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viernes, 5 de febrero de 2016

Las trampas del cambio de sexo en menores

Por Luis Luque, 1 febrero 2016, en aceprensa.com

¿Qué hacer si un niño o adolescente presenta la hoy llamada disforia de género, o trastorno de identidad sexual? Algunos colectivos reclaman que se le otorgue el cambio de sexo inmediato, para que figure y se le considere a todos los efectos como persona del sexo con que se identifica. Pero las prisas pueden ser muy desaconsejables en un asunto tan delicado. De lo que se trataría sería de hacer desaparecer los límites mínimos de edad establecidos para que un chico o chica con disforia de género accediera a los tratamientos con hormonas del sexo contrario, con el fin de acelerar el proceso de adopción de la nueva identidad. 

En Suecia, a principios de 2015, la Federación Sueca por los Derechos de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (RFSL) entregó al gobierno un informe en el que aconsejaba eliminar el tratamiento médico o psicológico de los menores de edad previamente a su cambio de sexo legal. 

Los datos de persistencia indican que entre el 80 y el 95% de niños que dicen sentirse del sexo contrario, no seguirá experimentando el trastorno tras la adolescencia.
Lo que pretenden, además, es que adolescentes de 15 años puedan someterse a la intervención quirúrgica sin contar con el consentimiento de los padres, y que los de 12 años puedan hacerlo con el consentimiento de solo uno de ellos. Si el otro se negara, el gobierno podría tomar su voz y decidir. La iniciativa, de ser aprobada en todos sus puntos por el gabinete sueco, podría convertirse ley de modo ya inminente.

También en España se querría presionar el acelerador: “Las personas tienen derecho a vivir la infancia con arreglo a su identidad sexual y no tienen por qué exponer su situación ante nadie, pero el Estado decide qué se hace con el niño”, lamenta Javier Maldonado, miembro de la directiva de Chrysallis, asociación española que agrupa a familias de menores con trastorno de identidad de género. “Una injerencia –añade–: no le permite el cambio de nombre, ni de género, ni la hormonación. No le permite nada, porque es un menor. No hay una ley integral que permita rectificar el error registral cuando nació, o que acoja su derecho a recibir tratamiento hormonal antes de que empiece su desarrollo”
Sin embargo, varias experiencias demuestran que la existencia del individuo tras el “cambio de sexo” no es exactamente idílica, y que surge, no pocas veces, el deseo de volverse atrás. 

Del diagnóstico errado, al arrepentimiento 

En un artículo de la Revista Española de Endocrinología Pediátrica, el Dr. Felipe Hurtado Murillo describe las tres fases de las que consta el protocolo del proceso de cambio de sexo: la psicológica, la hormonal y la quirúrgica, y concede una particular importancia a la primera, de diagnóstico y evaluación psicológica del menor, para poder establecer que este no esté sufriendo un trastorno diferente al propiamente calificado como de identidad de género. Porque existen varios: travestismo fetichista, travestismo no fetichista, orientación sexual egodistónica, trastorno de la maduración sexual, trastorno por aversión al sexo, etc. En tal sentido, el Dr. Hurtado advierte: “Un diagnóstico equivocado es un factor predictivo de arrepentimiento posterior tras el tratamiento de reasignación sexual”. “La cantidad de personas que retoman su identidad de género original no se conoce, porque la mayoría de los que se arrepienten no se someten a otra cirugía de sentido inverso”. 

Una vez culminada la etapa de evaluación, y comprobada la persistencia de la disforia de género, se inicia una terapia encaminada a disminuir sus niveles de esteroides sexuales y evitar que aparezcan los caracteres sexuales secundarios. Son los llamados bloqueadores hormonales, que congelarían el natural desarrollo del adolescente según su sexo físico, aunque el organismo podría retomarlo si se le dejaran de suministrar esos esteroides. 

A partir de los 16, sin embargo, el asunto cobra otras dimensiones, pues la terapia pasa a ser la aplicación al individuo de hormonas de sexo cruzado, que terminan marcando el sistema reproductivo de los menores por el resto de sus vidas. De hecho, una de las consecuencias de este tratamiento es la esterilidad, que puede ser irreversible. Quizás por ello, la Sociedad de Endocrinología de EE.UU. afirma que este tratamiento no debe aplicarse a menores de 16 años, un criterio en el que coinciden sus pares de Holanda, Australia y Países Bajos. 

El propio Grupo de Identidad y Diferenciación Sexual de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (GIDSEEN), que de hecho aconseja el tratamiento hormonal a partir de los 16 años, recomienda que sean equipos multidisciplinarios los que se encarguen de identificar el fenómeno de la disforia en cada caso de estudio antes de proceder hormonal y quirúrgicamente. 
He aquí lo que explican en su reciente Documento de Posicionamiento: “La persistencia (de la disforia de género) en niños es claramente menor que en adultos. Los datos de persistencia indican que una gran mayoría (80-95%) de niños prepuberales que dicen sentirse del sexo contrario al de nacimiento, no seguirá experimentando tras la pubertad la disforia de género, dificultando con ello el establecimiento de un diagnóstico definitivo en la adolescencia”. 

“Como si viviera una mentira” 

Que detrás de los deseos no siempre hay la madurez necesaria para darles paso a las hormonas y al bisturí, lo ilustra el caso del británico Mathew Attonley, de 30 años, quien por mucho tiempo deseó ardientemente ser Chelsea, y en 2008, con 23 años, se sometió a una intervención de cambio de sexo, valorada en 10.000 libras con cargo al NHS (el sistema de salud pública), para ganar su nueva apariencia. Hoy se declara “agotado”, harto de calzarse zapatos de tacón alto y ponerse maquillaje: “Pensé que la cirugía me haría sentir completo, pero no fue así –narra, citado por el rotativo The Daily Mail–. Sabía muy adentro que, incluso si me sometía a la cirugía, todavía sería alguien que había nacido como hombre, pero hice lo mejor que pude para bloquear mis sentimientos”
En este momento, Mattew busca que el NHS asuma el pago de 14.000 libras de una terapia para reducirle nuevamente los pechos y una intervención de reconstrucción del pene. “Siempre sentí que era una mujer, pero ninguna cantidad de cirugías puede darme un cuerpo realmente femenino, y es como si estuviera viviendo una mentira”

Lo mismo le sucedió al estadounidense Walt Heyer: estaba casado y era padre de dos hijos, pero en 1984, a los 42 años, y mientras pasaba por el proceso de hormonación con estrógenos, tomó la decisión de cambiar quirúrgicamente de sexo y pasar a ser Laura Jensen. Su disforia había comenzado muy temprano, a los 4 años; de hecho, ya su abuela lo vestía como una chica. Pero tras vivir 8 años como transexual, se sometió a una nueva operación, esta vez para eliminar los rasgos físicos femeninos de que le habían dotado artificialmente. 

El trastorno de identidad de género no parece asociado a ninguna mutación de ninguno de los principales genes involucrados en la diferenciación sexual, según un estudio “La mayoría de los chicos (con disforia) están siendo animados por sus padres, que no son conscientes de las consecuencias a largo plazo y del daño físico y psicológico que sufrirán durante toda su vida”, explica Heyer a Aceprensa. “Hay una prisa innecesaria por manipular el proceso natural del desarrollo del niño, que puede resultar muy dañina para él. Desde hace mucho tiempo (1979), los médicos recomiendan abstenerse de cualquier tratamiento con hormonas de género cruzado hasta que el individuo llegue a la edad de 18 años, e incluso 21”

¿Existe en EE.UU. alguna estadística sobre el número de personas que hacen el “camino de vuelta”?, inquiero. 
La cantidad de personas que retoman su identidad de género original no se conoce, porque la gran mayoría de los que se arrepienten y retoman su vida no se someten a otra cirugía ‘de sentido inverso’, pues ni sus sentimientos ni sus funciones pueden ser totalmente restaurados. Han perdido partes del cuerpo. La verdad es que la pérdida de funciones y de sentimientos es absolutamente irreversible tras una intervención quirúrgica”

Sin trasfondo hormonal ni genético 

Cuando en octubre pasado la feminista australiana Germaine Greer se posicionó contra el cambio hormonal y quirúrgico del sexo masculino al femenino, escandalizó a no pocos abanderados de la ideología de género. Su “pecado” fue afirmar que las mujeres transexuales no llegarían jamás a ser realmente mujeres, sino solo una interpretación masculina de la feminidad. “Si le pidiera a mi médico que me implantara orejas largas (…), y si me vistiera con un abrigo marrón, eso no me convertiría en un cocker spaniel”, ironizó. 

En el mismo sentido va el testimonio del propio Walt Heyer en The Federalist: “Mi sexo biológico no cambió, con independencia de a cuántos procedimientos me sometiera o de cuántas hormonas tomara. Mi vida no volvió a ser la misma y mi cuerpo quedó mutilado para siempre”. 

En cuanto trastorno de autoaceptación, el de identidad de género es semejante a la bulimia y la anorexia Y en esto radica, pues, el quid de la cuestión: en que el dictado del sentimiento no modifica la realidad biológica, y es más arduo de lo que se cree hallar a alguien que habite en un “cuerpo equivocado”. 
Un estudio efectuado en 2013 por la Universidad La Sapienza lo avala. El objetivo era evaluar el perfil hormonal y genético de transexuales de hombre a mujer, para lo que se tomó una muestra de 30 individuos de entre 24 y 39 años, todos ya sometidos a terapias hormonales con estrógenos y antiandrógenos. Tras los análisis de rigor, el equipo investigador pudo concluir que el trastorno de género “no parece estar asociado a ninguna mutación molecular de ninguno de los genes principales involucrados en la diferenciación sexual”

Un desorden de autoaceptación 

El fenómeno presenta muchos signos que delatan una arista psicológica, solo que los grupos LGTB, con vistas a normalizar las terapias trans, intentan quitar todo viso de desorden psiquiátrico a esta condición y eliminar toda referencia lingüística “patologizante” sobre ella. Expertos en el tema insisten, por su parte, en no ignorar el componente mental del fenómeno. 
El Dr. Paul McHugh, ex jefe de Psiquiatría del John Hopkins Hospital, institución pionera en las operaciones de “reasignación de sexo” en los años 60, compara el trastorno de identidad de género con la bulimia y la anorexia, en cuanto desórdenes de autoaceptación: no importa cuál sea la realidad, el individuo siempre estará inconforme con su estado físico, y actuará en consecuencia para corregirlo, aunque atente contra su salud. “La mayoría de los pacientes que se sometieron a tratamiento quirúrgico –narra a The Wall Street Journalse dijeron ‘satisfechos’ con los resultados, pero sus consiguientes ajustes psicosociales no fueron mejores que los de quienes no habían sido intervenidos. Fue entonces que decidimos suspender las cirugías de reasignación de sexo, porque obtener un paciente ‘satisfecho’ pero todavía con problemas, nos pareció una razón inadecuada para seguir amputando órganos normales”
La medida fue, pues, prudente, visto que ni mujeres ni hombres nuevos, sino hombres “feminizados” y mujeres “masculinizadas”, con sus problemas de identidad aún a rastras, son toda la recompensa que se puede esperar. Tal vez por ello sea oportuno que los adultos tomen sus decisiones solo tras reflexionar sobre el largo plazo, de manera que los chicos no lamenten un día las prisas con que se quiso sacar adelante “sus” intereses.


domingo, 13 de febrero de 2011

Aborto "de saldo", prostitución y menores de edad

"Si la prostituta es de 14 años, el aborto es igual, pero más caro”. Dos vídeos secretos sobre Planned Parenthood revelan que la clínica aceptaba meretrices menores de edad y sin papeles. Ha recibido más de 1.000 millones de dólares públicos.

Artículo de Luis Rivas en el diario La Gaceta.

Un hombre entra en una consulta y se identifica como proxeneta. Le acompaña una de sus bisoñas empleadas, que acude en representación del gremio. Su propósito es desentrañar el procedimiento legal para obtener prescripciones de abortos, que, para su alborozo, no será tan escrupuloso como pensaban. “De acuerdo, no queremos que nadie tenga problemas”, asiente la directora de la clínica. Una de las nimias singularidades de las prostitutas, no obstante, es que tienen “en torno a 14 o 15 años”, susurra el patrón. “Yo nunca les he dicho esto”, responde su interlocutora: “Pero si tienen 14 años o menos y necesitan un aborto sólo pasen por ahí... sus protocolos son menos estrictos”. La orientadora busca un ejemplar de los derechos del menor y exclama: “¡Son como mi Biblia!”. Ríe con teatralidad. Sin embargo, surge otro inconveniente. “Algunas de mis chicas no hablan inglés...”, insinúa él. “Entiendo que no tienen papeles...”, confirma ella. La prostituta calla. “¡Inmigrantes bienvenidas!”, sentencia la gobernanta.

El vídeo, grabado de soslayo durante una consulta en un centro de Planned Parenthood (Paternidad Planificada) en Nueva Jersey, recoge, asimismo, que la empresa “quiere saber lo menos posible”, lo que no es óbice para que la directora de la clínica aconseje a las chicas que se hagan pasar por “estudiantes” para lograr “precios más baratos” y que, llegado el caso, no olviden indicar que “su pareja es de su misma edad o menor”. Será sencillo si cumplen una orden: “Sólo hablen conmigo o con mi cómplice”, en el ámbito oral, mientras que con los formularios la premisa es similar: “Dejen las casillas en blanco y digan que no entienden nada, que quieren ver a la enfermera”. La gobernanta, por último, advierte al proxeneta de que sus empleadas no podrán practicar sexo en dos semanas pero le asesora, acaso ruborizada: “¿Obtener dinero durante este tiempo? Seguirán activas de cintura para arriba”.



Los rutilantes papeles de proxeneta y prostitutas fueron desempeñados hace 10 días por activistas provida de la asociación Live Action. Según esta agrupación, “Planned Parenthood recibe más de 350 millones de dólares de las arcas públicas cada año”, cantidad que, no obstante, se queda corta apreciando otras estimaciones. El congresista republicano por Nueva York Chris Smith calcula que “practican 324.000 abortos cada año y han derivado ya más de 1.000 millones de dólares en honorarios pagados por nuestros Gobiernos”.

La previsible polémica, entretanto, ha abocado a la presidenta de Planned Parenthood, Cecile Richards, a enviar una carta al fiscal general de Estados Unidos, Eric Holder. La misiva explica que el procedimiento de actuación en casos como el registrado consiste en alertar a las autoridades, pero que su equipo consideró que “se trataba de una broma de mal gusto”. No obstante la explicación, la protagonista de la mofa, Amy Woodruff, ha sido despedida con celeridad. Lila Rose, presidenta de Live Action, interpreta que “claramente no pensaron que era una broma si han echado a la implicada”. Pese a que el cese de la directora del centro de Nueva Jersey fue argumentado en una “política de tolerancia cero con este tipo de comportamientos”, una nueva grabación, difundida hace una semana, refleja un procedimiento similar en otra sucursal, aunque en esta caso en Virginia.

Estos documentos ilustran el prosaico debate surgido a raíz de la iniciativa republicana en el Congreso que pretende lograr que “ni un sólo dólar público sirva para financiar abortos”. La propuesta, introducida por el citado Smith como H.R. 3, será votada en el Capitolio en las próximas semanas. Esta legislación pretende reformar la ley reproductiva firmada por Richard Nixon en 1970, calificada de “pobre e insuficientemente explicativa” por el bloque conservador, y que financia en la actualidad, según datos del Departamento de Salud, la planificación sexual de 5 millones de mujeres en todo el país. Pese a que el Título X de la normativa prohíbe expresamente el empleo de fondos públicos en abortos, los supuestos y excepciones han convertido la ambigüedad en su ámbito de operaciones. “Se trata de personal de Planned Parenthood ayudando y alentando el tráfico sexual de menores. Este vídeo expone la duplicidad de discurso y una criminalidad potencial. Es una atrocidad”, señala Smith.

La iniciativa cuenta con el pertinaz apoyo de una decena de asociaciones ciudadanas. Las herramientas empleadas por estos contribuyentes anónimos para difundir sus acusaciones se asemejan a las del Tea Party. Sirva de ejemplo Live Action, que insta a sus miembros a realizar “una labor de lobby con familiares, amigos y vecinos a través del correo electrónico, enviar cartas al director a los diarios y dirigirse a las oficinas locales de los congresistas”. Para Rose, “estamos ante un problema institucional muy grave y la gente está empezando a prestar atención”. Evidentemente, su percepción es antitética a la de Planned Parenthood, que ha indicado que “lo que los americanos quieren es que el Congreso se centre en arreglar la economía y crear empleos”.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Juegos de género

Por Juan Manuel de Prada en ABC, 2.11.10

Como todos los totalitarismos que en el mundo han sido, la aspiración primordial de la ideología de género es completar una ingeniería social; esto es, disolver los vínculos naturales que forman el tejido social para, una vez convertido ese tejido en una suerte de papilla informe, sustituir tales vínculos por creaciones artificiosas que conviertan a las personas en lacayos del poder establecido.

En su proceso de deconstrucción social, la ideología de género propugna que no existen ni el sexo ni la diferencia sexual como realidades innatas al ser humano; y que sólo existen "géneros", es decir, roles adquiridos, producto de una determinada práctica social. Para cambiar tales roles, la ideología de género ha declarado batalla sin cuartel a la institución familiar, que considera el último bastión de resistencia en su programa de ingeniería social.

Y, aplicando el esquema de la lucha de clases marxista a las relaciones familiares, las presenta como relaciones conflictivas: así, el amor entre los esposos se convierte en relación de dominio, en la que florecen todo tipo de violencias y alienaciones; y, una vez convertida la vida de pareja en campo de Agramante, se pueden desarrollar "políticas de igualdad" que finjan poner coto a las violencias en el ámbito familiar (cuando lo que en realidad pretenden es engendrar dichas violencias), a la vez que "salvan" a los hijos, otorgando al Estado un falso título de legitimidad para encargarse de su educación. Así, la ideología de género se asegura el adoctrinamiento de la sociedad desde la propia infancia.

La obsesión de la ideología de género por la sexualidad de los niños es comprensible. Puesto que la diferencia sexual se considera una "alienación" impuesta desde instancias sociales represoras, el objetivo primordial debe ser combatir todo lo que perpetúa tal "alienación".

Para acabar con la diferencia sexual entre hombres y mujeres, es preciso que el sexo de conciba no como algo determinado por el nacimiento, sino como una suerte de "asignatura de libre configuración", que cada quisque elige, según la "orientación sexual" que en cada momento de su vida le pete. Así, convirtiendo la práctica sexual en una actividad meramente lúdica, se construye una nueva utopía de hedonismo que preconiza la consecución de la felicidad a través de la exaltación del deseo sexual, sin límite moral, legal o corporal alguno.

Chesterton la vislumbró hace casi un siglo, cuando auguró que no tardaría en proclamarse una nueva religión que, a la vez que exaltase la lujuria, prohibiese la fecundidad. Tal religión ya ha sido instaurada; y toda la panoplia legal desplegada en los últimos tiempos —reconfiguración de la institución matrimonial, consagración del llamado "derecho a la salud reproductiva y sexual", educación para la ciudadanía y demás flores pútridas de la ideología de género— no tiene otro afán sino otorgar cobertura jurídica a una revolución ideológica que trata de cambiar radicalmente la sociedad, moldeando la esfera interior de las personas.

En esta estrategia revolucionaria debe enmarcarse esta nueva pretensión de controlar el recreo de los niños en las escuelas, mediante el establecimiento de centinelas de género que vigilen los "protocolos de juego" y transmitan "los valores y principios adecuados". Pura y dura ingeniería social que podemos despachar con cuatro risas y cuatro bromas chuscas; pero algún día, no tardando mucho, la risa se nos congelará en la boca, en un rictus de horror. Para entonces, ya será demasiado tarde.

sábado, 22 de mayo de 2010

Ideología de género

Novedad de la editorial Sekotia:

La ideología de Género o el Género como herramienta de poder, demuestra de forma amplia que la ideología de género es una forma de pensamiento –primero– y de actuación –segundo– totalitaria. Con el adjetivo totalitaria se quiere expresar la pretensión de abarcar todos los aspectos de la vida personal y social del individuo. Quiere ser una nueva forma de antropología, que pretende “crear” un nuevo ser humano, para luego expandirse e informar sobre el comportamiento en la vida social.

A diferencia de otros movimientos totalitarios en la historia de la humanidad, éste pretende colarse desde el pensamiento del individuo para lograr de forma natural su manera de comportarse en la sociedad. La ideología de género busca imponerse de forma totalitaria, mediante el ejercicio del poder absoluto, en especial a nivel supranacional –y desde allí recalar en los distintos pueblos y naciones–, mediante el control de los medios de propaganda y de elaboración cultural. La documentación al respecto es abrumadora. Juzgue el lector.

La ideología de Género o el Género como herramienta de poder, es un libro imprescindible para el reconocimiento de los cambios sociales que se pretenden ejecutar desde la política y que afectan a la sociedad en el individuo, de forma que todo en él se transforme y sea condicionado a un comportamiento único y por lo tanto más manejable. Como consecuencia de todo esto, estudia la ideologización de los Derechos Humanos como instrumentos para manipular los principios de la Salud Sexual y Reproductiva e imponer en países desarrollados o en vías de desarrollo.
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