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martes, 12 de julio de 2016

Decálogo para formar un delincuente en verano

El juez de menores Emilio Calatayud vuelve a sorprendernos con su genial ironía. Esta vez nos explica cómo criar delincuentes veraniegos sin esfuerzo:

Capítulo primero 

Desde su más tierna infancia, dé a su hijo todo lo que le pida. Así crecerá convencido de que el mundo le pertenece. Y en verano, queridos padres, esforzaos doblemente, así, cuando lleguen septiembre y las clases, os hará una bonita peineta y se quedará en la cama. Por supuesto, que el móvil esté siempre a su disposición, no vaya a ser que le entre un trauma al chiquillo en plenas vacaciones y os denuncie por maltrato psicológico.

 Capítulo segundo 

No se preocupe por la educación ética o espiritual de su hijo. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente. Y en verano no se preocupe por la educación a secas del niño, que esté dando la lata en la piscina hasta las tres de la madrugada y si alguien le riñe, póngase de parte de su hijo.

Capítulo tercero 

Cuando su hijo diga palabrotas y groserías, celébrelo con unas sonoras carcajadas. Eso le animará a hacer cosas todavía más graciosas como tirarse a lo bomba sobre niños más pequeños que están intentando aprender a nadar o hacer equilibrios sobre la barandilla del balcón del apartamento, etc.

Capítulo cuarto 

Nunca riña a su hijo ni le diga que se ha comportado mal. Podría crearle un complejo de culpabilidad. ¡Y a ver quién encuentra un psicólogo en pleno verano para que anime a la criaturita!

Capítulo quinto 

Recoja todo lo que su hijo deje tirado por ahí. Ni se le ocurra obligarle a recoger los bañadores mojados ni las chanclas ni nada, que le puede dar la ciática. Que lo haga la madre que los parió o el ‘pae’… Que los niños están de vacaciones. Seamos comprensivos.

Joaquín Sorolla y Bastida, 1863-1923 

Capítulo 6 

Déjele ver y leer todo lo que salga por el móvil o la tele (porque no creo que se les ocurra coger un libro). Que su cabeza se llene de basura, pero que los cubiertos con los que come estén limpios como los chorros del oro. Por supuesto, no hace falta que el niño se lave las manos o se ponga una camisa para comer después de venir de la playa o la piscina, que igual le da una lipotimia. Y si van a un restaurante, que deje el asiento bien mojado para que el que venga luego lo sienta fresquito. 

Capítulo 7 

Discuta con su mujer o con su marido siempre que pueda y delante de los niños. En verano hay todo el tiempo del mundo para dedicarse a esa práctica tan instructiva para los hijos.

Capítulo 8 

Sed generosos con los niños. Que en verano tengan todo lo que pidan: la barca hinchable, el viaje en pedalo, el parque acuático, los frigodedos para desayunar, comer y cenar, la entrada para la discoteca de adultos… Si lo hacéis así el niño nunca sospechará que para conseguir esas cosas hay que trabajar.

Capítulo 9 

Satisfaga todos sus deseos, apetitos y placeres. El sacrificio y la austeridad podría suponer una frustración más grande que la muerte de ‘Chanquete’. Y eso tampoco es, que la generación de la EGB todavía no se ha recuperado de aquello.

Capítulo 10 

Póngase siempre de su parte en cualquier conflicto que tenga con otros veraneantes. Que destruye una estatua de arena de playa que a un tipo le ha costado dos días levantar y éste le grita, denuncie al artista por agredir psicológicamente a un menor. Hasta ahí podíamos llegar…

Sed felices.

viernes, 25 de julio de 2014

A solas, frente a un mar de Sorolla

Por Eva Fernández en alfayomega.es

Si sabes escuchar, los cuadros te susurran. En más de una ocasión habrás sentido la experiencia de dejarte atrapar por una pintura, que te obliga a guardar silencio para que ningún ruido exterior entorpezca esa emoción única que produce el encuentro fortuito con una obra de arte. 

Mirar el mar a través de los ojos de Sorolla significa sentir el movimiento de las olas, escuchar el chapoteo de los niños en la orilla, tocar las redes de los pescadores, rozar el blanco de las damas paseando por la arena y hasta oler la sal que parece envolver la espuma que sube y baja con las mareas. 

   

El mar, siempre el mar. Un tema esencial en la pintura de este pintor valenciano, cuya obra se expone ahora en Caixa Forum Barcelona, hasta el próximo 14 de septiembre. La muestra se titula Sorolla, el color del mar, y refleja la historia de la pasión que el pintor siempre sintió por la paleta de colores que la luz despliega en las playas mediterráneas, o cantábricas, a distintas horas del día.

La contemplación de cualquiera de las marinas de Sorolla ha de ser necesariamente lenta, para que dé tiempo a sentir todo lo que su autor quería contarnos en sus pinceladas. Sólo así descubriremos que la belleza toca nuestra alma y la engrandece. Imposible no quedar enganchado ante ese azul del mar y no pensar en el Misterio. En ese momento, se descubre que una obra de arte tiene algo de sagrado. La belleza conmociona y trasciende. Alegra y eleva el corazón. Transforma el ánimo y facilita la oración.


Corriendo por la playa, 1908

En 1900, Joaquín Sorolla se encontraba en el apogeo de su carrera. En la Exposición Universal de París, recibió el premio más codiciado para los artistas de la época: el Grand Prix. Claude Monet fue el elegido para entregarle el galardón y, ante todos los impresionistas del momento, lo situó entre los grandes: «Es el maestro de la luz».

Niña en un mar de plata, 1909

Quien visite esta exposición -que viajará próximamente a Palma de Mallorca y a Zaragoza- podrá descubrir que no existe un solo reflejo de los tonos que la luz vuelca sobre el mar, que no haya sido recogido por el pincel de Sorolla. Para conseguirlo, se fijó en el agua, un elemento muy difícil de observar y de reproducir, porque siempre está cambiando, y puso todo su empeño en mostrar una imagen del mar que se aproximara al máximo a la impresión que tiene el ojo humano, incluyendo los reflejos, las transparencias y la distorsión que sufren los cuerpos dentro del agua.

Clotilde y Elena en las rocas de Javea, 1905

En contraste con el mar, el ropaje blanco de su mujer, protagonista de muchas de sus pinturas, nos revela otra de las pasiones de Sorolla: su familia. Cuando viajaba, escribía a su casa hasta dos veces al día. En una carta a su mujer, Clotilde García del Castillo, mientras se encontraba en Sevilla, le decía:
«Ya te he contado mi vida de hoy, es monótona, pero qué hacerle, siempre te digo lo mismo, pintar y amarte, eso es todo, ¿te parece poco?» 
La frase resume de alguna manera la biografía de Sorolla, un artista familiar, entregado a su trabajo apasionadamente. El mar, el sol, la luz... Seguro que algún día de este verano tendrás la oportunidad de sentarte frente al mar y comprobarás que sana, restaura el ánimo y nos abraza en su inmensidad. Como la vida. Como un cuadro de Sorolla.

Clotilde en la playa, 1903

sábado, 26 de enero de 2013

Sol de invierno

Joaquín Sorolla: Jardín de invierno.


Es mediodía. Un parque.

Invierno. Blancas sendas;

simétricos montículos

y ramas esqueléticas.

Corinne Quibel


Bajo el invernadero,

naranjos en maceta,

y en su tonel, pintado

de verde, la palmera.

Konstantin Andreyevich Ukhtomsky


Un viejecillo dice,

para su capa vieja:

«¡El sol, esta hermosura

de sol!…» Los niños juegan.

Winslow Homer, 1872.


El agua de la fuente

resbala, corre y sueña

lamiendo, casi muda,

la verdinosa piedra.

Antonio Machado

Joaquín Sorolla: Reflejos en la fuente.