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lunes, 13 de julio de 2015

Borges y un Ave María

(Autor: Pablo Caruso, en lagaceta.es).

Doña Leonor, madre de J.L. Borges:
 -"Hijo, ¿qué es eso que he oído por ahí, que eres agnóstico? 
¿De verdad dudas de la existencia de Dios?".

El escritor se percató de que sus dudas de fe hacían sufrir a la persona que más amaba, su madre. 

Alguien que conozco dice que la duda es la jactancia de los intelectuales. Supongo que lo pensó después de haber oído a Jorge Luis Borges, cuando alguna vez se le preguntaba sobre la vida después de la muerte.

Borges, al menos es lo que decía, dudaba de la trascendencia del hombre. La duda es uno de los nombres de la inteligencia. No afirmo ni niego, pero espero que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno, respondía. Y se quedaba tan campante.

Eran frases de una personalidad magnética, brillante y contradictoria que hacían las delicias de los habitantes de ciertos cenáculos. ¿Y qué puede decirnos Borges sobre las drogas? ¿Probó alguna sustancia prohibida? Yo no bebo, no fumo, no escucho la radio, no me drogo, como poco. Yo diría que mis únicos vicios son El Quijote, La Divina Comedia y no incurrir en la lectura de Enrique Larreta ni de Benavente.

Ácido y ríspido. Los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles, decía en alguna ocasión, lo cual le trajo alguna humillación laboral. Así era Borges.
En algún momento, este genial escritor de la lengua castellana del siglo XX se percató de que algunas afirmaciones referentes a la fe hacían sufrir a la persona que más amó en este mundo: su madre.
Doña Leonor Acevedo era una dama dotada de un ingenio y una picardía —de la buena— que heredó y cultivó con entusiasmo su hijo. Él veneraba a su madre y sufría lo indecible cuando algo o alguien molestaba la tranquilidad de doña Leonor. Eran años de cobardes bombas y amenazas perturbadoras.

El teléfono sonó a horas angustiantes: “Te vamos a matar a vos y a tu hijo”, dijo la voz. Doña
"El alma de María". Méjico, s. XIX.
Leonor
, ya postrada, le dijo con toda tranquilidad: Vea señor, tengo más de 90 años y si no se apura en cumplir su amenaza, por ahí me muero antes. Y se quedó en paz.
Sin embargo, hubo una vez que el espíritu de doña Leonor se inquietó. Aunque lo sabía, escuchar de los labios de su hijo que se declaraba agnóstico hizo que su corazón le advirtiera de una amenaza mucho más letal que una bomba. La salvación eterna de su hijo la perturbaba. Tenía que hacer algo. Y lo hizo.

A veces, muy de vez en cuando, en el lugar y tiempo menos pensado, el escriba se encuentra una “estrella en el aljibe”, como decía un maestro de periodistas. No sé yo si éste es el caso, pero quiero contarlo. El que esto escribe fue a visitar a su anciano amigo sacerdote, cuyo corazón ya está muy gastado: apenas le quedan unos latidos y los utiliza para seguir rezando a fin de terminar el “buen combate”. "No estoy retirado", me aclaró.

Un sacerdote nunca se retira, sino que está junto con otros hermanos sacerdotes, en una casa muy acogedora, esperando impaciente ver el rostro de su Señor.
La sombra relajante del frondoso tilo hizo más fácil la deliciosa conversación o monólogo —en mi beneficio, claro está— de este hombre de Dios.

Tampoco sabría yo precisar por qué derivó la conversación hacia la madre del mundialmente celebrado escritor argentino. ¿Sabes?, me dijo mi amigo, "me gustaría que lo cuentes". "Hazlo con delicadeza, pero cuéntalo". Ella, doña Leonor, amaba a ese hijo y su primera preocupación era su alma, por tanto, rezó mucho por este asunto. Un día decidió sacar este tema. "Hijo, ¿qué es eso que he oído por ahí, que eres agnóstico? ¿De verdad dudas de la existencia de Dios?".
La directa pregunta de doña Leonor logró hacer tartamudear más de lo habitual al escritor, eterno candidato al premio Nobel de Literatura.
- "Lo que pasa, madre, es que el infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto", respondió el autor del El Aleph.
Entonces, doña Leonor le tomó la mano y le susurró:
- "Prométeme que recitarás un Ave María todas las noches. Te pido que lo hagas cuando te retires a dormir. Hazlo, aunque yo no esté físicamente a tu lado, como si me dieras a mí el beso de las buenas noches".
- "Sabes, madre, yo creo que es mejor pensar que Dios no acepta sobornos".
Doña Leonor se quedó un rato en silencio.
- "Entonces, tengo que admitir que me has sobornado muchas veces". "Lo has hecho cuando me dabas un beso antes de pedirme algo que querías".
Borges sonrió.

Tiempo después, el escritor admitió a un amigo suyo que, por amor a su madre, nunca se había olvidado de recitar todas las noches esa sencilla oración mariana. Jorge Luis Borges murió en Ginebra el 14 de junio de 1986, a los 87 años. Ante la sorpresa de las pocas personas que le rodeaban en su lecho de muerte, pidió ver a un sacerdote católico. Así se hizo. Esto que hoy cuento ocurrió hace algunos años. Mi anciano amigo sacerdote nunca me dijo cuándo lo debía contar. Quiero hacerlo hoy y no sé por qué. Voces y caras extrañas vendrán seguramente a desmentirme… ¿Y qué?


viernes, 11 de octubre de 2013

La piloto de Fórmula 1 y su encuentro con Dios

Hoy que conocemos la triste noticia del fallecimiento de la piloto de Fórmula 1, rescato este artículo de
Javier Lozano en Religión en libertad.com.

María de Villota estaba cumpliendo su sueño desde niña, pilotar un Fórmula 1. Con una prometedora carrera por delante ya era piloto probador del equipo Marussia. El pasado 3 de julio estaba realizando en el aeródromo británico de Duxford distintas pruebas aerodinámicas al monoplaza de su escudería cuando tuvo un terrible accidente que cambió su vida. Chocó contra un camión y su casco quedó hecho añicos. 

Estuvo a punto de morir, perdió el ojo derecho y tras varias operaciones lleva seis placas de titanio en la cabeza. Su sueño de ser piloto titular y emular a su padre se ha desvanecido pero lejos de venirse abajo ha visto la mano de Dios en todo este tiempo y asegura que el accidente le ha cambiado de manera radical la forma de ver la vida. Su accidente conmocionó al mundo y su recuperación es todo un ejemplo de superación ante la adversidad. 

El pasado 13 de enero cumplió 33 años y en una entrevista en el programa ´El Partido de las 12’ de COPE, María confesaba que “nunca he soplado las velas con tantas ganas. La felicidad es algo muy sencillo. Siempre me ha gustado mirar hacia delante”. 


El papel de Dios en su recuperación.

Sin embargo, en este duro proceso desde que sufrió el terrible accidente ha experimentado una fuerza sobrenatural. “Cuando paseo por la calle la gente me dice que ha rezado mucho por mí. Se lo agradezco. Cuando volví un primo mío falleció y yo no. Dios ha jugado un papel muy importante en mi recuperación”, afirmaba María de Villota

Su hermana Isabel estaba presente cuando María chocó contra el camión y meses después explicó en la revista Hola cómo hubo una mano divina en todo este suceso. Ella llegó la primera al lugar del accidente: “intenté sacar el coche de debajo, empecé a gritar, hasta que vinieron todos los mecánicos. A mí me separaron del coche y ya no me dejaron volver a donde estaba María

Isabel recuerda que “no paraba de preguntar: ¿está muerta?, ¿está muerta?, y ellos me decían: “no lo sabemos”. Entonces fue cuando me tiré al suelo de la pista, me puse a rezar como una condenada y, al cabo de los angustiosos minutos que pasó inconsciente, alguien dijo: ‘se está moviendo’. Y yo pensé: ‘gracias Dios mío’

Una señal de Dios

 La hermana de la piloto considera que no estaba con ella en esas pruebas en Reino Unido por casualidad. “Fue como una señal de Dios, porque sentí que tenía que ir”. María lo ve así también: “estoy segura de que, desde el momento que llegó al coche, la oración, las decisiones que tuvo que tomar en el hospital, todo lo hizo con tanta eficacia…”. 

Recordando esos momentos, Isabel siguió contando hechos para ella inexplicables. Relataba que María no podía tomar ciertos fármacos. “Estando como estaba, le pregunté: María, ¿a qué eres alérgica?, sin tener la menor esperanza de que me respondiera, como si le estuviera haciendo una pregunta a Dios, y ella respondió: pirazolonas”

“Ahora veo más que antes” 

María ha experimentado un cambio importante en su interior y no sólo físico debido al accidente en todos te das cuenta de que ves más que antes. Yo antes sólo veía la Fórmula 1, sólo me veía encima de un coche compitiendo y no veía lo que realmente era importante en mi vida”. Por ello, recuerda que “no tengo un ojo, no tengo olfato, pero tengo por delante otro ojo y el tacto”. 
estos meses. Confiesa que “

Aceptar su situación no fue fácil al principio pero su virtud fue buscar consuelo en quien podía dárselo. “El primer día que me miré en el espejo tenía 104 puntos en la cara, negros, que parecían cosidos con cuerda náutica y había perdido el ojo. Quedé aterrada”

En ese primer instante pensó en quién iba a quererla así. Pero pronto ese mal pensamiento cambió al llegar al convencimiento de que las personas que están a su alrededor “me han querido para esta vida y para cubrir la que viene ahora”. 

“Llevo mi historia con cariño y orgullo” 

De hecho, hay una frase que define a la perfección cómo ha afrontado María este trauma: “mi aspecto de ahora dice mucho más de quien es María de Villota que el aspecto anterior. Llevo mi historia y la llevo con muchísimo cariño y orgullo”. En este sentido, la joven piloto española afirma que “la primera sensación que tuve después del accidente fue negativa porque necesitaba los dos ojos, pero tardé muy poquito en ver todo el resto”. Fue ese encuentro con el sufrimiento humano lo que le llevó a cambiar de actitud. Darse cuenta de que a pesar de todo debía estar agradecida con el don de la vida. “He coincidido con gente que lo ha pasado muy mal. Al final hay que disfrutar de lo que tienes porque no hay más. Disfrutar de las cosas pequeñas. Esa pizca de humor es necesaria para seguir adelante. Voy a dar toda esa energía”. 

Sus nuevos retos

Ahora que ya no va a poder competir a nivel profesional, María de Villota quiere afrontar tres retos. Por un lado afirma que seguirá ligada al mundo del motor, “al que adoro”. El segundo, es el de los enfermos puesto que “estoy en el bando de los que están malos. Después de ver que hay gente que los pasa tan mal, yo tengo que hacer algo”. Por eso, colabora activamente en la Fundación Ana Carolina Díez Mahou, que ayuda a enfermos neuromusculares mitocondriales. En un tercer lugar está ayudar a la mujer, conseguir que una llegue a ser titular en la Fórmula después de que ella se quedase a las puertas. En la vida, dice contenta, “¡¡todavía hay que pelear por muchas cosas!!”.

viernes, 1 de febrero de 2013

La conversión de Paul Claudel

"El hombre se forma interiormente con el ejercicio y se forja respecto a lo exterior mediante choques", (Art poétique). Estas palabras de Paul Claudel definen admirablemente lo que fue la esencia de la vida de este gran poeta y dramaturgo francés. En ellas está fijada su trayectoria vital en toda su síntesis y profundidad.

Claudel luchó durante su existencia en la búsqueda de su verdadera vida, pero también fue la misma vida la que le golpeó encaminándole por sendas y cimas que jamás hubiera alcanzado por su propio pie.

Nació en 1868. Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas, después empezó la carrera diplomática, representando a su país brillantemente por todo el mundo.
Hijo de un funcionario y de una campesina, fue el más pequeño de una familia compuesta por dos hermanas más. Un ambiente familiar muy frío le lleva a replegarse sobre sí mismo y, como consecuencia, a iniciarse en la creación poética. 

También incidirá con fuerza en su espíritu el ambiente materialista y ateo de Francia en su época. Las lecturas de Renan, Zola.,y especialmente su paso por el liceo Louis-le-Grand y la visión de la muerte de su abuelo, crean en él un estado de angustia en el que la única certeza es la de la nada en el más allá. Allí se hunde en el pesimismo y la rebeldía.
En medio de ese aire enrarecido y de esa ausencia de horizontes, el joven Claudel busca aire desesperadamente: le llegan bocanadas en la música de Beethoven, y de Wagner, en la poesía de Esquilo, Shakespeare, Baudelaire; y, de repente, la luz de Arthur Rimbaud, un espíritu hermano del suyo, pero que le abría inmensas perspectivas a su vida más profunda y personal que hasta ese momento desconocía. Pero su habitual estado de ahogo y desesperación continuó siendo el mismo.

En la Navidad de 1886 un acontecimiento cambiará su vida. Él mismo narrará, veintisiete años después, lo sucedido:


Piedad de Notre Dame de París


"Así era el desgraciado muchacho que el 25 de diciembre de 1886, fue a Notre-Dame de París para asistir a los oficios de Navidad. Entonces empezaba a escribir y me parecía que en las ceremonias católicas, consideradas con un diletantismo superior, encontraría un estimulante apropiado y la materia para algunos ejercicios decadentes. Con esta disposición de ánimo, apretujado y empujado por la muchedumbre, asistía, con un placer mediocre, a la Misa mayor. Después, como no tenía otra cosa que hacer, volví a las vísperas. Los niños del coro vestidos de blanco y los alumnos del pequeño seminario de Saint-Nicholas-du-Cardonet que les acompañaban, estaban cantando lo que después supe que era el Magnificat. Yo estaba de pie entre la muchedumbre, cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha del lado de la sacristía.

Entonces fue cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida. En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre que no dejaba lugar a ninguna clase de duda, que después, todos los libros, todos los razonamientos, todos los avatares de mi agitada vida, no han podido sacudir mi fe, ni, a decir verdad, tocarla. De repente tuve el sentimiento desgarrador de la inocencia, de la eterna infancia de Dios, de una verdadera revelación inefable. Al intentar, como he hecho muchas veces, reconstruir los minutos que siguieron a este instante extraordinario, encuentro los siguientes elementos que, sin embargo, formaban un único destello, una única arma, de la que la divina Providencia se servía para alcanzar y abrir finalmente el corazón de un pobre niño desesperado: "¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!". Las lágrimas y los sollozos acudieron a mí y el canto tan tierno del Adeste aumentaba mi emoción.


Notre Dame de París

¡Dulce emoción en la que, sin embargo, se mezclaba un sentimiento de miedo y casi de horror ya que mis convicciones filosóficas permanecían intactas! Dios las había dejado desdeñosamente allí donde estaban y yo no veía que pudiera cambiarlas en nada. La religión católica seguía pareciéndome el mismo tesoro de absurdas anécdotas. Sus sacerdotes y fieles me inspiraban la misma aversión, que llegaba hasta el odio y hasta el asco. 

El edificio de mis opiniones y de mis conocimientos permanecía en pie y yo no le encontraba ningún defecto. Lo que había sucedido simplemente es que había salido de él. Un ser nuevo y formidable, con terribles exigencias para el joven y el artista que era yo, se había revelado, y me sentía incapaz de ponerme de acuerdo con nada de lo que me rodeaba. La única comparación que soy capaz de encontrar, para expresar ese estado de desorden completo en que me encontraba, es la de un hombre al que de un tirón le hubieran arrancado de golpe la piel para plantarla en otro cuerpo extraño, en medio de un mundo desconocido. Lo que para mis opiniones y mis gustos era lo más repugnante, resultaba ser, sin embargo, lo verdadero, aquello a lo que de buen o mal grado tenía que acomodarme. ¡Ah! ¡Al menos no sería sin que yo tratara de oponer toda la resistencia posible!

Esta resistencia duró cuatro años. Me atrevo a decir que realicé una defensa valiente. Y la lucha fue leal y completa. Nada se omitió. Utilicé todos los medios de resistencia imaginables y tuve que abandonar, una tras otra, las armas que de nada me servían. 
Esta fue la gran crisis de mi existencia, esta agonía del pensamiento sobre la que Arthur Rimbaud escribió: 

"El combate espiritual es tan brutal como las batallas entre los hombres. ¡Dura noche!". Los jóvenes que abandonan tan fácilmente la fe, no saben lo que cuesta reencontrarla y a precio de qué torturas. El pensamiento del infierno, el pensamiento también de todas las bellezas y de todos los gozos a los que tendría que renunciar -así lo pensaba- si volvía a la verdad, me retraían de todo.

Pero, en fin, la misma noche de ese memorable día de Navidad, después de regresar a mi casa por las calles lluviosas que me parecían ahora tan extrañas, tomé una Biblia protestante que una amiga alemana había regalado en cierta ocasión a mi hermana Camille. Por primera vez escuché el acento de esa voz tan dulce y a la vez tan inflexible de la Sagrada Escritura, que ya nunca ha dejado de resonar en mi corazón. Yo sólo conocía por Renan la historia de Jesús y, fiándome de la palabra de ese impostor, ignoraba incluso que se hubiera declarado Hijo de Dios. Cada palabra, cada línea, desmentía, con una majestuosa simplicidad, las impúdicas afirmaciones del apóstata y me abrían los ojos. Cierto, lo reconocía con el Centurión, sí, Jesús era el Hijo de Dios. Era a mí, a Paul, entre todos, a quien se dirigía y prometía su amor. Pero al mismo tiempo, si yo no le seguía, no me dejaba otra alternativa que la condenación. ¡Ah!, no necesitaba que nadie me explicara qué era el Infierno, pues en él había pasado yo mi "temporada". Esas pocas horas me bastaron para enseñarme que el Infierno está allí donde no está Jesucristo. ¿Y qué me importaba el resto del mundo después de este ser nuevo y prodigioso que acababa de revelárseme?" (Ma conversion. 10-13.)

Una carta de 1904 a Gabriel Frizeau demuestra que el recuerdo de ese instante de Navidad estaba ya fijado entonces: 

"Asistía a vísperas en Notre-Dame, y escuchando el Magnificat tuve la revelación de un Dios que me tendía los brazos".
"Así hablaba en mí el hombre nuevo. Pero el viejo resistía con todas sus fuerzas y no quería entregarse a esta nueva vida que se abría ante él. ¿Debo confesarlo? El sentimiento que más me impedía manifestar mi convicción era el respeto humano. El pensamiento de revelar a todos mi conversión y decírselo a mis padres... manifestarme como uno de los tan ridiculizados católicos, me producía un sudor frío. Y, de momento, me sublevaba, incluso, la violencia que se me había hecho. Pero sentía sobre mí una mano firme.
No conocía un solo sacerdote. No tenía un solo amigo católico. (...) Pero el gran libro que se me abrió y en el que hice mis estudios, fue la Iglesia. ¡Sea eternamente alabada esta Madre grande y majestuosa, en cuyo regazo lo he aprendido todo!".

Paul-André Lesort: Claudel visto por sí mismo.

martes, 8 de mayo de 2012

"Soy un milagro viviente"

"Yo hago arte, y el arte que yo tengo me lo da Dios, porque antes de pintar pido a Jesucristo y a la Virgen que me bendigan y me concedan imaginación".

"El arte viene de Dios, porque la belleza la ha creado Dios". 
"Estuve, no perdido, sino perdidísimo, cuatro veces ingresado, dos veces a punto de morir a causa de tres enfermedades crónicas incurables. Soy un milagro viviente". 
"Por estar en gracia de Dios hago lo que sea, aunque sea revolcarme en un suelo regado de cristales rotos. Estar en gracia de Dios es saber para qué estamos aquí, que esta vida tiene un sentido. Es ser feliz, encontrar el amor puro y tener la seguridad de que no nos vamos a ir al infierno eternamente". 
"La comunión es Dios que se te mete dentro de ti, el acto más sublime, grandioso y trascendental que puede hacer el hombre... pero para eso tiene que estar en gracia. Lo más importante del mundo es estar en gracia de Dios". 
"Al comulgar recibimos también a María, porque Jesucristo tiene la misma sangre que la Virgen".

           Son algunas de las cosas que Fabio MacNamara cuenta en esta entrevista:

                                           


 


martes, 24 de abril de 2012

Cuadri tampoco se esconde

(Fuente: Pablo J. Ginés en forumlibertas.com)

Antonio Cuadri, andaluz afincado en Madrid, fue el creador y guionista de la serie de televisión «Al salir de clase» (era diaria, emitió más de mil capítulos y en ella se formaron decenas de actores de la televisión actual) y director de «Las noticias del guiñol», de «Lo+Plus», «Desesperado Club Social» y de varios capítulos de «Cuéntame». Tiene en su haber cuatro premios Ondas de televisión.

Hace un año y medio se embarcó en un proceso de reflexión espiritual y vivencial que le ha devuelto a la fe católica y a la Iglesia. Este lunes 23 de abril presenta en los cines Callao de Madrid su corto "Hay Mucha Gente Buena", que también puede verse en internet, en www.haymuchagentebuena.es. Cuadri nos explica lo que le ha movido en su itinerario espiritual y su visión actual del arte y la sociedad.

- ¿Cómo empezó este viaje espiritual?

- Hace un año y medio me reencontré con un amigo, Patricio Gómez, que llevaba 20 años sin ver. Él había estado muchos años en Costa Rica. Patricio era un hombre formado en el materialismo dialéctico marxista, pero en Costa Rica se zambulló en la fe, guiado por el ejemplo de un señor de allí llamado don Michael. Este señor Michael no era cura, sino un laico, propietario de unas tierras, pero a Patricio le causó un hondo impacto por su fe. Recuperamos nuestra relación, muy estrecha. y Patricio me invitó a participar en la JMJ, a colaborar con Radio María, en las retransmisiones.

- ¿La JMJ le acercó a la fe?

- Bueno, cuando Benedicto XVI, en El Escorial, habló de “el eclipse de la fe” que vive hoy Occidente, me pareció muy profundo: dice mucho en pocas palabras. Sí, un eclipse es una zona de oscuridad… pero esta oscuridad termina, tarde o tenprano, y vuelve el sol: el Astro Rey siempre resplandece. Ahí estamos hoy.

- ¿Y qué tiene que ver su camino espiritual con Radio María?

- En Radio María, donde Patricio hacía un poco de todo, conocí gente muy comprometida, generosa, auténtica, abierta de corazón. Y sentí que yo quería hacer algo, colaborar con algún audiovisual. Quería hacer “algo útil” para Radio María, era como un llamado, una intuición. Y se lo dije a su responsable, el padre Esteban Munilla. Él me puso en contacto con el programa “Hay mucha gente buena”, el magazín de los viernes. Y decidí contar algunas de sus historias. El resultado es un corto de 18 minutos. Es una historia en clave de comedia, humor, sobre una lucha contrarreloj, sobre tantos voluntarios en esta radio tan especial. ¡Su entrega, desde el principio, me impactó! En el vídeo han colaborado unas 200 personas, incluyendo muchos profesionales del mundo audiovisual o televisivo como Felipe Simón, Javi Jiménez, Fernando Ortí, James Muñoz y otros muchos.

- Usted, ¿de qué trasfondo religioso venía?

- Estuve 13 años en Sevilla estudiando en un colegio claretiano y mantengo las amistades que hice allí. Siempre tuve inquietudes espirituales, incluso en los momentos que estuve más lejos de la fe, o de la Iglesia. Por ejemplo, nunca he dejado de rezar por la noche. Pero han pasado muchas cosas en mi vida. En los últimos diez años, tres de mis hermanos murieron por causas de tipo cardíaco. También he vivido un distanciamiento de mi hijo, algo que me ha dañado. Y cuando me reencontré con Patricio todo eso cristalizó, de alguna manera, en un mirar hacia Arriba, y en un mirar también hacia un territorio nuevo.

- ¿Cómo ve el arte o la sociedad ahora?

- Veo en el mundo de la cultura mucha decadencia… ¡incluso técnica! Hay causas éticas y financieras para esa decadencia… y van juntas. No quiero ser ingenuo, pero me parece que estamos ante los últimos coletazos de algo que se acaba. ¿Confundo la realidad con el deseo? No lo sé, pero veo en la sociedad una falta de amor, una sequía de lo interior, de la realidad, de la verdad.

- ¿Y la religión puede cambiar esto?

- Para mí, la religión es como un manual de instrucciones de la vida, que te enseña a conectar con una Presencia. Incluso en otras religiones veo que es así. Nuestra sociedad gasta muchísimo en tecnología pero creo que es como dar una metralleta a un orangután: mucho desarrollo técnico cuando hay retroceso ético, moral y espiritual. Intuyo que hay una juventud distinta… quizá todo esto tiene que explotar, quizá en unas décadas, y esa juventud lo cambie todo, sea quien reconstruya.

- ¿Ha vuelto a los sacramentos?

- Me volví a confesar hace un año. Hacía unos 15 años que no lo hacía. Para mí fue necesario y gratificante. Creo en la oración, que es un regalo, un don, como la fe. Rezo pidiendo luz, gracia, poder distinguir lo que cambiar de lo que no, pidiendo valor, y paz, para concentrarme allí donde puedo intervenir. En lo espiritual soy bastante “free-lance”, pero los del equipo de “Hay mucha gente buena” me apoyan, me acompañan, me quieren mucho y se lo agradezco.

- ¿Qué le diría a las personas con inquietudes espirituales, pero alejadas de Dios?

- A la gente que se hace preguntas, en búsqueda espiritual, yo les diría, con cierto humor negro, que tengamos la humildad de imaginar donde acabamos todos: ¡en el cementerio! Tengamos la valentía de preguntarnos si creemos de verdad que ahí acaba todo, si no habrá algo, que no es materia, que no se pudre, que perdura. Pensemos además si nuestro rumbo, nuestras decisiones, las podemos decidir solos o si necesitamos un itinerario, unas instrucciones.

- Pero muchos le dirán que ya se tratan con Dios sin necesidad de la Iglesia...

- Lo de tener “hilo directo con Dios”, que dicen algunos, sin comunidad de fe, me parece que es soberbia. Hace falta un marco reglado. Es como quien dice: “yo no necesito a la compañía eléctrica para tener energía, yo ya tengo mi relación personal con la electricidad, con el rayo. Los funcionarios sólo me han hecho chapuzas”. Sí, pero al final necesitas a la compañía eléctrica, al final sí hay un cargo responsable que hace que todo funcione, un jefe que pone orden y hace llegar el suministro.

- Así que en la fe usted encuentra una orientación...

- La Biblia y el Evangelio tienen claves que inspiran a la sociedad, pero además el Espíritu te puede hablar a ti, personalmente, directamente, a través de la Biblia. En nuestros pensamientos a menudo hay muchos falsos ídolos. Creo en Dios, y quiero hacer las cosas bien, y quitar de mí todo lo que sobra.

- ¿Y qué pensarán sus compañeros de profesión? Usted es muy conocido en el mundo de la televisión.

- Bueno, yo nunca he sido de cócteles y estrenos, no los he frecuentado nunca. Muchos siempre me consideraron raro en la profesión y ahora alguno dirá: “yo ya sabía que este tío estaba como una cabra”.

sábado, 21 de abril de 2012

Más claro, agua.

Suelo traer al blog testimonios de personajes conocidos que no se avergüenzan de hablar de su Fe en Dios. Son experiencias que a todos  nos ayuda conocer, máxime cuando se trata de auténticas conversiones. Es el misterio de la gracia de Dios y de la correspondencia del hombre.

Eduardo Verástegui es uno de los que no se cansan de hablar de ello. Por eso dejo aquí uno de los últimos vídeos que he visto donde habla de su conversión, y el tráiler de la película Cristiada, recién estrenada en España. Si Verástegui nos sorprendió  a todos con BellaCristiada, sobre el conflicto armado de los "Cristeros" que vivió Méjico en el trienio del 26 al 29 del siglo pasado, no dejará indiferente. En ella, Verástegui interpreta al hoy beato Anacleto González Flores, laico que luchó por su fe y la libertad de la Iglesia Católica en Méjico.



Y ya que es sábado, día dedicado a la Virgen María, qué mejor que esta imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de Méjico y Emperatriz de América.

El Padre Eterno pintando a la Virgen de Guadalupe,
óleo sobre tela, autor desconocido, siglo XVIII.
Museo de la Basílica de Guadalupe, Ciudad de México.


jueves, 15 de abril de 2010

La conversión de una actriz

Karyme Lozano, actriz y cantante mejicana, divorciada y madre de una hija, ha confesado que hace unos meses regresó a la religión católica y ahora, por haber recibido a Cristo otra vez en su vida, ha rechazado actuar en telenovelas que fomenten la promiscuidad, la infidelidad o la violencia. Karyme ha comentado que se ha reencontrado con Dios, tras haber pasado la difícil experiencia de perder a su padre, víctima del cáncer. “Creo que mi papá intercedió por mí ante Dios, porque a raíz de eso fue que empezó la conversión que ha provocado un cambio tan fuerte y tan radical en mi vida, al punto de ahora considerarla ‘antes y después de Cristo’”. Lozano afirma que tras este nuevo acercamiento con la religión, ella ha cambiado su manera de ser y pensar.

Y si antes Karyme se burlaba del voto de castidad, hoy lo entiende y lo aplica a su vida. “Antes yo tenía la mente abierta, no veía problemas en mantener relaciones sexuales con mis novios, pero ahora entiendo que mi cuerpo es mi templo. Ahora practico la castidad porque he descubierto lo hermoso que es entregarse a alguien después del matrimonio”, asegura. Y afirma tajante que se arrepiente de su imagen sexy y de su trabajo actriz. “Me arrepiento de todo lo que he hecho como actriz, pero entiendo que no fue por maldad, fue por ignorancia”.


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sábado, 24 de enero de 2009

Un día feliz

Una está acostumbrada a ver bautizar a bebés, y sorprende ver en semejante tesitura a un adulto.



La fotos me las envía una amiga, y me cuenta la historia de Alicia, universitaria mejicana que aterriza en España para hacer un máster en Almería.
Llega con el firme propósito de completar sus estudios y de convertirse al catolicismo.

Desconozco su vida anterior y cómo ha llegado a tomar esa decisión. Pero en Almería se puso en contacto con una chica que vive en un centro del Opus Dei.
Allí ha asistido a la catequesis necesaria para recibir los sacramentos de iniciación que son el bautismo, confirmación, y primera comunión.
Y semejante acontecimiento tuvo lugar hace unos días en la parroquia de Santa Teresa. Recibió los sacramentos de manos del Vicario epicopal don Juan Torrecillas, asistido por don Manuel Correal, que es quién la ha preparado.

Arropada por sus amigos y la generosidad de sus padrinos, Inés y Alfonso, dice que fue el día más feliz de su vida. Su cara la delata.
Sabe que Dios existe… y lo disfruta ;-)