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miércoles, 15 de mayo de 2013

Haciendo historia



Doménico Theotocópoulos, el Greco (1541-1614):

Inmaculada Concepción contemplada por san Juan.
Iglesia de santa Leocadia, Toledo.

jueves, 27 de diciembre de 2012

No siempre es lo que parece

Un Joven universitario viajaba en el mismo asiento del transporte con un venerable anciano que iba rezando su rosario. 
El joven se atrevió a decirle: 
 - “¿Por qué en vez de rezar el rosario no se dedica a aprender e instruirse un poco más? Yo le puedo enviar algún libro para que se instruya”.

El anciano le dijo: 
- “Le agradecería que me enviara el libro a esta dirección".

Le entregó su tarjeta que decía: Luis Pasteur, Instituto de Ciencias de París. 

El universitario se quedó avergonzado. Había pretendido darle consejos al más famoso sabio de su tiempo, químico y bacterólogo, estimado en todo el mundo y devoto del rosario.

Albert Edelfelt, (1854-1905): Louis Pasteur (1822-1895) en su laboratorio.

sábado, 6 de octubre de 2012

Octubre, mes del Rosario

Beatrice Offor: El Rosario.
Celebraremos la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, y es como si, cada año, la Virgen nos invitase a descubrir de nuevo la belleza de esta oración, sencilla y profunda". 
Juan Pablo II fue "un gran apóstol del Rosario". (Carta apostólica "Rosarium Virginis Mariae", que dedicó a esta oración). 

"El Rosario es una oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la plegaria del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, siguiendo a Jesús, precedido por María". 

(Benedicto XVI, Castelgandolfo, 5 de octubre de 2006). 



sábado, 17 de marzo de 2012

Sin... vergüenza

Entre la mucha gente políticamente incorrecta, valiente y desvergonzada (en el buen sentido de la palabra) que tengo el gusto de ir conociendo a lo largo de mi vida (aunque sea virtualmente), se encuentra María Vallejo-Nágera. Ya he tenido ocasión de hablar de ella y de sus libros en el blog. Exquisita, educada y sin pelos en la lengua. Me gusta por su descaro para hablar de Dios, y de su Madre, y de todas las personas y cosas importantes que otros nos saben ver.
Hace unos días leí su columna en la revista Misión, y no me resisto a traerla aquí.

Proclamando a Cristo, proclamando mi fe 
NO HAY que tener vergüenza de amar y hablar de Cristo, querido lector. Ni siquiera en las situaciones mís extrañas... También a mí me tiemblan las piernas en algunas ocasiones, pero por pura gracia de Dios saco fuerzas y me tiro al ruedo. ¡Y me llevo cada santa sorpresa! Lea y asómbrese de lo que me pasó al respecto hace tan solo un mes durante un viaje a la ciudad de Nueva York: 

Mientras esperaba junto a dos muchachos la llegada del ascensor en el piso 59 de un hotel, caí en la cuenta de que uno de ellos me era familiar. Se trataba del joven nominado a varios Óscares Mark Wahlberg, modelo, actor y productor de películas tan taquilleras como El planeta de los simios, La tormenta perfecta o Boogie nights. Como soy amante del cine, había leído artículos sobre su persona y, tristemente, sabía que este joven tan admirado por millones de fans había tenido un pasado muy turbio. Había sido procesado 25 veces por delitos como hurtos, adicción a la cocaína, violencia racista, tentativa de asesinato y hasta por propinar una salvaje paliza a un joven vietnamita, a quien dejó tuerto. Fue encarcelado y cumplió una seria condena. Sin embargo, también oí que, por pura gracia de Dios, había experimentado últimamente un "leve" acercamiento a Dios, y que había hecho declaraciones muy hermosas: "Nada deseo más que encontrarme con aquel a quien dejé tuerto, pedirle perdón... Solo cuando comencé a hacer el bien al prójimo, pude empezar a vivir en paz. Estoy conociendo poco a poco a Jesús...". Y, entonces, envalentonada por este recuerdo, me lancé... ¡Pero qué vergüenza me daba! "Va a pensar que estoy chalada...", me dije.

"Hola Mark. Mira, soy...", dije. No me pregunte cómo, querido lector, pero en un minuto le había hablado de mi conversión, de mi amor por Cristo, y le animaba a seguirle para vivir centrado en su paz. ¡Y antes de que ambos nos quisiéramos dar cuenta, ya éramos amigos! Me hizo muchas preguntas sobre mi fe bajando en ese ascensor... Justo antes de perdernos de vista para siempre (al llegar a la planta baja), en un impulso inexplicable, me quité el rosario que siempre llevo al cuello y se lo colgué. Me miró lleno de asombro... "¡Qué bonito!", exclamó. "Es un arma contra el diablo", dije. "El elemento de oración más hermoso que nos ha regalado nuestra Madre del Cielo. Aprende a rezarlo y vivirás bajo su protección." "¡Muchísimas gracias!", dijo, dándome un abrazo. "Adiós, María; seguiremos en contacto".

Eso fue todo, querido lector. Me pidió una tarjeta y le perdí entre la gente del hotel. 
Cómo iba a imaginar que ayer mismo iba a recibir una llamada desde Los Ángeles: "Doña María, perdone que la moleste. Soy el agente del señor Walhberg. Ha estropeado el rosario que usted le regaló por exceso de uso... Lo llevaba siempre al cuello y oraba con él. Está desolado y le ruega encarecidamente que le envíe otro lo antes posible. Le atrae mucho su poderosa intercesión. ¡Considera que usted le ha ayudado mucho con su ejemplo de fe y le agradece que le haya enseñado el poder del Santo Rosario! ¿Puede hacerle este favor?".  
¡Qué cosas, querido lector! Y yo, por temer que me considerara una chalada, casi ni me había atrevido a decirle nada...
Más info sobre Mark Wahlberg (en inglés): http://www.youtube.com/watch?v=cKAyExg_kJ0&sns=fb

www.mariavallejonagera.com


lunes, 4 de octubre de 2010

Historia del Rosario

Autor: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net

En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra “rosario” significa "corona de rosas".

Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.

La Iglesia recomendó entonces rezar el rosario, el cual consistía en recitar los 150 salmos de David, pues era considerada una oración sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables gracias para aquellos que la rezaran. Sin embargo, esta recomendación sólo la seguían las personas cultas y letradas pero no la mayoría de los cristianos. Por esto, la Iglesia sugirió que aquellos que no supieran leer, suplantaran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A este “rosario corto” se le llamó “el salterio de la Virgen”.

Cuenta la historia que un día, a finales del siglo XII, Santo Domingo de Guzmán quien sufría mucho al ver que la gravedad de los pecados de la gente estaba impidiendo la conversión de los albigenses, decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio.
Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte que hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral alzaba tres veces los brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y la tormenta se terminó.


En otra ocasión, Santo Domingo tenía que dar un sermón en la Iglesia de Notre Dame en París con motivo de la fiesta de San Juan y, antes de hacerlo, rezó el Rosario. La Virgen se le apareció y le dijo que su sermón estaba bien, pero que mejor lo cambiara y le entregó un libro con imágenes, en el que le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el rosario de Avemarías porque le recordaba ciento cincuenta veces el momento en que la humanidad, representada por María, había aceptado a su Hijo como Salvador.
Santo Domingo cambió su homilía y habló de la devoción del Rosario y la gente comenzó a rezarlo con devoción, a vivir cristianamente y a dejar atrás sus malos hábitos.

Santo Domingo murió en 1221, después de una vida en la que se dedicó a predicar y hacer popular la devoción del Rosario entre las gentes de todas las clases sociales para el sufragio de las almas del Purgatorio, para el triunfo sobre el mal y prosperidad de la Santa Madre Iglesia.

El rezo del Rosario mantuvo su fervor por cien años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado.

En 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó ¨la muerte negra” por la que murieron muchísimas personas.
Fue entonces cuando el fraile Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia donde había comenzado la devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la que Jesús, la Virgen y Santo Domingo le pidieron que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo Rosario. El Padre Alan comenzó esta labor de propagación junto con todos los frailes dominicos en 1460. Ellos le dieron la forma que tiene actualmente, con la aprobación eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió en toda la Iglesia.

¿Cuándo se instituyó formalmente esta fiesta?

El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios, a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota. En Roma estaba el Papa despachando asuntos cuando de pronto se levantó y anunció que sabía que la flota cristiana había sido victoriosa. Ordenó el toque de campanas y una procesión. Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre.

Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.

La fuerza del Rosario

A lo largo de la historia se ha visto como el rezo del Santo Rosario pone al demonio fuera de la ruta del hombre y de la Iglesia. Llena de bendiciones a quienes lo rezan con devoción. Nuestra Madre del Cielo ha seguido promoviéndolo, principalmente en sus apariciones a los pastorcillos de Fátima.

El Rosario es una verdadera fuente de gracias. María es medianera de las gracias de Dios. Dios ha querido que muchas gracias nos lleguen por su conducto, ya que fue por ella que nos llegó la salvación.

Todo cristiano puede rezar el Rosario. Es una oración muy completa, ya que requiere del empleo simultáneo de tres potencias de la persona: física, vocal y espiritual. Las cuentas favorecen la concentración de la mente.

Rezar el Rosario es como llevar diez flores a María en cada misterio. Es una manera de repetirle muchas veces lo mucho que la queremos. El amor y la piedad no se cansan nunca de repetir con frecuencia las mismas palabras, porque siempre contienen algo nuevo. Si lo rezamos todos los días, la Virgen nos llenará de gracias y nos ayudará a llegar al Cielo. María intercede por nosotros sus hijos y no nos deja de premiar con su ayuda. Al rezarlo, recordamos con la mente y el corazón los misterios de la vida de Jesús y los misterios de la conducta admirable de María: los gozosos, los dolorosos, los luminosos y los gloriosos. Nos metemos en las escenas evangélicas: Belén, Nazaret, Jerusalén, el huerto de los Olivos, el Calvario, María al pie de la cruz, Cristo resucitado, el Cielo, todo esto pasa por nuestra mente mientras nuestros labios oran.

Las Letanías

El Rosario no es una oración litúrgica, sino sólo un ejercicio piadoso. Las Letanías forman una parte oficial de la liturgia en cuanto que las invocaciones reciben permiso de la Santa Sede. Se cree que su origen fue, probablemente, antes del siglo XII.

La forma actual en la que las rezamos se adoptó en el santuario mariano de Loreto, en Italia y por eso se llama Letanía lauretana. En 1587, el Papa Sixto V la aprobó para que la rezaran todos los cristianos. Todos los cristianos hemos recurrido a la Virgen en momentos de alegría llamándola “Causa de nuestra alegría”, en momentos de dolor diciéndole “Consoladora de los afligidos”, etc.

Podemos rezar las Letanías con devoción, con amor filial, con gozo de tener una Madre con tantos títulos y perfecciones, recibidos de Dios por su Maternidad divina y por su absoluta fidelidad. Al rezarlas, tendremos la dicha de alabar a María, de invocar su protección y de ser ayudados siempre ya que la Virgen no nos deja desamparados.

Cómo rezar el Rosario

Como se trata de una oración, lo primero que hay que hacer es saludar, persignarnos y ponernos en presencia de Dios y de la Santísima Virgen.
Luego, se enuncian los misterios del día que se van a rezar y comenzamos a meditar en el primero de estos cinco misterios. Durante la oración de cada misterio, trataremos de acompañar a Jesús y a María en aquellos momentos importantes de sus vidas. Aprovechamos de pedirles ayuda para imitar las virtudes y cualidades que ellos tuvieron en esos momentos. Al meditarlos frecuentemente, estas guías pasan a formar parte de nuestra conciencia, de nuestra vida. Podemos ofrecer cada misterio del rosario por una intención en particular y se puede leer una parte del Evangelio que nos hable acerca del misterio que estamos rezando.
Cada misterio consta de un Padrenuestro seguido de diez Avemarías y un Gloria. Usamos nuestro rosario pasando una cuenta en cada Avemaría. Así seguimos hasta terminar con los cinco misterios.
Al terminar de rezar los cinco misterios, se reza la Salve y se termina con las Letanías.

Los Misterios

Los veinte misterios que se rezan nos recuerdan la vida de Jesús y, dependiendo del día, se rezan de la siguiente forma:

MISTERIOS GOZOSOS (lunes y sábado) (Se pueden meditar las virtudes)
1. La Anunciación del ángel a la Virgen. La obediencia.
2. La Visita de la Virgen a su prima Isabel. Amor al prójimo.
3. El Nacimiento del Hijo de Dios. Desprendimiento
4. La Presentación del niño Jesús en el templo. Pureza de intención.
5. El Niño Jesús perdido y hallado en el templo. Sabiduría en cosas de Dios.

MISTERIOS DOLOROSOS (martes y viernes)
1. La Oración de Jesús en el huerto. Verdadero arrepentimiento de los pecados.
2. La flagelación de nuestro Señor Jesucristo. Espíritu de sacrificio.
3. La coronación de espinas. Desapego a lo material.
4. Jesucristo es cargado con la Cruz. Paciencia por mi cruz.
5. La crucifixión de nuestro Señor Jesucristo. Generosidad

MISTERIOS GLORIOSOS (miércoles y domingos)
1. La Resurrección de Jesucristo. Fe, Esperanza y Caridad.
2. La Ascensión del Señor a los Cielos. Deseo de ir al Cielo.
3. La venida del Espíritu Santo. Deseo de vivir en Gracia.
4. La Asunción de la Virgen a los Cielos. Amor a María.
5. La Coronación de la Virgen en los Cielos. Perseverancia.

MISTERIOS LUMINOSOS (Jueves)
1. El Bautismo de Jesús en el Jordán 2 Co 5, 21; . Mt 3, 17.
2. Las bodas de Caná; Jn 2, 1-12.
3. El anuncio del Reino de Dios Mc 1, 15; Mc, 2. 3-13; Lc, 47-48.
4. La Transfiguración; Lc 9, 35.
5. La Institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual. Jn 13, 1.