Mostrando entradas con la etiqueta Alegría. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Alegría. Mostrar todas las entradas

lunes, 25 de junio de 2012

Veintiséis años, la gracia de Dios y buen humor

Mañana, 26 de junio, se cumple un nuevo aniversario del "Dies natalis" de san Josemaría. Agradezco a mi amiga Elena Baeza su amabilidad al permitirme publicar el artículo que ha escrito por semejante motivo.

El fundador del Opus Dei es un santo contemporáneo, muchos miles de personas aún en vida le han conocido y tratado, ya sea de un modo esporádico o en una convivencia íntima y prolongada. Por suerte, el arco de su existencia se ha desplegado en una época donde las tecnologías han ayudado a poder registrar gestos y palabras: películas, vídeos, grabaciones y notas de conversaciones o de simples anécdotas familiares que nos han facilitado conocer no sólo su quehacer y sus virtudes, sino su semblante y su estilo, en definitiva su manera de ser.

Cuando el día 2 de octubre de 1928, por inspiración divina, vio que todos los hombres pueden aspirar a ser santos haciendo de todo trabajo, por humilde que sea, ocasión de encuentro y diálogo con Dios, él se preguntaba cómo llevar a cabo lo que Dios le pedía, “si sólo tengo 26 años, la gracia de Dios y buen humor. Y nada más”. ¡De su sí a la llamada de Dios dependían tantas cosas!: cientos de miles de personas se entregarían a Dios en medio del mundo y millones de hombres y mujeres de los cinco continentes compartirían su espíritu.

Una constante de su carácter, que subrayan cuántos le conocieron en cualquiera de las etapas de su vida, ha sido la alegría y la simpatía arrolladora de su modo de ser y de actuar. ¡Y, es el buen humor que tenía! No era simplemente una alegría fisiológica. Es mucho más. Es la alegría de los hijos de Dios. En muchos escritos sobre su vida se pueden leer comentarios como: “Me sorprendió su sentido del humor”. “Quedé removido por dentro”. “Todos reímos mucho”. “Tuve la convicción de estar muy cerca de Dios”.

Sabía reír como un niño, con anécdotas o chiste, o con las actuaciones divertidas, más o menos improvisadas, que en las tertulias de familia procuraban de vez en cuando hacer pasar un rato agradable. ¡Cuántas carcajadas ha hecho surgir el santo con sus ocurrencias y sus anécdotas! Su contagioso sentido del humor fue el instrumento para atraer a miles de almas a Dios.
Me trae a la memoria los últimos días de vida de mi madre, muy devota de él que cogía su estampa para la devoción privada, -no sabemos que le pediría-, pero cuando acaba de encomendarse a él, repetía siempre: “mira se ríe de los que le pido” y, es que dentro de sus sufrimientos ella veía la sonrisa que probablemente él le transmitía.

En estos tiempos que corren de angustia, de crisis económica, viene bien mirar y quedarse con la vida de un santo conocido también como “Maestro de Buen Humor”, que tanta falta nos hace para recuperar esa paz que tantos anhelan.

En la vida de san Josemaría –como en la de cualquier persona- no faltaron las contradicciones ni las enfermedades. Si alguno de sus hijos sufría, podía proponerle: ¿Quieres un plan eficaz? Te doy éste, muy experimentado en nuestro Opus Dei: “callar, rezar, trabajar, sonreír”. Porque de que sirve enfadarse, si luego tienes que desenfadarte, no has conseguido nada y has tenido doble trabajo. “La verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre” (Camino, 657).

martes, 23 de febrero de 2010

El poder de una sonrisa

Practica una caridad alegre, dulce y recia, humana y sobrenatural; caridad afectuosa, que sepa acoger a todos con una sincera sonrisa habitual; que sepa comprender las ideas y los sentimientos de los demás.


—Así, suavemente y fuertemente, sin ceder en la conducta personal ni en la doctrina, la caridad de Cristo —bien vivida— te dará el espíritu de conquista: tendrás cada día más hambre de trabajo por las almas.

(San Josemaría, Forja, nº 282)

jueves, 23 de julio de 2009

Alegres



“Junto al segundo pilar del coro, a la derecha del lado de la sacristía». Recuerda el lugar con toda exactitud años después. En un día de Navidad, Paul Claudel tuvo una experiencia que transformó su vida. Fue una iluminación instantánea que le abrió rotundamente, a él que se movía en la increencia, a una fe confiada. La razón que le impulsó a creer, fue así de sencilla: «Las gentes que creen son felices». No tuvo necesidad de romper ninguna estructura del positivismo que le encerraba. Simplemente la abandonó; se salió de ella.

Dejar transparentar la alegría –segundo fruto del espíritu que posee quien vive en la fe– sigue siendo hoy un gran testimonio. De modo semejante a cómo la luz brilla más en la oscuridad nocturna, la alegría es más notoria en un ambiente de tedio, miedo o mal humor. La alegría es el talante de quien vive gozosamente, con profundidad cristiana las alegrías, pacientemente las dificultades, esperanzadamente el dolor, estribando esa alegría en su confianza en Dios: es la fe hecha vida.

En el extremo opuesto están los que se sienten avergonzados o acomplejados de transparentar la fe en su vida ante el ateo o el agnóstico, como si en algo le superaran en cuanto tales. Una u otra postura tienen mucho que ver con la profundidad y tensión en la vida interior: la del Espíritu en nuestra alma. En una conciencia creyente, pero donde la imagen de Dios es oscurecida o mutilada, no hay capacidad de provocar el interrogante, desde la alegría existencial, a quien se debate en la increencia.

Por el Card. Ricardo Mª CARLES en www.larazon.es

sábado, 21 de marzo de 2009

Los alegres... curan.

Es el título de un artículo que leí hace tiempo y con el que estoy completamente de acuerdo. La alegría verdadera nace de dentro. Nada la puede quitar, porque tiene raíces profundas.

Este el el artículo:

"Era una máxima de Juan XXIII, el Papa «bueno»:
- «Estar alegre. Hacer el bien y dejar cantar a los pájaros».También le gustaba repetir la frase que le salía del alma:
- «Sed alegres … buenos … santos».

El Premio Nobel de literatura, Neruda, escribía sobre la alegría:


«Como la tierra
eres necesaria.
Como el fuego
sustentas los hogares.
Como el pan
eres pura.
Como el agua de un río
eres sonora.
Como abeja
repartes miel volando...»


- La alegría hay que trabajarla …
- La alegría nace del esfuerzo, del sacrifico, de la donación …
- La alegría es consecuencia del amor, de la generosidad …
- La alegría se alimenta de la bondad y del bien hecho …
- La alegría verdadera … nace de la imitación de Jesucristo...

De ahí la pregunta:
- ¿Acaso se puede hacer el bien sin alegría?
- ¿Acaso la persona alegre puede dejar de hacer el bien?

El médico y escritor, F. Rabelais, que ejerció de cirujano en Lyon y con experiencia en cenobítica, afirmaba y con razón que:
- «Las personas alegres... curan»

Hermas, Padre apostólico romano, de principios del siglo II, autor de la obra escrita en griego, El Pastor de Hermas, que ejerció gran influjo sobre los autores cristianos posteriores, nos dice:
- «Revístete de alegría … que es siempre grata a Dios. Ten en la alegría … tus delicias... Porque toda persona alegre … obra bien y menosprecia la tristeza»."

J. M. Alimbau
La Razón. 2007-04-25

Pienso que la alegría se manifiesta en una sonrisa. Pero a veces, aunque la sonrisa no salga, se puede cantar de alegría por dentro.

¡Regala sonsrisas!