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miércoles, 17 de febrero de 2016
lunes, 2 de septiembre de 2013
martes, 30 de julio de 2013
domingo, 28 de julio de 2013
Lo que nos dijo el Papa Francisco
Ante miles de jóvenes convocados para la vigilia de oración en el Paseo Marítimo de Copacabana, el Papa Francisco pronunció las siguientes palabras:
Queridos jóvenes
Hemos recordado hace poco la historia de San Francisco de Asís. Ante el crucifijo oye la voz de Jesús, que le dice: «Ve, Francisco, y repara mi casa». Y el joven Francisco responde con prontitud y generosidad a esta llamada del Señor: reparar su casa. Pero, ¿qué casa? Poco a poco se da cuenta de que no se trataba de hacer de albañil y reparar un edificio de piedra, sino de dar su contribución a la vida de la Iglesia; se trataba de ponerse al servicio de la Iglesia, amándola y trabajando para que en ella se reflejara cada vez más el rostro de Cristo.
También hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia. También hoy llama a cada uno de ustedes a seguirlo en su Iglesia y a ser misioneros. ¿Cómo? ¿De qué manera? A partir del nombre del lugar donde nos encontramos, Campus Fidei, Campo de Fe, he pensado en tres imágenes que nos pueden ayudar a entender mejor lo que significa ser un discípulo-misionero:
- la primera, el campo como lugar donde se siembra;
- la segunda, el campo como lugar de entrenamiento;
- y la tercera, el campo como obra en construcción.
1. El campo como lugar donde se siembra.
Todos conocemos la parábola de Jesús que habla de un sembrador que salió a sembrar en un campo; algunas simientes cayeron al borde del camino, entre piedras o en medio de espinas, y no llegaron a desarrollarse; pero otras cayeron en tierra buena y dieron mucho fruto (cf. Mt 13,1-9). Jesús mismo explicó el significado de la parábola: La simiente es la Palabra de Dios sembrada en nuestro corazón (cf. Mt 13,18-23).
Queridos jóvenes, eso significa que el verdadero Campus Fidei es el corazón de cada uno de ustedes, es su vida. Y es en la vida de ustedes donde Jesús pide entrar con su palabra, con su presencia. Por favor, dejen que Cristo y su Palabra entren en su vida, que germine y crezca.
Jesús nos dice que las simientes que cayeron al borde del camino, o entre las piedras y en medio de espinas, no dieron fruto.
¿Qué terreno somos o queremos ser? Quizás somos a veces como el camino: escuchamos al Señor, pero no cambia nada en la vida, porque nos dejamos atontar por tantos reclamos superficiales que escuchamos; o como el terreno pedregoso: acogemos a Jesús con entusiasmo, pero somos inconstantes y, ante las dificultades, no tenemos el valor de ir contracorriente; o somos como el terreno espinoso: las cosas, las pasiones negativas sofocan en nosotros las palabras del Señor (cf. Mt 13,18-22).
Hoy, sin embargo, estoy seguro de que la simiente cae en buena tierra, que ustedes quieren ser buena tierra, no cristianos a tiempo parcial, no «almidonados», de fachada, sino auténticos. Estoy seguro de que no quieren vivir en la ilusión de una libertad que se deja arrastrar por la moda y las conveniencias del momento. Sé que ustedes apuntan a lo alto, a decisiones definitivas que den pleno sentido a la vida. Jesús es capaz de ofrecer esto. Él es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Confiemos en Él. Dejémonos guiar por Él.
2. El campo como lugar de entrenamiento.
Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que «juguemos en su equipo».
Creo que a la mayoría de ustedes les gusta el deporte. Y aquí, en Brasil, como en otros países, el fútbol es una pasión nacional. Pues bien, ¿qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo? Debe entrenarse y entrenarse mucho. Así es en nuestra vida de discípulos del Señor.
San Pablo nos dice: «Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible» (1 Co 9,25).
¡Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo! Nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin, la vida eterna. Pero nos pide que entrenemos para «estar en forma», para afrontar sin miedo todas las situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe. ¿Cómo?:
- A través del diálogo con Él: la oración, que es el coloquio cotidiano con Dios, que siempre nos escucha.
- A través de los sacramentos, que hacen crecer en nosotros su presencia y nos configuran con Cristo.
- A través del amor fraterno, del saber escuchar, comprender, perdonar, acoger, ayudar a los otros, a todos, sin excluir y sin marginar.
Queridos jóvenes, ¡sean auténticos «atletas de Cristo»!
3. El campo como obra en construcción.
Cuando nuestro corazón es una tierra buena que recibe la Palabra de Dios, cuando «se suda la camiseta», tratando de vivir como cristianos, experimentamos algo grande: nunca estamos solos, formamos parte de una familia de hermanos que recorren el mismo camino: somos parte de la Iglesia; más aún, nos convertimos en constructores de la Iglesia y protagonistas de la historia.
San Pedro nos dice que somos piedras vivas que forman una casa espiritual (cf. 1 P 2,5). Y mirando este palco, vemos que tiene la forma de una iglesia construida con piedras, con ladrillos. En la Iglesia de Jesús, las piedras vivas somos nosotros, y Jesús nos pide que edifiquemos su Iglesia; y no como una pequeña capilla donde sólo cabe un grupito de personas. Nos pide que su Iglesia sea tan grande que pueda alojar a toda la humanidad, que sea la casa de todos.
Jesús me dice a mí, a ti, a cada uno: «Vayan, y hagan discípulos a todas las naciones». Esta tarde, respondámosle: Sí, también yo quiero ser una piedra viva; juntos queremos construir la Iglesia de Jesús. Digamos juntos: Quiero ir y ser constructor de la Iglesia de Cristo.
Su joven corazón alberga el deseo de construir un mundo mejor.
He seguido atentamente las noticias sobre tantos jóvenes que, en muchas partes del mundo, han salido por las calles para expresar el deseo de una civilización más justa y fraterna. Sin embargo, queda la pregunta: ¿Por dónde empezar? ¿Cuáles son los criterios para la construcción de una sociedad más justa? Cuando preguntaron a la Madre Teresa qué era lo que debía cambiar en la Iglesia, respondió: Tú y yo.
Queridos amigos, no se olviden: ustedes son el campo de la fe. Ustedes son los atletas de Cristo. Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor.
Levantemos nuestros ojos hacia la Virgen. Ella nos ayuda a seguir a Jesús, nos da ejemplo con su «Sí» a Dios: «Aquí está la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho» (Lc 1,38). Se lo digamos también nosotros a Dios, junto con María: Hágase en mí según tu palabra.
Que así sea.
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Nuestra Señora de la Concepción de Aparecida. Proclamada oficialmente patrona de Brasil por un decreto de Pío XI el 16 de julio de 1930. |
sábado, 27 de julio de 2013
viernes, 19 de julio de 2013
JMJ online
Los que no tenemos la inmensa suerte de poder acudir a Río a la JMJ, sí que podremos seguir todos los eventos online:
viernes, 12 de julio de 2013
"No tengo derecho a estar cansado"
Don Álvaro del Portillo recuerda a Juan Pablo II:
El Papa Francisco ha promulgado los decretos de canonización de Juan Pablo II y beatificación de Monseñor Álvaro del Portillo.
domingo, 2 de junio de 2013
Solemne adoración eucarística en simultánea mundial
El Papa Francisco ha convocado a todos los católicos del mundo a permanecer unidos en oración ante el sagrario en todo el mundo de 17.00 a 18.00 horas (hora romana), hoy, Festividad del Corpus Christi. Las intenciones de oración que ha propuesto para esta "hora santa", son las siguientes:
1. Por la Iglesia extendida por todo el mundo y reunida hoy, en signo de unidad, en la Adoración a la Santísima Eucaristía. El Señor la haga siempre más obediente a la escucha de su Palabra y así pueda presentarse ante el mundo “más bella, sin mancha ni arruga, sino santa e inmaculada” (Ef 5,28). A través de su fiel anuncio, la Palabra que salva resuene siempre como portadora de misericordia y propicie un renovado compromiso en el amor que ofrezca pleno sentido al dolor y al sufrimiento, y restituya la alegría y la serenidad.
1. Por la Iglesia extendida por todo el mundo y reunida hoy, en signo de unidad, en la Adoración a la Santísima Eucaristía. El Señor la haga siempre más obediente a la escucha de su Palabra y así pueda presentarse ante el mundo “más bella, sin mancha ni arruga, sino santa e inmaculada” (Ef 5,28). A través de su fiel anuncio, la Palabra que salva resuene siempre como portadora de misericordia y propicie un renovado compromiso en el amor que ofrezca pleno sentido al dolor y al sufrimiento, y restituya la alegría y la serenidad.
2. Por todos los que en diversas partes del mundo viven el sufrimiento de las nuevas esclavitudes y son víctimas de las guerras, de la trata de personas, del narcotráfico y del trabajo “esclavo”; por los niños y las mujeres que sufren cualquier forma de violencia. Pueda su silencioso grito encontrar la Iglesia despierta. Así, teniendo la mirada fija en el Cristo crucificado, ella nunca olvide tantos hermanos y hermanas dejados en manos de la violencia.
Además, oremos por todos aquellos que viven penurias económicas, sobre todo por los desocupados, los ancianos, los inmigrantes, los que no tienen hogar, los presos y por todos los que experimentan marginación.
La oración de la Iglesia y su activa labor de cercanía en la caridad sea para ellos consuelo y apoyo seguro. Que ella pueda alentar siempre la esperanza y la audacia en la defensa de la dignidad de la persona humana.
sábado, 4 de mayo de 2013
Madre, regálanos tu mirada
«Su mirada es como la continuación de la mirada del Padre que la miró pequeñita y la hizo Madre de Dios. Como la mirada del Hijo en la cruz que la hizo Madre nuestra, y con esa mirada hoy nos mira.
Y hoy nosotros, después de un largo camino, vinimos a este lugar de descanso, porque la mirada de la Virgen es un lugar de descanso, y venimos a contarle nuestras cosas.
Nosotros necesitamos de su mirada tierna, su mirada de Madre, esa que nos destapa el alma. Su mirada que está llena de compasión y de cuidado. Y por eso hoy le decimos: Madre, regálanos tu mirada. Porque la mirada de la Virgen es un regalo, no se compra. Es un regalo de ella. Es un regalo del Padre y un regalo de Jesús en la cruz.
Madre, regálanos tu mirada.
Venimos a agradecer que su mirada esté en nuestras historias. En ésa que sabemos cada uno de nosotros, la historia escondida de nuestras vidas. Esa historia con problemas y con alegrías. Y luego de este largo camino, cansados, nos encontramos con su mirada que nos consuela y le decimos: Madre, regálanos tu mirada».
(Cardenal Begoglio, 3-X-1999).
En alfayomega.com
domingo, 14 de abril de 2013
Porque sabe escuchar
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Gerrit van Honthorst: El Niño Jesús en el taller de José, 1620. Museo Hermitage. |
Dios no desea una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu.
José es "custodio" porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es aún más sensible a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.
Papa Francisco, Homilía en la Misa de comienzo del ministerio petrino, 19-III-2013.
viernes, 29 de marzo de 2013
jueves, 28 de marzo de 2013
Nunca hablar mal de otras personas
Hablar mal de alguien equivale a venderlo. Como hizo Judas, que vendió a Jesús por treinta denarios. Y precisamente partiendo del pasaje del Evangelio de Mateo que anuncia la traición de Judas Iscariote, en la breve homilía de la misa celebrada el miércoles 27 de marzo en la capilla de la «Domus Sanctae Marthae», el Papa Francisco puso en guardia ante la crítica y murmuración. Con una invitación explícita: «Nunca hablar mal de otras personas».
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Anthony Van Dyck, (1599-1641): El beso de Judas, 1620 |
El Papa quiso hacer una reflexión sobre el gesto realizado por Judas, uno de los amigos de Jesús, que no duda en venderlo a los jefes de los sacerdotes. «Jesús es como una mercancía: es vendido. Es vendido en aquel momento -subrayó- y muchas veces también en el mercado de la historia, en el mercado de la vida, en el mercado de nuestra vida. Cuando nosotros optamos por los treinta denarios, dejamos a Jesús de lado».
Cuando hablar se convierte en habladuría, murmuración, -según el Papa- «esto es una venta» y la persona que está en el centro de nuestra murmuración «se convierte en una mercancía. No sé por qué -dijo el Pontífice- pero existe una alegría oscura en el chisme». Se comienza con palabras buenas, «pero luego viene la murmuración. Y se empieza a despellejar al otro».
Deberíamos pensar que cada vez que nos comportamos así, «hacemos la misma cosa que hizo Judas», que cuando fue a los jefes de los sacerdotes para vender a Jesús, tenía el corazón cerrado, no tenía comprensión, no tenía amor, no tenía amistad.
Así, el Papa Francisco volvió a uno de los temas que él más quiere, el del perdón: «Pensemos y pidamos perdón», porque aquello que hacemos al otro, al amigo, «lo hacemos a Jesús. Porque Jesús está en ese amigo». Y si nos damos cuenta de que nuestro hablar puede hacer mal a alguien, «recemos al Señor, hablemos con el Señor de esto, por el bien del otro: Señor, ayúdale».
No debo ser yo -concluyó- quien «haga justicia con mi lengua. Pidamos esta gracia al Señor».
Al término de la celebración el Santo Padre se recogió en oración al fondo de la capilla. Después esperó a todos los presentes a la salida, para saludar a cada uno: para todos una palabra, una sonrisa, un aliento y una felicitación por la inminente Pascua.
Fuente: L’Osservatore Romano.
viernes, 15 de marzo de 2013
La Gloria de la Cruz
Texto de la primera homilía del Papa Francisco, la que la tarde posterior a su elección dirigió a los cardenales en la Capilla Sixtina:
En estas tres lecturas veo que hay algo en común: es el movimiento.
- En la primera lectura, el movimiento en el camino;
- en la segunda lectura, el movimiento en la edificación de la Iglesia;
- en la tercera, en el Evangelio, el movimiento en la confesión.
Caminar, edificar, confesar.
Caminar.
«Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor» (Is 2,5). Ésta es la primera cosa que Dios ha dicho a Abrahán: camina en mi presencia y sé irreprochable. Caminar: nuestra vida es un camino y cuando nos paramos, algo no funciona. Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con aquella honradez que Dios pedía a Abrahán, en su promesa.
Edificar.
Edificar la Iglesia. Se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.
Tercero, confesar.
Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está parado. ¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria la frase de Léon Bloy: «Quien no reza al Señor, reza al diablo». Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.
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Raúl Berzosa: Cristo Eucarístico. |
Caminar, edificar, construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay temblores, existen movimientos que no son precisamente movimientos del camino: son movimientos que nos hacen retroceder.
Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz». Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.
Quisiera que todos, después de estos días de gracia, tengamos el valor, precisamente el valor, de caminar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. Y así la Iglesia avanzará.
Deseo que el Espíritu Santo, por la plegaria de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado.
Que así sea.
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