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lunes, 8 de febrero de 2016

La cuestión feminista

Por Jutta Burggraf. Publicado en Arvo.net.

Injusticias del pasado 

En el siglo XVIII, por ejemplo, se podía afirmar sin miedo alguno a recibir una silba: “Una mujer que piensa es tan repugnante como un varón que se maquilla”.(G. E. LESSING). Parece, de hecho, que el despliegue de la personalidad femenina se limitaba entonces a expresarse encima, y no con la cabeza. 
Conocemos, quizá, las pinturas de la época en las que se presentaban las mujeres con enormes cofias bordadas. (H. WESTHOFF-KRUMMACHER). Encima de las cabezas llegaban a darse verdaderas explosiones de creatividad. 

Franz Xaver Simm (1853–1918): La bordadora.

El ama de casa exhibía sus virtudes de laboriosidad, limpieza y habilidad manual a través del tocado, teniendo la cofia un alto valor comunicativo. Mostraba lo bien que las mujeres podían coser y bordar. Al fin y al cabo, encima de su cabeza es donde la mujer llevaba su completa educación, siendo el último toque el devocionario entre las manos. Sólo así se cumplía con la obligación de ser el orgullo y honor de su marido. 

Durante siglos, los varones realmente no tomaron demasiado en serio a las mujeres, y durante milenios las despreciaron. Algunos afirman que la miseria comenzó ya en las antiguas civilizaciones. Fue entonces cuando Aristóteles erigió la tesis de que la naturaleza había creado algunos individuos para que éstos mandasen sobre los demás, y otros para que les obedeciesen. Entre los primeros estarían, por supuesto, los varones, entre los segundos las mujeres. Desde entonces, se dice, los varones se envanecieron… 

Algunas personas sensatas amonestan que no debemos exagerar. La vida es en verdad más amplia, más rica, tiene más matices. Durante el transcurso de la historia, a las mujeres no sólo se les maltrató, sino también se les honró, no sólo las despreciaron, sino también las amaron. A la inversa, también hubo casos de varones ofendidos por mujeres, y no pocas veces, éstas se valieron para ello de cualquier fingimiento, chantaje y tormento oculto. 

Yo, francamente, no creo que sea posible leer toda nuestra historia cultural como una novela policíaca en la que exclusivamente las pobres mujeres son las oprimidas, humilladas, ridiculizadas y maltratadas por los varones malos, consiguiendo, finalmente, liberarse de ellos. Gran parte de las tensiones entre varones y mujeres son indudablemente de carácter bilateral y personal. Pero, aparte de esto, no podemos negar una clara infravaloración del sexo femenino que se ha plasmado mundialmente en innumerables convenciones y normas sociales. Pienso que ha habido evoluciones enormemente equivocadas precisamente en los últimos trescientos años. 

 Las primeras reacciones de las mujeres 

Es de agradecer que, al irrumpir la Revolución Francesa, algunas mujeres inteligentes supieron darse cuenta de que los derechos humanos tan ensalzados beneficiaban tan solo a los varones. De ahí que Olympe Marie de Gouges redactara en septiembre de 1791 la famosa
Declaración de los derechos de la mujer”, entregada a la Asamblea Nacional para su aprobación. Detrás de ella había un gran número de mujeres organizadas en asociaciones femeninas. Se definían a sí mismas como seres humanos y ciudadanas, y proclamaban sus reivindicaciones políticas y económicas. Es interesante, por ejemplo, el artículo VII de esta declaración, que reza: “Para las mujeres no existe ningún régimen especial: se les acusa, se les mete en prisión y permanecen en ella, si así lo prevé la ley. Las mujeres están sometidas de la misma manera que los varones a las idénticas leyes penales.” 
El artículo X es aún más preciso: “La mujer tiene el derecho a subir al patíbulo.”  

Las mujeres no querían seguir sin voz ni voto, preferían que se les castigara e incluso padecer la muerte, antes de ser consideradas esclavas y seres sin responsabilidad. Desgraciadamente, Olympe de Gouges fue degollada, y junto con ella otras muchas mujeres famosas. Se les prohibió reunirse a las mujeres bajo pena de cárcel y sus asociaciones fueron disueltas a la fuerza. Su misión, por lo pronto, parecía haber fracasado. En cambio, las mujeres no se resignaron. En Inglaterra comenzaron a fundar un llamado “movimiento contra la esclavitud”. Partían de la base de que también se les tenía que conceder los derechos de sufragio y ciudadanía, igual que se había hecho con los antiguos esclavos. Una de las protagonistas exclamó: “Todo el sexo femenino ha sido despojado de su dignidad. Se le pone a una misma altura con las flores cuyo cometido es sólo el de adornar la tierra.” (M. WOLLSTONECRAFT

No vamos a ver ahora las luchas feministas con sus logros y recaídas. En el siglo XX las mujeres consiguieron por fin ser admitidas, de modo oficial, en la enseñanza superior y en las universidades y alcanzaron la igualdad política, al menos según la ley. Pero esto vale sólo para el mundo occidental. En muchos países de África y Asia falta todavía mucho para llegar a esta meta; allí las mujeres, con frecuencia, siguen estando lejos de poder realizar un trabajo en condiciones humanas. Y aún donde han conseguido una igualdad en la vida pública –como es el caso de América y Europa–, quedan todavía numerosos estereotipos y prejuicios por eliminar. 

 Valor idéntico de los sexos 

A pesar de ello tenemos hoy, en principio, conciencia clara de que la posición de la mujer está al lado del varón; no es inferior ni tampoco superior a él. Mirando al pasado, el Papa Juan Pablo II ha pedido perdón, reiterada y públicamente, por las injusticias cometidas contra las mujeres por parte de los varones cristianos. (JUAN PABLO II: Carta a las mujeres, 3.) Eso me da confianza. Me llena de alegría, además, que podemos encontrar a personas singulares, en todas las épocas, que no tenían problemas con la “cuestión femenina”. 

Ciertamente, no es la revolución feminista la que tiene que convencer a un cristiano del valor idéntico de los sexos. Basta echar una mirada al primer libro de la Biblia que narra la creación del mundo.(Génesis 1,27). Allí se puede leer inequívocamente que Dios creó al hombre –varón y mujer– a su imagen y semejanza. Esto significa que ambos sexos tienen una misma imagen de su origen; la dignidad de ambos está fundamentada en Dios. Tanto el varón como la mujer tienen una interioridad y profundidad propias, con la posibilidad de comprender el mundo, de ser creativos y de desarrollarse en libertad. El “ser imagen de Dios”, no es introducido al ser humano desde fuera, no es algo yuxtapuesto, sino que constituye su estructura esencial. No creó Dios primero al hombre, para luego imprimirle su imagen. El varón y la mujer no tienen una imagen de Dios en sí; son, desde un principio, en su unidad de cuerpo y espiritualidad, imagen divina. 

La mujer, en consecuencia, no es un ser definido en relación al varón. Ella tiene valor y dignidad por sí misma, no los recibe de otro. No es sólo “la hija del presidente” o “la madre del arquitecto”. Puede ser ella misma presidenta o arquitecta. El relato de la creación de una costilla común reafirma lo señalado, (Génesis 2, 18-25) pues no es ninguna “prueba” de la subordinación de la mujer, sino una expresión de la igualdad de los sexos, que han sido hechos de la misma “materia”. 

Al comienzo de la historia humana, Adán y Eva están juntos, uno al lado del otro y frente a Dios, con igual libertad, valor y responsabilidad. Ambos poseen una última y exclusiva relación inmediata con Dios; y a ambos les fue confiado el gobierno de la tierra como tarea común. El doble encargo de administrar los bienes y de procurar descendencia fue dado a los dos, no recibió Adán el primero y Eva el segundo. Esto quiere decir, en concreto, que ambos, varón y mujer, han de compaginar las exigencias de su trabajo profesional con la necesaria dedicación a la familia.


lunes, 8 de octubre de 2012

Morricone explica como su fe se hace música

Fuente:  http://www.religionenlibertad.com/

Con motivo de esta gira ha decidido recuperar una partitura que lleva en el cajón 48 años. Se titula La Biblia.

La noticia saltaba allá por el mes de agosto: el maestro compositor italiano Ennio Morricone -conocido por las memorables bandas sonoras de los “spaghetti western” de los años sesenta, pero sobre todo por las de películas inolvidables como “La Misión”, “Los intocables”, “Cinema Paradiso”, o “El clan de los sicilianos”- prepara la partitura de un gran musical internacional sobre la figura de Juan Pablo II que se estrenará en 2013 y que cuenta con el apoyo entusiasta del cardenal y arzobispo de Cracovia, Stanislao Dziwisz

Mi fe contribuye en mi música

Morricone siempre ha reconocido públicamente su fe: “Cuando tengo que escribir una pieza religiosa, ciertamente mi fe contribuye a ello. Hay una espiritualidad que siempre permanece en mi composición», explica el compositor, diplomado en el Conservatorio romano de Santa Cecilia con el profesor Goffredo Petrassi: “La espiritualidad presente en sus partituras me ha marcado siempre, aunque yo nunca me he considerado un compositor solo místico-sacro”, sostiene. 

Haciendo repaso de su trayectoria musical, Morricone cree “haber tocado al máximo lo sagrado cuando he relatado el alma del hombre en las series de televisión sobre Juan XXIII y Juan Pablo II, pero también en las películas de Sergio Leone, donde además de violencia, hay siempre esperanza. Una esperanza que siempre he incluido implícitamente en todas mis partituras”, reconoce. 
Un balance artístico que parte de una certeza, explica Morricone: “la de haber recibido la gracia del talento y haber tenido la fortuna de estudiar música”. “Un intercambio de emociones”. 

Después de haber escrito la partitura de casi 500 filmes y trabajado con los principales directores, (Leone, Bertolucci, Brian De Palma, Tornatore, Polanski, Tarantino…), a sus 84 años, Ennio Morricone sigue en plena ebullición profesional y se ha embarcado en una gira que celebra sus diez años de conciertos en directo por todo el mundo: “Siempre había dirigido mis músicas, pero solo en el estudio de grabación. Hace diez años me pidieron que las dirigiera en un concierto”, explica en una entrevista al diario italiano Avvenire. Desde entonces, el maestro ha llevado sus bandas sonoras al Teatro de la Scala, al Royal Albert Hall, a la Asamblea General de la ONU en Nueva York o la mismísima Plaza de Tiananmen en Pekín. “Cada vez que me he subido al estrado no he podido dejar de llevar al atril la suite de la música para la película La Misión, explica Morricone, que con la memoria vuelve al 28 de septiembre de 2002, cuando, en la Arena de Verona comenzó su aventura de conciertos en directo: “Dirigir en el teatro mis músicas me ha producido un extraño efecto: acostumbrado a escuchar las notas por los cascos, en directo me he encontrado de pronto oyéndolas junto al público que respiraba tras de mí, en un intercambio de emociones continuo”, relata. 

Un inédito sobre el Antiguo Testamento 

Con motivo de esta gira ha decidido recuperar una partitura que lleva en el cajón 48 años. Se titula La Biblia: “Son quince minutos de música inédita. Hace muchos años me pidieron una maqueta para una película sobre el Antiguo Testamento: la música les gustó mucho, pero, por elección del productor, la película nunca se llegó a rodar”. 
El compositor la ha recuperado y la ha convertido en un fresco en dos cuadros: “La creación y la Torre de Babel para orquesta y coro: si en la primera parte, el relato es confiado a los instrumentos, en la segunda las voces cantan un texto en hebreo”, explica el galardonado compositor, que, entre otros, cuenta con el Premio Honorífico de la Academia, cinco nominaciones al Óscar, cinco Baftas y un Grammy

En la tierra de Juan Pablo II  

Satisfacciones profesionales ha tenido muchas, empezando por los Óscar, pero, “nunca he tenido tiempo de disfrutarlas porque siempre he trabajado mirando hacia delante. He tenido también momentos de profunda crisis superados gracias a la confianza en las capacidades y el talento que me han sido dados”. Y también hoy, en el umbral de los 84 años, -los cumplirá el próximo 10 de noviembre con un concierto en Milán- , su ritmo de vida no ha cambiado: “Me levanto muy pronto, sobre las cuatro y media de la madrugada. Hago gimnasia, leo los periódicos, y a las ocho y media ya estoy trabajando”. 

 Sobre la mesa tiene la banda sonora para el próximo film de Giuseppe Tornatore, La migliore offerta. Pero me espera un viaje a Polonia donde me darán un premio: a la tierra del beato Juan Pablo II llevaré Tra cielo e terra, una página dedicada al papa polaco». 

La figura de Karol Wojtyla ya ha sido llevada a los escenarios con musicales anteriores, como el titulado.
No tengáis miedo, visto por más de 21.000 personas en España y representado el pasado 5 de agosto en Polonia, y el rockero Wojtyla Generation, centrado en historias de jóvenes que vivieron bajo su pontificado y lo siguieron durante las Jornadas Mundiales de la Juventud, dirigido por Raffaele Avallone, estrenado en Polonia en el año 2009 y representado en la pasada JMJ Madrid 2011.



domingo, 13 de mayo de 2012

La mano que salvó a Juan Pablo II

Icono de Fátima

13 de mayo de 1981, 17.19 p. m: el mundo presencia atónito el atentado contra Juan Pablo II perpetrado por el turco Alí Agca en la Plaza San Pedro que pudo ser fatal pero no lo fue. 

Cuando fui alcanzado por la bala no me di cuenta en un primer momento que era el aniversario del día en que la Virgen se apareció a tres niños en Fátima”, reveló poco después el Pontífice y agregó que fue su secretario personal, el cardenal Dziwisz, quien lo notó después de la operación en la que le extrajeron un proyectil del intestino.

Durante su convalecencia, el Papa pidió que le entreguen un informe sobre las apariciones de Fátima, que estudió en detalle hasta llegar a la conclusión que debía su vida a la amorosa intercesión de la Virgen.

Un año después del atentado, el 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II viajó por primera vez al Santuario de Fátima para “agradecer a la Virgen su intervención para la salvación de mi vida y el restablecimiento de mi salud”, y consagrar Rusia a la Virgen.

En diciembre de 1983, el Papa visitó en la cárcel al hombre que intentó matarlo. El mismo Alí Agca habló de Fátima. “¿Por qué no murió? Yo sé que apunté el arma como debía y sé que la bala era devastante y mortal. ¿por qué entonces no murió? ¿por qué todos hablan de Fátima?

Bala que hirió a Juan Pablo II
incrustada en la corona de María
Un año más tarde, Juan Pablo II formalizó su devoción y agradecimiento a la Virgen donando al santuario de Fátima la bala que le extrajeron, la misma que desde 1984 está engarzada en la aureola de la corona de la imagen mariana que preside el santuario.

En 1991 el Santo Padre regresó al santuario, donde afirmó que “la Virgen me regaló otros diez años de vida”. En más de una ocasión ha señalado que considera todos sus años de Pontificado posteriores al atentado como un regalo de la Divina Providencia a través de la intercesión de la Virgen de Fátima.

Juan Pablo II también se referió a los dos mensajes conocidos de la Virgen de Fátima y en su visita de 1982, consagró solemnemente el mundo entero al corazón inmaculado de María, siguiendo una de las recomendaciones dadas por la Virgen a los pastorcitos.

Tras un encuentro con la sor Lucia, la tercera vidente y única sobreviviente de Fátima, Juan Pablo II repitió la consagración dos años más tarde, tras escribir una carta a los obispos de los cinco continentes para que se unieran a la celebración.

Sobre el tercer secreto no revelado de Fátima se han hecho múltiples especulaciones. El Santo Padre, conocedor del mismo, escribió al respecto que “Cristo triunfará a través de Ella, porque quiere que las victorias de la Iglesia en el mundo contemporáneo y en el futuro estén unidas a ella”.

(Aciprensa)

lunes, 2 de abril de 2012

Juan Pablo II en el Cielo. ¡Todos a Colón!

Dos de abril de 2005. Cerca de las 10 de la noche, los móviles empezaron a sonar. A todos nos llegaba el mismo mensaje: "Juan Pablo II en el Cielo. ¡Todos a Colón!". Dicho y hecho. Al cabo de media hora me veía en la madrileña plaza de Colón, rodeada de cientos de personas, regueros se iban añadiendo mientras avanzaba la noche. 

Es difícil encontrar palabras para lo que vivimos allí aquella noche. Espontáneos gritos: "se nota, se siente, Juan Pablo está presente". Y así era. Juan Pablo II estaba allí, una vez más. Fue como una nueva Pascua antes de la Pascua.

Grupos de gente que de modo espotáneo rezaban el rosario. Otros cantando: "¡Juan Pablo, amigo, España está contigo!". Alegría, mucha alegría, y paz. 

De igual modo, fueron muchos los que espontáneamente cogieron la mochila y se fueron a Roma. Una vez más, el Papa de los jóvenes, atrayendo como un imán. Por ser auténtico, por exigir, por ser un hombre de Dios.

A los pocos días, empezaron a llegar noticias de los frutos de aquel día: conversiones, vidas nuevas, reconciliaciones, y vocaciones. Como la de mi amiga Virginia, que de dejó su trabajo en un bufete madrileño y hoy es una clarisa feliz.

Me siento orgullosa de pertenecer a la generación de los jóvenes de Juan Pablo II, el que consiguió que Jesús se metiera, de modo inexorable en la vida de tantos.  

Dejo este vídeo, especial para mí, porque me encontraba en el Cortile di san Damaso. Fue la primera vez que vi a Juan Pablo II, en el Univ. Dejó huella aquel día en mí, entonces adolescente. La alegría del Papa arrastraba a tomar decisiones comprometidas y serias, de fidelidad.
Me gusta pensar que así, con esa risa nos contemplaba a todos aquel 2 de abril en Colón.


viernes, 6 de mayo de 2011

El cardenal Dziwisz habla de Juan Pablo II

Por Jesús Colina

Después de cuarenta años como secretario inseparable de Karol Wojtyla, el cardenal Stanislaw Dziwisz, hoy arzobispo de Cracovia, confiesa que todavía tiene cosas por descubrir de Juan Pablo II. En esta entrevista, responde a preguntas que han surgido en torno a las revelaciones surgidas con motivo de la beatificación.

¿Cómo conoció a Juan Pablo II?

Le conocí cuando era mi profesor en el Seminario y, como obispo auxiliar de Cracovia, me ordenó sacerdote. Nunca habría imaginado todo lo que vino después. Sólo me dijo: «Venga para ayudarme». «¿Cuándo?», le pregunté, sin esperarme esta petición suya. «Hoy mismo», respondió. «Iré mañana», le repliqué. Comenzó así mi servicio junto a Karol Wojtyla, sin más palabras, sin acuerdos específicos.

¿Como describiría su personalidad?

El Papa era muy gentil, pero firme: dirigía las situaciones hasta el último día de su vida. Con delicadeza, pero con firmeza. No reaccionaba de manera emotiva: era su gran fuerza. Durante el Viaje al Chile de Pinochet, por ejemplo, cuando la Misa estuvo a punto de ser interrumpida, a causa de desórdenes e intervino la policía del dictador con gases lacrimógenos, el Papa fue el único que se quedó en el palco, no se movió.
No se unía a ningún poder civil. El régimen soviético tenía miedo de él, no sabía cómo anunciar su elección al papado, porque liberaba a la gente del miedo: No tengáis miedo, es el eslogan de su pontificado. Era un hombre de gran personalidad: no dejaba las cosas sin resolver. Las polémicas de estos días sobre un presunto silencio sobre el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, que después fue condenado por Benedicto XVI, proceden de ambientes hostiles. Él no condenaba a las personas sin juicio, pero era muy firme.

Hemos sabido por Joaquín Navarro-Valls que el Papa conservaba en pequeñas fichas, en su reclinatorio, intenciones de oración que procedían de todo el mundo. ¿Cómo era?

El Santo Padre las tomaba una tras otra, durante su oración, y las presentaba al Señor. Él nos había enseñado a transcribirlas, a partir de las cartas que le llegaban, para recogerlas todas juntas: hemos aprendido de él a respetar cada petición y a no descuidar ninguna. Hoy seguimos haciendo lo mismo en la Curia de Cracovia: las transcribimos y las proclamamos en la oración de los fieles, pidiendo al Santo Padre que interceda ante Dios.

Concretamente, usted, ¿cómo piensa mantener la herencia que ha dejado Juan Pablo II?

Estamos creando un centro en Cracovia, que tendrá como lema una de las frases más importantes del pontificado: ¡No tengáis miedo!, las palabras que pronunció al inicio de su ministerio papal. Oficialmente, el proyecto se inauguró el 2 de enero de 2006. Queremos promover la espiritualidad del Santo Padre y su mensaje con cursos de espiritualidad, de formación en el estudio de sus obras y de todos sus discursos. En el centro se podrá visitar un museo dedicado a la vida y a la actividad del Papa, y una casa destinada a encuentros con los jóvenes, además de una institución para el voluntariado. Acogerá también una casa para peregrinos que vengan a Cracovia a seguir las huellas de Juan Pablo II. En la cripta, bajo la iglesia del centro, se conservarán algunas reliquias del Beato. En particular, la sotana que llevaba el día del atentado, el 13 de mayo de 1981, con los agujeros de las balas y las manchas de sangre. Se podrá ver también una ampolla con la sangre de Juan Pablo II, tomada por los médicos para los tests clínicos en el último día de vida. Fue Navarro-Valls quien me sugirió que pidiera a los médicos algo de sangre del Papa. Yo lo hice y los médicos me dejaron una ampolla con su sangre, que todavía está líquida, pues creo que mezclaron una sustancia química para que se preservara con el pasar del tiempo.

Según los rumores, Juan Pablo II hizo milagros en vida. ¿Es verdad?

En Polonia, muchos llaman a Juan Pablo II cudotwórca, que se puede traducir como el que hace milagros, pues atribuyen al Santo Padre una fuerza particular de intercesión. El Papa lo sabía, pero nunca quería hablar de ello. A quien le daba las gracias por haberle curado, el Santo Padre le respondía: «Es el Señor quien hace los milagros, no el hombre». Hemos recogido y seguimos recogiendo testimonios en este sentido, y contamos con amplia documentación. Pero yo sigo diciendo lo que decía Juan Pablo II: los milagros son obra de Dios y tienen lugar gracias a la fe de las personas que piden la gracia.
Tenemos, por ejemplo, el testimonio de una mujer enferma de cáncer en el cerebro que pidió al Santo Padre que rezara por ella. Él le impuso las manos pidiéndole que implorara a la Divina Misericordia, de quien Wojtyla era muy devoto. Poco después, la mujer volvió para decir que había sido curada.

¿Qué ve hoy en Juan Pablo II?

Siempre está presente en mi oración, y estoy convencido de que está a mi lado y me ayuda. Me doy cuenta de la necesidad que tengo de redescubrirle. Descubrirle y, quizá, quererle todavía más. Era un hombre de una gran riqueza espiritual, que la gente intuía en su interior. Hoy tengo que descubrir de nuevo esta profundidad espiritual e intelectual. Le quería como si fuera mi padre, y ahora le quiero, además, como el Bienaventurado que ya es.

jueves, 13 de enero de 2011

Beatificación de Juan Pablo II


La beatificación de Juan Pablo II podría ser el próximo uno de mayo, ha asegurado hoy el obispo polaco Tadeusz Pieronek, quien ha explicado que "lo único que queda en la decisión del Benedicto XVI es la fecha" del acontecimiento. En declaraciones a la radio pública polaca, ha apuntado a los meses de mayo y octubre como los escenarios de la esperada ceremonia, aunque ha precisado que "es más probable" que sea el primero de mayo.

Para el obispo, la beatificación de Juan Pablo II será una gran oportunidad de que Polonia pueda mostrar al mundo la importancia y el bien que el Papa polaco hizo durante los 26 años de su pontificado, el tercero más largo en la historia de la Iglesia Católica. La prensa italiana ha informado en los últimos días de que el proceso de beatificación del fallecido Papa se encuentra en su recta final, a pocos días de que se presenten las pruebas de sus milagros ante su sucesor, Benedicto XVI.

Fuente: EFE

jueves, 6 de mayo de 2010

Malraux y los ataques al Papa

*Ignacio Carbajosa en www.larazon.es 

Para entender el panorama que han generado los ataques al Papa en las últimas semanas, a raíz de los abusos a menores por parte de sacerdotes católicos, y para comprender algunas de sus motivaciones ocultas, resultan verdaderamente esclarecedoras unas palabras de André Malraux.

Con la desolación de la Primera Guerra Mundial todavía en los ojos, Malraux describía así en su obra La tentación de Occidente la situación de la cultura europea, que, destronando a Dios, había alcanzado sólo un reino de muerte: «Para destruir a Dios, y después de haberle destruido, el espíritu europeo ha aniquilado todo lo que podía oponerse al hombre: llegado al término de sus esfuerzos, como Rancé ante el cuerpo de su amante, no encuentra más que muerte (...). No existe ningún ideal por el cual podamos sacrificarnos, porque de todos conocemos la mentira, nosotros que no sabemos qué es la verdad. La sombra terrestre que se alarga detrás de los dioses de mármol basta para apartarnos de ellos».

No se trata ahora de discutir los datos de una campaña que, sorprendentemente, pretende identificar en la Iglesia católica la clave de un problema, el del abuso a menores, que afecta a toda la sociedad y en la que los sacerdotes implicados no son más que un ridículo porcentaje en el conjunto de los casos de tan terribles abusos. Las durísimas palabras del Papa en su carta a los católicos de Irlanda, condenando los hechos y una cierta actitud de encubrimiento, bastan para comprender la postura de la Iglesia en este asunto.

La lúcida perspectiva histórica de Malraux nos ayuda a entender la parábola que las acusaciones a la Iglesia pueden describir y a comprender cuál es la verdadera necesidad de Occidente y de nuestra sociedad española en concreto. Hasta ahora la sociedad bienpensante se había conformado con arrinconar de hecho a la Iglesia católica al ámbito de lo «irrelevante». Separados los ámbitos de la razón (sociedad civil y científica, lugar del saber) y de la fe (Iglesia, lugar del creer entendido como «devoción»), la comunidad eclesial es tolerada como un resto del pasado, centrado en unas reglas morales y en unas prácticas piadosas. La Iglesia es respetada como institución benefactora, que lleva a cabo un asistencialismo digno de admiración. Otros incluso la miran con simpatía como guardiana de los valores de Occidente, especialmente frente al inquietante panorama del multiculturalismo. Pero en las últimas décadas, especialmente a partir del pontificado de Juan Pablo II, la Iglesia ha tenido la osadía de levantar su voz para proponer públicamente una palabra verdadera sobre la naturaleza del hombre y su destino, sobre su felicidad, sobre la recta convivencia entre los hombres. Y esto resulta intolerable.

De modo consciente o inconsciente, los ataques que estos días recibe el Papa parecen mostrar, en palabras de Malraux, que «no existe ningún ideal por el cual podamos sacrificarnos, porque de todos conocemos la mentira». Desenmascarados los últimos ideales del siglo XX con la caída del Muro de Berlín, sólo quedaba un ideal arrinconado, aunque peleón: el de la Iglesia católica, sostenido por figuras moralmente irreprochables como Teresa de Calcuta o el papa Juan Pablo II, o como los misioneros que dan su vida en zonas como Haití... o todos los curas anónimos que, sin publicidad, se dejan la piel en los barrios marginales de las grandes ciudades. Era necesario seguir atacando en su raíz la naturaleza «excepcional» de la Iglesia.

Detrás de los titulares de estos días podríamos leer el siguiente mensaje: lo que hasta ahora se podía considerar una institución admirable, envuelta en una aureola de bondad, no hace sino producir «monstruos» con sus leyes eclesiásticas. Los sacerdotes, con un celibato trasnochado, no son más que «monstruos», que intentan canalizar como pueden una pulsión que su ideal no puede colmar. Estos hechos desenmascararían la mentira del último gran ideal de la humanidad occidental: el ideal cristiano. «La sombra terrestre –el horrendo delito de algunos curas– que se alarga detrás de los dioses de mármol basta para apartarnos de ellos» (Malraux). No pueden vivir así, es imposible. Sólo generan monstruos. La Iglesia no sólo es inútil. Además es nociva. Y volvemos a la visión de las ruinas de Occidente que hacía reflexionar a Malraux.

Derrocado Dios y todo ideal no nos queda más que convivir con nuestra propia maldad. Que, a su vez, genera maldad y violencia. Pero tal vez podría ser éste nuestro punto de partida. En efecto, la gran cuestión de la cultura occidental, y en concreto de nuestra sociedad española, es si hay algo más fuerte que el mal, que el odio, que nuestra mezquindad y que nuestra debilidad. Sinceramente, no encuentro una cuestión más radical. Y ésta es una cuestión que interesa a todos. Porque las personas que en este tiempo arrojan suciedad contra el Papa, y contra la Iglesia católica en general, son las primeras en experimentar, aunque sea inconscientemente, esta necesidad: ¿hay algo más fuerte que mi incapacidad de querer bien a mi mujer, de tratar adecuadamente a mis hijos o de construir relaciones duraderas? Ésta no es sólo la pregunta que se hacen las víctimas de los abusos, que desean salir de una pesadilla tan injustamente inscrita en sus vidas, o la pregunta que se hacen los sacerdotes condenados, hundidos en el océano del remordimiento. Es la misma pregunta que se hacía el eclesiástico mujeriego Rancé, citado por Malraux, ante el cadáver de su amante, la condesa de Montbazon. En estos días de Pascua la Iglesia vuelve a proclamar a los cuatro vientos el acontecimiento histórico que está en su origen: «¡Ha resucitado! ¡El sepulcro está vacío!» Cristo ha roto las cadenas de la muerte, venciendo el límite del tiempo y del espacio. Éste es el anuncio que ha proclamado la Iglesia durante dos mil años y que sigue proponiendo hoy: Cristo está vivo, presente en la vida de su Iglesia, ofreciendo un abrazo que es más fuerte que el mal y que toda nuestra mezquindad. Él ha tenido piedad de nuestra nada. Frente a un anuncio como éste no sirven los prejuicios, de nada vale volver la cabeza, o descalificar de entrada, especialmente si uno alberga un resquicio de humanidad necesitada, consciente del propio límite. Es un anuncio que se propone a la libertad de las personas. Y exige una verificación. Toda la suciedad que se encuentra en la Iglesia (¡incluso si se multiplica!) será un motivo de renovado dolor y deseo de reparación, pero no puede presentarse como excusa ante la necesidad apremiante de verificar una afirmación que interesa a toda la sociedad española: verdaderamente hay algo más fuerte que nuestro mal y el mal de la humanidad entera. La historia de Rancé (inmortalizada en la novela de Chateaubriand) es muy ilustrativa a este respecto. Manchado su traje eclesiástico y provocado por la pregunta radical ante el cadáver de la condesa, se convirtió y llegó a ser el gran reformador de los trapenses. El mal no fue objeción ante el abrazo que Cristo ofrecía a su humanidad dolorida.

*Catedrático de Antiguo Testamento en la Facultad de San Dámaso y responsable de Comunión y Liberación en España.

jueves, 29 de abril de 2010

La confesión cambia vidas

Leonardo Mondadori

Sin llegar al extremo de las conversiones en el lecho de muerte, la edad madura, cuando se hace balance de la experiencia acumulada, puede ser otra oportunidad para Dios. Es lo que le ocurrió al Jesús Polanco italiano, Leonardo Mondadori, Presidente de la editorial del mismo nombre, una de las más importantes de Italia. Providencialmente, se reconcilió con la Iglesia en 1994, dos años antes de que le fuera diagnosticado el cáncer de páncreas que acabó con su vida en 2002.

Cuenta la historia Giuseppe Corigliano, Director de la oficina del Opus Dei en Italia y amigo del editor: después de que Mondadori editara Camino, de san Josemaría Escrivá, «me dijeron que Leonardo Mondadori quería reunirse conmigo porque sentía curiosidad por la temática de Camino. Fui encantado y encontré a un señor simpático y muy vivaz que quería dar vida a un filón cultural que fuese en dirección opuesta» al modelo imperante, jacobino-libertino. «Le gustaba el tema de la santificación del trabajo, aunque, en homenaje a la cultura laica imperante, optamos por llamarla ética del trabajo. Tenía coraje y deseo de hacer cosas. Al mismo tiempo, permanecía un poco cerrado porque advertía que su estilo de vida no era del todo justo. Su vida se había complicado con dos divorcios y era, como poco, desordenada».

Don Giuseppe subraya que «es bello cuando un laico colabora con un sacerdote para acercar un alma a Dios. Se debe superar el muro sacramental, es decir, la Confesión. Cuanto antes empiece a confesarse, más rápido será su progreso espiritual». Por ello, un día, mientras comían, se ofreció a presentarle a don Leonardo a un sacerdote. Don Umberto de Martino, el elegido, «era delicado y exigente al mismo tiempo. Yo también lo frecuentaba. Le precisé a Leonardo: Mira que no es un tipo que haga rebajas. Si no te sientes cómodo, te recomiendo otro».

«Leonardo encontró en él -continúa don Giuseppe- la claridad del mensaje cristiano sin rebajas ni atenuaciones. Creo que lo más determinante en su conversión fue la decisión de ser sincero en la confesión. Llamar a la virtud, virtud, y al pecado, pecado, fue lo que le gustó y le hizo cambiar. Evidentemente, era la gracia de Dios. Mes tras mes, lo encontré cada vez más contento y con más ganas de hacer cosas. También aumentó la confianza y no escondía nada de su vida».

Leonardo Mondadori tuvo aún la oportunidad de hacer mucho bien: «Con él, la editorial Mondadori resultaba casi una familia. Y dio un testimonio bellísimo en su ambiente milanés de la alta burguesía, rica y despreocupada. Su cambio impresionó a muchos». 
Su deseo de hacer cosas se tradujo en varias aportaciones al mundo editorial: editó un libro sobre el Opus Dei de Vittorio Messori; otro sobre el matrimonio para preparar a los jóvenes y evitarles el sufrimiento que supusieron para él sus dos fracasos matrimoniales; y, sobre todo, Cruzando el umbral de la esperanza, el libro-entrevista a Juan Pablo II, también de Messori. Fue este mismo autor el que colaboró con Mondadori para publicar el relato de su conversión, pocos meses antes de su muerte.

miércoles, 7 de abril de 2010

Dos nuevos milagros de Juan Pablo II


Por Alex navajas en La Razón


«Miré la imagen de Juan Pablo II y, simplemente, me puse de pie». La frase no tendría mayor misterio si no fuera porque el que la pronunció, Joe Amaral, era paralítico desde hacía 30 años. Su historia la recogía el pasado miércoles la cadena norteamericana ABC News y se trata de uno de los dos posibles milagros atribuidos al anterior pontífice que han aparecido en la última semana. 

El otro es el del antiguo peluquero de Juan Pablo II cuando éste era aún cardenal. Gianni Vecchio se declaraba comunista confeso, algo que no impresionaba al Papa polaco. «No pasa nada, no te preocupes. Se ve que eres una persona buena», le contestaba. «Cuando entraba en la peluquería, siempre decía: “¿Cómo está mi comunista?”. "En otras ocasiones hablábamos de mi familia, de mis hijas», rememora Vecchio.

Tras una confesión

Pero volvamos al caso del estadounidense Joe Amaral. Feligrés asiduo de la parroquia de San Antonio de Padua, en New Bedford, arrastraba una parálisis desde su juventud. «Recuerdo verle con frecuencia con sus muletas, tratando de subir las escaleras de granito de la iglesia», ha explicado a ABC News su párroco, el padre Roger Landry. «Me conmovía al ver la gran fe que poseía», agrega.

Un sábado del año 2008, Amaral fue a confesarse con el sacerdote. «Algo ocurrió», rememora el feligrés. «El domingo por la mañana me desperté y me sentía diferente», explica. Físicamente se encontraba igual, «pero estaba lleno de una gran paz». «Sentí que, en ese momento, necesitaba rezarle a Juan Pablo II», añade. 
Cuando terminó, encendió la televisión y apareció un documental sobre el anterior pontífice. Nada más verle, sus 30 años de parálisis quedaron para el recuerdo. Fue inmediatamente a visitar a su médico. «Me puse frente a él y le entregué mis muletas. Durante cinco minutos permaneció mudo», afirma. El médico, que conocía perfectamente su historial, musitó: «No hay ninguna razón médica para explicarlo».

El caso de Gianni Vecchio ha ocupado muchas páginas de los rotativos italianos. En los años 70, uno de los asiduos clientes de su peluquería, ubicada cerca del Vaticano, era el cardenal Karol Wojtyla. Tras la muerte de Juan Pablo I, durante la elección del nuevo Papa, Gianni se encontraba en la plaza de San Pedro cuando el nuevo Papa salió al balcón de la basílica. Entonces reconoció la voz de uno de sus clientes. «Cuando le vi, grité: “¡Yo le conozco, le he cortado el pelo!”. "Fue un día muy alegre para mí».

Hace unos meses, a Vecchio le diagnosticaron una hernia discal. «Cuando entré en el hospital vi una foto de Juan Pablo II y Madre Teresa. Durante meses había sufrido dolores muy fuertes. Cuando me dieron los resultados, compararon dos resonancias y la hernia había desaparecido».
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domingo, 29 de noviembre de 2009

Esperando a Jesús


“El Adviento es tiempo de alegría porque nos hace revivir la espera del acontecimiento más alegre de la historia: el nacimiento del Hijo de Dios de la Virgen María. Saber que Dios no está lejos sino cerca, que no es indiferente sino compasivo, que no es un extraño sino un Padre misericordioso que nos sigue con amor respetando nuestra libertad: todo esto es motivo de gozo profundo que las peripecias cotidianas no pueden empañar”.

“La característica inconfundible de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento porque se basa en el amor. Efectivamente, el Señor que ‘está cerca de nosotros’ hasta el punto de hacerse hombre, nos infunde su alegría, la alegría de amar. Solo así se entiende la serena alegría de los mártires en medio de los suplicios, o la sonrisa de los santos de la caridad frente a los que sufren: una sonrisa que no ofende sino que consuela”.

Juan Pablo II, 16-XII-03

jueves, 2 de abril de 2009

miércoles, 1 de abril de 2009

Todos a Colón

Es el texto del sms que hace 4 años aparecía en los móviles de medio Madrid. Habíamos quedado en que todos los jóvenes nos reuniríamos en Colón en cuanto nos llegase la noticia de que el Papa se iba al Cielo. Mientras, en muchas ventanas de la ciudad se podían ver velas encendidas.

En casa, recibimos el sms todas a la vez, y a Colón que nos fuimos sin pensarlo. Lo que aquella noche vivimos allí es difícil explicarlo. No sé los miles que estábamos, de todas las edades. Cantando, gritando: "Se nota, se siente: Juan Pablo está presente". Y os aseguro que lo estaba, más que nunca. Allí estuvimos 2 ó 3 horas, celebrando su llegada al Cielo. Como siempre, arrastraba. Ya sabéis de su poder de convocatoria. A veces caían lágrimas. Pero de alegría. Muchos no nos conocíamos, pero éramos como una gran familia. "La generación Juan Pablo". De pronto alguien que no conocías, se acercaba y decía: ¿Rezamos un rosario? Y se formaba un grupo de gente que seguía el rezo del rosario. Otros cantaban, agitaban sus banderas.
Creo que hasta Colón se sumó a la fiesta.

La vuelta a casa, en silencio. Fue tal el cúmulo de emociones, que éramos incapaces de articular palabra.

Sí, fue una noche de paz. Y quién no supiese lo que era la "comunión de los santos", seguro que aquel día lo descubrió.


sábado, 7 de febrero de 2009

Por la vida

Siempre me ha gustado esta, compuesta por Juan Pablo II:

Oh María,aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos, la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo
con solícita constancia,
para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.