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miércoles, 7 de enero de 2015

Verdad verdadera de una ley no escrita

Siempre he pensado que existe una ley tácita y no escrita sobre cualquier proceso de canonización, y máxime si el canonizable no es un anciano fraile medieval que consumió su vida entre legajos y envuelto en un "no sé qué que quedan balbuciendo". Es decir, que si el nuevo beato o santo en cuestión es un hombre o una mujer que vivió en el siglo XX, y se hizo santo viviendo las virtudes humanas y sobrenaturales en grado heroico en medio del fragor de la calle, eso pica. 

Me explico: si a un señor que podía ser el padre de cualquiera; o el hermano; o la señora que vivía en el 4º derecha, la Iglesia los propone como modelo de santidad, nos está interpelendo. Vamos, que si la del 4º; el del 2º; y la del ático F pueden ser santos, usted que me lee en estos momentos y yo que escribo esto, también podemos. Y eso, señores, provoca esperanza y una gran responsabilidad. Esperanza que a algunos no interesa, y responsabilidad que a otros no conviene. Y es ahí donde entra en juego la tácita ley: "acoso y derribo a cualquier proceso de canonización que pique".
¿Cómo? Muy sencillo: un poco de mentiras por allí, datos sin contrastar por aquí, y falsos testimonios por acullá. Y si no encontramos materia maloliente y marrón para desparramar sobre la persona del sujeto en proceso; la buscamos donde sea y si no, la inventamos, para echar encima de cualquiera de las partes implicadas en el porceso. Y si hay que implicar a quien nada tiene que ver, se implica.

Y es lo que ha pasado con la ¿información? publicada por Eldiario.es y que desde la organización de la exposición "Un santo en datos" sobre la figura del  beato Álvaro del Portillo aclaran, y transcribo:

Hoy, eldiario.es publicaba una información sobre Un santo en datos en la que –precisamente- faltaban algunos de estos datos, producto –seguramente- de las prisas pre-Reyes.
Ahí van, con el sincero deseo de completar la información, estos datos reales que contradicen un titular tan jugoso como poco cierto.
Madrid Destino no cedió un espacio para la exposición Un santo en datos: alquiló un pasaje –el de Colón- que, hasta ese momento, no había sido utilizado como sede de exposiciones por sus concretas y, en algún caso, deficientes condiciones. Para los que conozcan Madrid, se trata de un pasillo subterráneo que une la calle Goya con Génova atravesando la Castellana. Hasta hace un par de meses servía como sede a una de las oficinas de Turismo de Madrid y, a partir de septiembre, el deseo del Ayuntamiento es poder explotarlo como el resto de espacios de Madrid Destino (aunque sus condiciones son claramente inferiores a las de otros espacios).
Alquilamos ese espacio por 9.500 euros más el doloroso 21% de IVA, es decir, 11.495 euros a los que hubo que sumar algunos euros más para adecentar el pasaje (disminuir la iluminación de la claraboya abierta a la Castellana, instalar una moqueta de feria para aislar los ruidos y evitar las cucarachas, etc). Fueron arreglos modestos –no había presupuesto para más- que sirvieron para que casi 50.000 visitantes de todo el mundo pudieran ver en buenas condiciones la muestra.
La exposición, que tenía una parte importante dedicada a las acciones sociales que impulsó Álvaro del Portillo en África, fue un éxito de convocatoria. El Ayuntamiento de Madrid no solo no puso un euro en la muestra sino que, gracias a Un santo en datos, pudo recaudar casi 12.000 euros con los que no contaba (como hemos dicho se trata de un pasaje subterráneo hasta ahora sin utilizar) que podrá invertir en otras exposiciones o muestras.
Estos son los datos que, probablemente, eldiario.es no tenía.
Y añado que el Opus Dei en cuanto institución no necesita ayuntamiento que lo promocione. Ya intentamos promocionarnos cada uno de sus miembros, pero hacia el Cielo. ¿Cómo? Con la ayuda de Dios, con esperanza, lucha, responsabilidad y tomando muchas veces como ejemplo la vida de santos y beatos cuyas vidas "hiper mega normales" a muchos pica.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Dejar obrar a Dios

Hoy volvía a releer este texto de Benedicto XVI, no me canso de hacerlo. Me admira el modo del Santo Padre de explicar en qué consiste la santidad.
Lo copio aquí para que la podáis disfrutar.

Transcripción de una intervención oral del cardenal Ratzinger publicada en el suplemento especial del Osservatore Romano realizado con ocasión de la canonización de Josemaría Escrivá el 6 de ocrubre de 2002.

"Siempre me ha llamado la atención el sentido que Josemaría Escrivá daba al nombre Opus Dei; una interpretación que podríamos llamar biográfica y que permite entender al fundador en su fisonomía espiritual. Escrivá sabía que debía fundar algo, y a la vez estaba convencido de que ese algo no era obra suya: él no había inventado nada: sencillamente el Señor se había servido de él y, en consecuencia, aquello no era su obra, sino la Obra de Dios. Él era solamente un instrumento a través del cual Dios había actuado.

Al considerar esta actitud me vienen a la mente las palabras del Señor recogidas en el evangelio de San Juan 5,17: “Mi Padre obra siempre”. Son palabras pronunciadas por Jesús en el curso de una discusión con algunos especialistas de la religión que no querían reconocer que Dios puede trabajar en el día del sábado. Un debate todavía abierto y actual, en cierto modo, entre los hombres –también cristianos- de nuestro tiempo. Algunos piensan que Dios, después de la creación, se ha “retirado” y ya no muestra interés alguno por nuestros asuntos de cada día. Según este modo de pensar, Dios no podría intervenir en el tejido de nuestra vida cotidiana; sin embargo, las palabras de Jesucristo nos indican mas bien lo contrario. Un hombre abierto a la presencia de Dios se da cuenta de que Dios obra siempre y de que también actúa hoy; por eso debemos dejarle entrar y facilitarle que obre en nosotros. Es así como nacen las cosas que abren el futuro y renuevan la humanidad.

Todo esto nos ayuda a comprender por qué Josemaría Escrivá no se consideraba “fundador” de nada, y por qué se veía solamente como un hombre que quiere cumplir una voluntad de Dios, secundar esa acción, la obra –en efecto- de Dios. En este sentido, constituye para mí un mensaje de gran importancia el teocentrismo de Escrivá de Balaguer: está en coherencia con las palabras de Jesús esa confianza en que Dios no se ha retirado del mundo, porque está actuando constantemente; y en que a nosotros nos corresponde solamente ponernos a su disposición, estar disponibles, siendo capaces de responder a su llamada. Es un mensaje que ayuda también a superar lo que puede considerarse como la gran tentación de nuestro tiempo: la pretensión de pensar que después del big bang, Dios se ha retirado de la historia. La acción de Dios no “se ha parado” en el momento del big bang, sino que continúa en el curso del tiempo, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de los hombres.

El fundador de la Obra decía: yo no he inventado nada; es Otro quien lo ha hecho todo; yo he procurado estar disponible y servirle como instrumento. La palabra y toda la realidad que llamamos Opus Dei está profundamente ensamblada con la vida interior del Fundador, que aun procurando ser muy discreto en este punto, da a entender que permanecía en diálogo constante, en contacto real con Aquél que nos ha creado y obra por nosotros y con nosotros. De Moisés se dice en el libro del Éxodo (33,11) que Dios hablaba con él “cara a cara, como un amigo habla con un amigo”. Me parece que, si bien el velo de la discreción esconde algunas pequeñas señales, hay fundamento suficiente para poder aplicar muy bien a Josemaría Escrivá eso de “hablar como un amigo habla con un amigo”, que abre las puertas del mundo para que Dios pueda hacerse presente, obrar y transformar todo.

En esta perspectiva se comprende mejor qué significa santidad y vocación universal a la santidad. Conociendo un poco la historia de los santos, sabiendo que en los procesos de canonización se busca la virtud “heroica” podemos tener, casi inevitablemente, un concepto equivocado de la santidad porque tendemos a pensar: “esto no es para mí”; “yo no me siento capaz de practicar virtudes heroicas”; “es un ideal demasiado alto para mí”. En ese caso la santidad estaría reservada para algunos “grandes” de quienes vemos sus imágenes en los altares y que son muy diferentes a nosotros, normales pecadores. Esa sería una idea totalmente equivocada de la santidad, una concepción errónea que ha sido corregida – y esto me parece un punto central- precisamente por Josemaría Escrivá.

Virtud heroica no quiere decir que el santo sea una especie de “gimnasta” de la santidad, que realiza unos ejercicios inasequibles para las personas normales. Quiere decir, por el contrario, que en la vida de un hombre se revela la presencia de Dios, y queda más patente todo lo que el hombre no es capaz de hacer por sí mismo. Quizá, en el fondo, se trate de una cuestión terminológica, porque el adjetivo “heroico” ha sido con frecuencia mal interpretado. Virtud heroica no significa exactamente que uno hace cosas grandes por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él sólo ha estado disponible para dejar que Dios actuara. Con otras palabras, ser santo no es otra cosa que hablar con Dios como un amigo habla con el amigo. Esto es la santidad.

Ser santo no comporta ser superior a los demás; por el contrario, el santo puede ser muy débil, y contar con numerosos errores en su vida. La santidad es el contacto profundo con Dios: es hacerse amigo de Dios, dejar obrar al Otro, el Único que puede hacer realmente que este mundo sea bueno y feliz. Cuando Josemaría Escrivá habla de que todos los hombres estamos llamados a ser santos, me parece que en el fondo está refiriéndose a su personal experiencia, porque nunca hizo por sí mismo cosas increíbles, sino que se limitó a dejar obrar a Dios. Y por eso ha nacido una gran renovación, una fuerza de bien en el mundo, aunque permanezcan presentes todas las debilidades humanas.

Verdaderamente todos somos capaces, todos estamos llamados a abrirnos a esa amistad con Dios, a no soltarnos de sus manos, a no cansarnos de volver y retornar al Señor hablando con Él como se habla con un amigo sabiendo, con certeza, que el Señor es el verdadero amigo de todos, también de todos los que no son capaces de hacer por sí mismos cosas grandes.

Por todo esto he comprendido mejor la fisonomía del Opus Dei: la fuerte trabazón que existe entre una absoluta fidelidad a la gran tradición de la Iglesia, a su fe, con desarmante simplicidad, y la apertura incondicionada a todos los desafíos de este mundo, sea en el ámbito académico, en el del trabajo ordinario, en la economía, etc. Quien tiene esta vinculación con Dios, quien mantiene un coloquio ininterrumpido con Él, puede atreverse a responder a nuevos desafíos, y no tiene miedo; porque quien está en las manos de Dios, cae siempre en las manos de Dios. Es así como desaparece el miedo y nace la valentía de responder a los retos del mundo de hoy.