras ventajas y desventajas. Una fe autoconstruida no tiene valor. La fe no es una cosa que nosotros excogitamos o concordamos.
Erfurt, 23 de septiembre de 2011.
En el corazón de María
8. Una particularidad de la imagen milagrosa de Etzelsbach es la posición del Crucificado. En la mayor parte de las representaciones de la Piedad, el cuerpo sin vida de Jesús yace con la cabeza vuelta hacia la izquierda. De esta forma, el que lo contempla puede ver su herida del costado. Aquí en Etzelsbach, en cambio, la herida del costado está escondida, ya que el cadáver está orientado hacia el otro lado. Creo que dicha representación encierra un profundo significado, que se revela solamente en una atenta contemplación: en la imagen milagrosa de Etzelbach, los corazones de Jesús y de su Madre se dirigen uno al otro, se acercan el uno al otro. Se intercambian recíprocamente su amor. Sabemos que el corazón es también el órgano de la sensibilidad más delicada para el otro, así como el órgano de la íntima compasión. En el corazón de María encuentra cabida el amor que su divino Hijo quiere ofrecer al mundo.
Erfurt - Etzelsbach, 23 de septiembre de 2011.
Creer junto a los demás
9. La fe es siempre, y esencialmente, un creer junto con otros. El hecho de poder creer lo debo sobre todo a Dios que se dirige a mí y, por decirlo así, "enciende" mi fe. Pero, más concretamente, debo mi fe también a los que están cerca de mí y que han creído antes que yo y creen conmigo. Este "con", sin el cual no es posible una fe personal, es la Iglesia. Y esta Iglesia franquea las fronteras de los países como lo demuestran las nacionalidades de los santos que he mencionado anteriormente: Hungría, Inglaterra, Irlanda e Italia. En este sentido, se resalta lo importante que es el intercambio espiritual que se extiende a través de toda la Iglesia universal. Si nos abrimos a toda fe, en la historia entera y en los testimonios de toda la Iglesia, entonces la fe católica tiene futuro también como fuerza pública en Alemania. Al mismo tiempo, las figuras de los santos que he recordado nos muestran la gran fecundidad de una vida santa, de ese amor radical por Dios y por el prójimo. Los santos, aun que sólo sean pocos, también cambian el mundo.
Erfurt, 23 de septiembre de 2011.
Dios y el futuro del hombre
10. "Donde está Dios, allí hay futuro"; así reza el lema de esta Visita Pastoral. Como Sucesor del Apóstol Pedro, al que el Señor encomendó el encargo de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22,32), vengo gustoso a estar con vosotros para rezar juntos, para proclamar la Palabra de Dios y celebrar la Eucaristía. Os pido que recéis para que estos días sean fructíferos, de modo que Dios confirme nuestra fe, fortalezca nuestra esperanza y acreciente nuestro amor. Que en estos días, lleguemos a ser nuevamente conscientes del amor que Dios nos tiene y de su bondad, de forma que, con fe plena, nos pongamos a nosotros mismos en sus manos, así como todo lo que motiva nuestro corazón y es importante para nosotros. En Él, nuestro futuro está asegurado. Él da sentido a nuestra vida y puede llevarla a plenitud. El Señor os acompañe en la paz y os haga mensajeros de la alegría.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Ortodoxos: nuestra cercanía
11. Me alegra mucho que hoy estemos aquí reunidos. Les agradezco de todo corazón su presencia y la posibilidad de este encuentro amistoso. Agradezco en particular al Metropolita Augoustinos sus palabras llenas de confianza. En este contexto, repito lo que ya he dicho en otras ocasiones: entre las Iglesias y las comunidades cristianas, teológicamente, la Ortodoxia es la más cercana a nosotros; católicos y ortodoxos poseen la misma estructura de la Iglesia de los orígenes. Por ello, podemos esperar que no esté muy lejano el día en que de nuevo podamos celebrar juntos la Eucaristía (cf. Luz del Mundo. Una conversación con Peter Seewald, pp. 99s). La Iglesia católica sigue con interés y simpatía el desarrollo de las comunidades ortodoxas en Europa occidental, que han tenido un notable crecimiento.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Conjugar fe y razón
12. La preparación al sacerdocio prevé sobre todo la formación, que no es una eventualidad académica sino un aspecto esencial. “Estad preparados en todo momento -explica el Papa recordando las palabras de San Pedro- a dar, a quien os la pide, la razón, el “logo” de vuestra fe”. “Es importante -añade el Santo Padre que exhortó a los seminaristas estudiosos, atentos y humildes- estar informados, comprender, tener una capacidad racional abierta, aprender. Estudiando se contribuye a hacer resplandecer la luz de Dios en el pensamiento, a conjugar fe y razón”.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Insidias del relativismo subliminal
13. Vivimos en un tiempo caracterizado en gran parte por un relativismo subliminal que penetra todos los ambientes de la vida. A veces, este relativismo llega a ser batallador, dirigiéndose contra quienes afirman saber dónde se encuentra la verdad o el sentido de la vida.
Y notamos cómo este relativismo ejerce cada vez más un influjo sobre las relaciones humanas y sobre la sociedad. Esto se manifiesta en la inconstancia y discontinuidad de tantas personas y en un excesivo individualismo. Hay quien parece capaz de renunciar a nada en absoluto o a sacrificarse por los demás. También está disminuyendo el compromiso altruista por el bien común, en el campo social y cultural, o a favor de los necesitados. Otros ya no son idóneos para unirse de manera incondicional a un partner. Ya casi no se encuentra el valor de prometer fidelidad para toda la vida; el valor de optar y decir: "yo ahora te pertenezco totalmente", o de buscar con sinceridad la solución de los problemas comprometiéndose con decisión por la fidelidad y la veracidad
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Cristo, la luz verdadera
14. Puede haber en nuestro entorno tiniebla y oscuridad y, sin embargo, vemos una luz: una pequeña llama, minúscula, que es más fuerte de la oscuridad, en apariencia poderosa e insuperable. Cristo, resucitado de entre los muertos, brilla en el mundo, y lo hace de la forma más clara, precisamente allí donde según el juicio humano todo parece sombrío y sin esperanza. Él ha vencido a la muerte, vive, y la fe en Él, como una pequeña luz, penetra todo lo que es oscuridad y zozobra. Ciertamente, quien cree en Jesús no siempre ve solamente el sol en la vida, casi como si pudiera ahorrarse sufrimientos y dificultades; ahora bien, tiene siempre una luz clara que le muestra el camino hacia la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Los ojos de los que creen en Cristo vislumbran aun en la noche más oscura una luz, y ven ya la claridad de un nuevo día.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
El corazón abierto
15. La Iglesia en Alemania tiene muchas instituciones sociales y caritativas, en las que el amor por el prójimo se ejercita, incluso de forma socialmente eficaz y hasta los confines de la tierra. A todos los que se comprometen con la Cáritas alemana o en otras organizaciones, o incluso que ponen a disposición su tiempo y sus fuerzas en encargos de voluntariado en la Iglesia, quisiera expresar mi gratitud y mi aprecio. Tal servicio exige, antes que nada, una competencia objetiva y profesional. Pero en el espíritu de la enseñanza de Jesús es necesario más: el corazón abierto, que se deja tocar por el amor de Cristo, y así da al prójimo, que necesita de nosotros, más que un servicio técnico: el amor, en el que al otro se le hace presente el Dios que ama, Cristo.
Friburgo, 25 de septiembre de 2011.
Cómo, cuándo y por qué cambiar la Iglesia
16. A la beata Madre Teresa le preguntaron una vez cuál sería, según ella, lo primero que se debería cambiar en la Iglesia. Su respuesta fue: usted y yo.
Este pequeño episodio pone de relieve dos cosas: por un lado, la Religiosa quiere decir a su interlocutor que la Iglesia no son sólo los demás, la jerarquía, el Papa y los obispos; la Iglesia somos todos nosotros, los bautizados. Por otro lado, parte del presupuesto de que efectivamente hay motivo para un cambio, de que existe esa necesidad. Cada cristiano y la comunidad de los creyentes están llamados a una conversión continua.
¿Cómo se debe configurar concretamente este cambio? ¿Se trata tal vez de una renovación como la que realiza, por ejemplo, un propietario mediante una restructuración o la pintura de su edificio? ¿O acaso se trata de una corrección, para retomar el rumbo y recorrer de modo más directo y expeditivo un camino? Ciertamente, estos y otros aspectos tienen importancia. Pero por lo que respecta a la Iglesia, el motivo fundamental del cambio es la misión apostólica de los discípulos y de la Iglesia misma (…) Digámoslo con otras palabras: la fe cristiana es para el hombre siempre un escándalo, no sólo en nuestro tiempo. Creer que el Dios eterno se preocupe de los seres humanos, que nos conozca; que el Inasequible se haya convertido en un momento dado en accesible; que el Inmortal haya sufrido y muerto en la cruz; que a los mortales se nos haya prometido la resurrección y la vida eterna; para nosotros los hombres, todo esto es verdaderamente una osadía.
Este escándalo, que no puede ser suprimido si no se quiere anular el cristianismo, ha sido desgraciadamente ensombrecido recientemente por los dolorosos escándalos de los anunciadores de la fe. Se crea una situación peligrosa, cuando estos escándalos ocupan el puesto del skandalon primario de la Cruz, haciéndolo así inaccesible; esto es cuando esconden la verdadera exigencia cristiana detrás de la ineptitud de sus mensajeros.
Friburgo, 25 de septiembre de 2011.
Rezo por Alemania
17. Animo a la Iglesia en Alemania a seguir con fuerza y confianza el camino de la fe, que hace volver a las personas a las raíces, al núcleo esencial de la Buena Noticia de Cristo. Surgirán pequeñas comunidades de creyentes, y ya existen, que con el propio entusiasmo difundan rayos de luz en la sociedad pluralista, suscitando en otros la inquietud de buscar la luz que da la vida en abundancia. "Nada hay más bello que conocerlo y comunicar a los otros la amistad con él" (Homilía en el inicio solemne del Pontificado, 24 de abril de 2005). De esta experiencia crece al final la certeza: "Donde está Dios, allí hay futuro". Donde Dios está presente, allí hay esperanza y allí se abren nuevas prospectivas y con frecuencia insospechadas, que van más allá del hoy y de las cosas efímeras. En este sentido acompaño, con el pensamiento y la oración, el camino de la Iglesia en Alemania.
Libertad y Solidaridad
1. La libertad necesita de una referencia a una instancia superior. El que haya valores que nada ni nadie pueda manipular, es la autentica garantía de nuestra libertad. El hombre que se sabe obligado a lo verdadero y al bien, estará inmediatamente de acuerdo con esto: la libertad se desarrolla sólo en la responsabilidad ante un bien mayor. Este bien existe sólo si es para todos; por tanto debo interesarme siempre de mis prójimos. La libertad no se puede vivir sin relaciones. En la convivencia humana no es posible la libertad sin solidaridad. Aquello que hago a costa de otros, no es libertad, sino una acción culpable que les perjudica a ellos y también a mí. Puedo realizarme verdaderamente como persona libre sólo cuando uso también mis fuerzas para el bien de los demás. Esto vale no solo en el ámbito privado, sino también en el social.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
Derecho, razón y natura
2. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y debe ser el deber fundamental del político. En un momento histórico en el que el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo especialmente urgente (…) En la base de la convicción acerca de la existencia de un Dios creador se ha desarrollado la idea de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, el conocimiento de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada individuo y la conciencia de la responsabilidad de los hombres por sus actuaciones. Estos conocimientos de la razón constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su totalidad. La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma -del encuentro entre la en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro forma la identidad de Europa. En la conciencia de la responsabilidad del hombre ante Dios y en el reconocimiento de la dignidad inviolable del hombre, de todo hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho, defenderlos es nuestro deber en este momento histórico.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
El horror nacionalsocialista
3. En este lugar, hay que recordar también la noche del pogromo, del 9 al 10 de noviembre de 1938. Solamente unos pocos percibieron en su totalidad la dimensión de dicho acto de desprecio humano, como lo hizo el Deán de la Catedral de Berlín, Bernhard Lichtenberg, que desde el púlpito de esa Santa Iglesia de Santa Eduvigis, gritó: "Fuera, el Templo está en llamas; también éste es casa de Dios". El régimen de terror del nacionalsocialismo se fundaba sobre un mito racista, del que formaba parte el rechazo del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, del Dios de Jesucristo y de las personas que creen en Él. (...) El mensaje de esperanza, transmitido por los libros de la Biblia hebrea y del Antiguo Testamento cristiano, ha sido asimilado y desarrollado por los judíos y los cristianos de modo distinto. "Después de siglos de contraposición, reconozcamos como tarea nuestra el esfuerzo para que estos dos modos de la nueva lectura de los escritos bíblicos –la cristiana y la judía– entren en diálogo entre sí, para comprender rectamente la voluntad y la Palabra de Dios" (Jesús de Nazaret. Segunda parte: Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, pp. 47-48). En una sociedad cada vez más secularizada, este diálogo debe reforzar la común esperanza en Dios. Sin esa esperanza la sociedad pierde su humanidad.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
Permanecer en Cristo
4. Algunos miran a la Iglesia, quedándose en su apariencia exterior. De este modo, la Iglesia aparece únicamente como una organización más en una sociedad democrática, a tenor de cuyas normas y leyes se juzga y se trata una figura tan difícil de comprender como es la "Iglesia". Si a esto se añade también la experiencia dolorosa de que en la Iglesia hay peces buenos y malos, grano y cizaña, y si la mirada se fija sólo en las cosas negativas, entonces ya no se revela el misterio grande y profundo de la Iglesia.
(…) Permanecer en Cristo significa, como ya hemos visto, permanecer también en la Iglesia. Toda la comunidad de los creyentes está firmemente unida en Cristo, la vid. En Cristo, todos nosotros estamos unidos. En está comunidad, Él nos sostiene y, al mismo tiempo, todos los miembros se sostienen recíprocamente. Ellos resisten juntos a las tempestades y se protegen mutuamente. Nosotros no creemos solos, sino que creemos con toda la Iglesia.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
La dimensión pública de la religión
5. Muchos musulmanes atribuyen gran importancia a la dimensión religiosa. Esto, en ocasiones, se interpreta como una provocación en una sociedad que tiende a marginar este aspecto o a admitirlo, como mucho, en la esfera de las opciones individuales de cada uno.
La Iglesia católica está firmemente comprometida para que se otorgue el justo reconocimiento a la dimensión pública de la afiliación religiosa. Se trata de una exigencia de no poco relieve en el contexto de una sociedad mayoritariamente pluralista. Sin embargo, es necesario estar atentos para que el respeto hacia el otro se mantenga siempre. El respeto reciproco crece solamente sobre la base de un entendimiento sobre ciertos valores inalienables, propios de la naturaleza humana, sobre todo la inviolable dignidad de toda persona. Este entendimiento no limita la expresión de cada una de las religiones; al contrario, permite a cada uno dar testimonio de forma propositiva de aquello en lo que cree, sin sustraerse al debate con el otro.
Berlín 22 de septiembre de 2011.
Las cosas importantes para el verdadero ecumenismo
6. Lo más necesario para el ecumenismo es sobre todo que, presionados por la secularización, no perdamos casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea. Fue un error de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo. Éste ha sido el gran progreso ecuménico de los últimos decenios: nos dimos cuenta de esta comunión y, en el orar y cantar juntos, en la tarea común por el ethos cristiano ante el mundo, en el testimonio común del Dios de Jesucristo en este mundo, reconocemos esta comunión como nuestro fundamento imperecedero.Por desgracia, el riesgo de perderla es real.
Erfurt, 23 de septiembre de 2011.
El Ecumenismo no se basa en ventajas o desventajas
7. En la vigilia de la visita del Papa, se ha hablado varia veces de que se espera de está visita un don ecuménico del huésped. No es necesario que yo especifique los dones mencionados en tal contexto. A este respecto, quisiera decir que esto constituye un malentendido político de la fe y del ecumenismo. Cuando un jefe de estado visita un país amigo, generalmente preceden contactos entre las instancias, que preparan la estipulación de uno o más acuerdos entre los dos estados: en la ponderación de los ventajas y desventajas se llega al compromiso que, al fin, aparece ventajoso para ambas partes, de manera que el tratado puede ser firmado. Pero la fe de los cristianos no se basa en una ponderación de nuestras ventajas y desventajas. Una fe autoconstruida no tiene valor. La fe no es una cosa que nosotros excogitamos o concordamos.
Erfurt, 23 de septiembre de 2011.
En el corazón de María
8. Una particularidad de la imagen milagrosa de Etzelsbach es la posición del Crucificado. En la mayor parte de las representaciones de la Piedad, el cuerpo sin vida de Jesús yace con la cabeza vuelta hacia la izquierda. De esta forma, el que lo contempla puede ver su herida del costado. Aquí en Etzelsbach, en cambio, la herida del costado está escondida, ya que el cadáver está orientado hacia el otro lado. Creo que dicha representación encierra un profundo significado, que se revela solamente en una atenta contemplación: en la imagen milagrosa de Etzelbach, los corazones de Jesús y de su Madre se dirigen uno al otro, se acercan el uno al otro. Se intercambian recíprocamente su amor. Sabemos que el corazón es también el órgano de la sensibilidad más delicada para el otro, así como el órgano de la íntima compasión. En el corazón de María encuentra cabida el amor que su divino Hijo quiere ofrecer al mundo.
Erfurt - Etzelsbach, 23 de septiembre de 2011.
Creer junto a los demás
9. La fe es siempre, y esencialmente, un creer junto con otros. El hecho de poder creer lo debo sobre todo a Dios que se dirige a mí y, por decirlo así, "enciende" mi fe. Pero, más concretamente, debo mi fe también a los que están cerca de mí y que han creído antes que yo y creen conmigo. Este "con", sin el cual no es posible una fe personal, es la Iglesia. Y esta Iglesia franquea las fronteras de los países como lo demuestran las nacionalidades de los santos que he mencionado anteriormente: Hungría, Inglaterra, Irlanda e Italia. En este sentido, se resalta lo importante que es el intercambio espiritual que se extiende a través de toda la Iglesia universal. Si nos abrimos a toda fe, en la historia entera y en los testimonios de toda la Iglesia, entonces la fe católica tiene futuro también como fuerza pública en Alemania. Al mismo tiempo, las figuras de los santos que he recordado nos muestran la gran fecundidad de una vida santa, de ese amor radical por Dios y por el prójimo. Los santos, aun que sólo sean pocos, también cambian el mundo.
Erfurt, 23 de septiembre de 2011.
Dios y el futuro del hombre
10. "Donde está Dios, allí hay futuro"; así reza el lema de esta Visita Pastoral. Como Sucesor del Apóstol Pedro, al que el Señor encomendó el encargo de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22,32), vengo gustoso a estar con vosotros para rezar juntos, para proclamar la Palabra de Dios y celebrar la Eucaristía. Os pido que recéis para que estos días sean fructíferos, de modo que Dios confirme nuestra fe, fortalezca nuestra esperanza y acreciente nuestro amor. Que en estos días, lleguemos a ser nuevamente conscientes del amor que Dios nos tiene y de su bondad, de forma que, con fe plena, nos pongamos a nosotros mismos en sus manos, así como todo lo que motiva nuestro corazón y es importante para nosotros. En Él, nuestro futuro está asegurado. Él da sentido a nuestra vida y puede llevarla a plenitud. El Señor os acompañe en la paz y os haga mensajeros de la alegría.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Ortodoxos: nuestra cercanía
11. Me alegra mucho que hoy estemos aquí reunidos. Les agradezco de todo corazón su presencia y la posibilidad de este encuentro amistoso. Agradezco en particular al Metropolita Augoustinos sus palabras llenas de confianza. En este contexto, repito lo que ya he dicho en otras ocasiones: entre las Iglesias y las comunidades cristianas, teológicamente, la Ortodoxia es la más cercana a nosotros; católicos y ortodoxos poseen la misma estructura de la Iglesia de los orígenes. Por ello, podemos esperar que no esté muy lejano el día en que de nuevo podamos celebrar juntos la Eucaristía (cf. Luz del Mundo. Una conversación con Peter Seewald, pp. 99s). La Iglesia católica sigue con interés y simpatía el desarrollo de las comunidades ortodoxas en Europa occidental, que han tenido un notable crecimiento.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Conjugar fe y razón
12. La preparación al sacerdocio prevé sobre todo la formación, que no es una eventualidad académica sino un aspecto esencial. “Estad preparados en todo momento -explica el Papa recordando las palabras de San Pedro- a dar, a quien os la pide, la razón, el “logo” de vuestra fe”. “Es importante -añade el Santo Padre que exhortó a los seminaristas estudiosos, atentos y humildes- estar informados, comprender, tener una capacidad racional abierta, aprender. Estudiando se contribuye a hacer resplandecer la luz de Dios en el pensamiento, a conjugar fe y razón”.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Insidias del relativismo subliminal
13. Vivimos en un tiempo caracterizado en gran parte por un relativismo subliminal que penetra todos los ambientes de la vida. A veces, este relativismo llega a ser batallador, dirigiéndose contra quienes afirman saber dónde se encuentra la verdad o el sentido de la vida.
Y notamos cómo este relativismo ejerce cada vez más un influjo sobre las relaciones humanas y sobre la sociedad. Esto se manifiesta en la inconstancia y discontinuidad de tantas personas y en un excesivo individualismo. Hay quien parece capaz de renunciar a nada en absoluto o a sacrificarse por los demás. También está disminuyendo el compromiso altruista por el bien común, en el campo social y cultural, o a favor de los necesitados. Otros ya no son idóneos para unirse de manera incondicional a un partner. Ya casi no se encuentra el valor de prometer fidelidad para toda la vida; el valor de optar y decir: "yo ahora te pertenezco totalmente", o de buscar con sinceridad la solución de los problemas comprometiéndose con decisión por la fidelidad y la veracidad
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Cristo, la luz verdadera
14. Puede haber en nuestro entorno tiniebla y oscuridad y, sin embargo, vemos una luz: una pequeña llama, minúscula, que es más fuerte de la oscuridad, en apariencia poderosa e insuperable. Cristo, resucitado de entre los muertos, brilla en el mundo, y lo hace de la forma más clara, precisamente allí donde según el juicio humano todo parece sombrío y sin esperanza. Él ha vencido a la muerte, vive, y la fe en Él, como una pequeña luz, penetra todo lo que es oscuridad y zozobra. Ciertamente, quien cree en Jesús no siempre ve solamente el sol en la vida, casi como si pudiera ahorrarse sufrimientos y dificultades; ahora bien, tiene siempre una luz clara que le muestra el camino hacia la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Los ojos de los que creen en Cristo vislumbran aun en la noche más oscura una luz, y ven ya la claridad de un nuevo día.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
El corazón abierto
15. La Iglesia en Alemania tiene muchas instituciones sociales y caritativas, en las que el amor por el prójimo se ejercita, incluso de forma socialmente eficaz y hasta los confines de la tierra. A todos los que se comprometen con la Cáritas alemana o en otras organizaciones, o incluso que ponen a disposición su tiempo y sus fuerzas en encargos de voluntariado en la Iglesia, quisiera expresar mi gratitud y mi aprecio. Tal servicio exige, antes que nada, una competencia objetiva y profesional. Pero en el espíritu de la enseñanza de Jesús es necesario más: el corazón abierto, que se deja tocar por el amor de Cristo, y así da al prójimo, que necesita de nosotros, más que un servicio técnico: el amor, en el que al otro se le hace presente el Dios que ama, Cristo.
Friburgo, 25 de septiembre de 2011.
Cómo, cuándo y por qué cambiar la Iglesia
16. A la beata Madre Teresa le preguntaron una vez cuál sería, según ella, lo primero que se debería cambiar en la Iglesia. Su respuesta fue: usted y yo.
Este pequeño episodio pone de relieve dos cosas: por un lado, la Religiosa quiere decir a su interlocutor que la Iglesia no son sólo los demás, la jerarquía, el Papa y los obispos; la Iglesia somos todos nosotros, los bautizados. Por otro lado, parte del presupuesto de que efectivamente hay motivo para un cambio, de que existe esa necesidad. Cada cristiano y la comunidad de los creyentes están llamados a una conversión continua.
¿Cómo se debe configurar concretamente este cambio? ¿Se trata tal vez de una renovación como la que realiza, por ejemplo, un propietario mediante una restructuración o la pintura de su edificio? ¿O acaso se trata de una corrección, para retomar el rumbo y recorrer de modo más directo y expeditivo un camino? Ciertamente, estos y otros aspectos tienen importancia. Pero por lo que respecta a la Iglesia, el motivo fundamental del cambio es la misión apostólica de los discípulos y de la Iglesia misma (…) Digámoslo con otras palabras: la fe cristiana es para el hombre siempre un escándalo, no sólo en nuestro tiempo. Creer que el Dios eterno se preocupe de los seres humanos, que nos conozca; que el Inasequible se haya convertido en un momento dado en accesible; que el Inmortal haya sufrido y muerto en la cruz; que a los mortales se nos haya prometido la resurrección y la vida eterna; para nosotros los hombres, todo esto es verdaderamente una osadía.
Este escándalo, que no puede ser suprimido si no se quiere anular el cristianismo, ha sido desgraciadamente ensombrecido recientemente por los dolorosos escándalos de los anunciadores de la fe. Se crea una situación peligrosa, cuando estos escándalos ocupan el puesto del skandalon primario de la Cruz, haciéndolo así inaccesible; esto es cuando esconden la verdadera exigencia cristiana detrás de la ineptitud de sus mensajeros.
Friburgo, 25 de septiembre de 2011.
Rezo por Alemania
17. Animo a la Iglesia en Alemania a seguir con fuerza y confianza el camino de la fe, que hace volver a las personas a las raíces, al núcleo esencial de la Buena Noticia de Cristo. Surgirán pequeñas comunidades de creyentes, y ya existen, que con el propio entusiasmo difundan rayos de luz en la sociedad pluralista, suscitando en otros la inquietud de buscar la luz que da la vida en abundancia. "Nada hay más bello que conocerlo y comunicar a los otros la amistad con él" (Homilía en el inicio solemne del Pontificado, 24 de abril de 2005). De esta experiencia crece al final la certeza: "Donde está Dios, allí hay futuro". Donde Dios está presente, allí hay esperanza y allí se abren nuevas prospectivas y con frecuencia insospechadas, que van más allá del hoy y de las cosas efímeras. En este sentido acompaño, con el pensamiento y la oración, el camino de la Iglesia en Alemania.
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