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viernes, 9 de septiembre de 2016

Rafa

La partida de Rafa Lozano al Cielo tras una dolorosa enfermedad que ha sabido llevar de modo ejemplar, nos ha conmovido y removido a muchos. Tuve la suerte de conocele y tratarle. Lo definiría con cuatro palabras: generoso, alegre, piadoso y coherente. Era una persona acogedora, de esas que te reciben siempre con una sonrisa; una "persona-hogar". En él, la vida interior y el activismo provida iban de la mano, algo difícil de conseguir en estos días en los que todos vamos corriendo a todos sitios. Tengo la seguridad de que tenemos un intercesor en el Cielo.
Dicen que "se muere como se vive", y Rafa se ha ido  rodeado de los suyos, su familia y sus amigos, que han sido muchos y de todo tipo y condición, en un clima de Fe y de Alegría.
He leído mucho estos día sobre él, y me ha gustado especialmante este testimonio de Benigno Blanco, porque pienso que define a Rafa muy bien: 

"La muerte de Rafa Lozano deja en todos los que le tratamos –junto al dolor inevitable- la férrea convicción de que hemos tenido el privilegio de compartir la vida de un héroe, es decir, de alguien que ha mejorado el mundo en que vivió e influido positivamente en miles de personas, generando dinámicas de bien de amplia proyección en la historia futura, aunque nadie aquí pueda cuantificar ni conocer exactamente los frutos de su vida. Bastaba ver el martes pasado en el tanatorio de la M30 de Madrid a los cientos de personas que venían a despedirse de él y abrazar a su mujer e hijos, para percibir la estela de felicidad y vida que ha dejado Rafa en tantos: una pequeña multitud que rezumaba fe –en su mayoría-, dolor y lágrimas pero con una inmensa alegría. Fe y alegría a pesar del dolor por la separación eran el clima alrededor del cadáver de Rafa. Esa es la estela de su vida.
Cuando besé a Fani, su madre, le dije mientras recogía con mis dedos alguna de sus lágrimas silenciosas, que debía estar contenta por la vida de su hijo y porque había llegado a la meta; Fani me contestó: ¡pero si estoy contentísima! Quizá esto no lo entiendan quienes no tienen fe, pero es la marca de quienes como Rafa y Fani viven cara a Dios y, por amor a Él, entregados a hacer el bien a los demás. Fani apostó en circunstancias muy difíciles por la vida, la vida de aquel que crecía en su seno y se llamaría Rafa, y éste ha dedicado su vida a proteger la vida de tantos. El sí a la vida de una mujer provocó una cadena de otros sí con proyección en la historia y para la eternidad a través de la vida de Rafa.
He tenido la suerte de trabajar con Rafa Lozano durante muchos años, primero en el Foro de la Familia y después en Red Madre, entidades en las que Rafa desarrolló su actividad profesional durante la mayor parte de la última década con un breve intervalo entre ambos trabajos. Lo conocía de antiguo, pero nuestra relación se reforzó cuando se ofreció como voluntario en la organización de la ILP del Foro sobre el matrimonio en 2004 y en las primeras manifestaciones que desde el Foro se organizaron en 2005. Por eso, cuando quedó vacante poco después la dirección general del Foro, le ofrecí que se hiciese cargo de esa responsabilidad y él aceptó con la generosidad y el empuje que le caracterizaban. Durante aquellos años trabajamos mano a mano en las campañas del Foro en defensa del matrimonio, la libertad de educación y la vida (con la promoción de Red Madre, nombre que -por cierto- es invención de Rafa). Incluso en el breve periodo que se dedicó a otras actividades hasta su incorporación a Red Madre como director de la entidad en Madrid, siguió colaborando con nosotros como voluntario. Sé por tanto de quien hablo.
Rafa no era un hombre perfecto –¡buenas broncas le he echado en ocasiones!-, pero fue un héroe benefactor de la humanidad porque veía su vida con vocación de servicio, sabía que su misión era defender la vida en una época en que la cultura de la muerte contamina nuestro ambiente. Se comprometió con la causa de la vida en su juventud allá en las Islas Canarias y después como voluntario o profesionalmente hasta su fallecimiento. Y se comprometió con la vida junto a Lola su mujer recibiendo con alegría esos seis hijos –de Carlota a Jaime- que no podían contener las lágrimas mientras cantaban guitarra en mano con alegría cantos de vida y resurrección en el funeral celebrado en el tanatorio.
Rafa era generoso con su tiempo, estaba disponible las 24 horas (¡literalmente!) para quien lo necesitase; abrió junto con Lola las puertas de su casa a quienes necesitaban de su apoyo y compañía para superar dificultades matrimoniales o a causa de un embarazo o problemas de atracción sexual que les mortificaban. Su compromiso con la vida fue ampliando el abanico de sus dedicaciones: los no nacidos, las mujeres embarazadas, los matrimonios con dificultades, las personas con atracción por el mismo sexo …; según los años pasaban y los problemas se multiplicaban a su alrededor, Rafa y Lola (pues en esto iban siempre de la mano) ampliaban el abanico de sus intereses solidarios. Por eso tenía tantos amigos, por eso tanta gente le quiere, por eso la multitud que pasó por el tanatorio para darle su agradecido adiós.
Humanamente Rafa tenía una personalidad atractiva: sonreía siempre, era pausado, no perdía la calma, jamás hablaba mal de nadie, era muy divertido, le encantaba la gente, la calle, las masas, el megáfono y la pancarta. Era un buen amigo de sus amigos y los tenía, por eso, a miles. Era discreto, nada vanidoso, servicial y generoso con su tiempo (demasiado incluso: no sabía decir que no a nadie que le pidiese ayuda y eso a veces creaba problemas pues el día solo tiene 24 horas).
La raíz última de su personalidad y actividad –así lo percibía él- era su fe en
Dios y su amor a la Iglesia. Amaba a los hombres y los servía porque los veía a la luz de su fe como hijos de Dios. ¡Cómo me recuerda su forma de entender la historia y ver a los demás a la de la santa de Calcuta que era canonizada mientras él fallecía! En sus últimos años ese compromiso con su Dios se concretó de forma especial en la promoción de la devoción a la Virgen, especialmente en sus advocaciones de Guadalupe y Medjugorje. Y así de nuevo abrieron Lola y él su casa, ésta vez a grupos de oración vinculados a estas devociones. ¡Nunca estaban solos Rafa y Lola: las puertas de su casa y sus vidas siempre abiertas a los demás!
Sé útil, deja poso, ilumina con la luminaria de tu fe y de tu amor…” Esta recomendación del santo aragonés se hizo realidad en la vida -¡y en la muerte!- de Rafa. Y seguirá siendo realidad en los que le deben la vida: sus hijos, los que nacieron gracias a su apoyo, los matrimonios que superaron sus problemas con su ayuda, los que centraron su vida y su sexualidad con su consejo, … Esta imagen de continuidad de los frutos de la vida de Rafa se me hizo patente al ver salir del tanatorio rumbo al cementerio la “furgoneta de Rafa conducida por Carlota, su hija mayor, con todos los hermanos detrás. La vida sigue, la furgo la seguirán guiando otros y los frutos de esta vida generosa se multiplicarán hasta el fin de los tiempos. Así sucede con los héroes, aunque sean de aquellos que quizá no pasen a los libros de historia de los hombres".
Benigno Blanco Rodriguez

sábado, 15 de agosto de 2015

Cartas a María, III

Fernando Yáñez de la Almedina (1505-1537): Tránsito de la Virgen


III 

 PEDRO 

Mi madre, dulce madre, mi refugio: 

No quería pensar en que llegaría este momento, pero ya no hay vuelta atrás. El aplomo de Lucas y el misericordioso Juan nos dicen que estemos tranquilos, que pronto estaremos todos juntos. Y en el fondo lo sé, pero me hierve la sangre al pensar en mi vida sin ti.

Jesús quiso llamarme “roca”, pero yo no podía serlo sin ti, que eres mi fortaleza. Madre, me conociste impetuoso, hiperlocuaz, impaciente, “mete patas”, irreflexivo… y tú supiste con comprensión y cariño enseñarme a luchar por convertir mis defectos en virtudes. Tus ojos de Madre me veían audaz, verbilocuente, divertido… una joya en bruto. Me fuiste corrigiendo de modo inadvertido para mí. Si tu hijo quiso verme como roca, es por lo que tú hiciste en mi alma.

Siempre has estado ahí para mí, como si no tuvieses a nadie más que atender, como si fuese tu hijo único. Mi carácter primario me ha hecho meter la pata tantas veces… y cuando era consciente de lo que había dicho o hecho, tú consolabas mi pena, me hacías rectificar y me enseñaste a pedir perdón. 

En el momento más aciago de mi vida, me rescataste de la angustia. Fui capaz de negar a Jesús. Os dejé solos. Te dejé sola, con algunas mujeres y con Juan. El que se supone que debía estar ahí, en el momento más duro, abandonó. No supe estar a tu lado cuando pasabas por lo más duro que una madre puede pasar. Tu hijo, el hijo de Dios, tratado hasta la muerte como un criminal. Huí, tuve miedo, lo tiré todo por la borda y arrastré a los demás. Y cuando todo pasó, me buscaste, recompusiste mi alma. Yo lloraba como un niño pequeño entre tus brazos. Y tú sólo tenías palabras de aliento, a pesar de tener el corazón roto por el dolor. Me recordabas las palabras de Isaías: “No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo humeante”. Dios perdona siempre, se trata de pedir perdón y recomenzar. Y gracias a ti, recomencé con más ímpetu. Ahora sé que nadie está perdido y que siempre es tiempo de volver a empezar.

Muchas veces te he manifestado mi asombro: ¿cómo es posible que Dios haya pensado en este bruto pescador como jefe de su rebaño? Y tú siempre dices que “Él escoge a los humildes para confundir a los sabios”. María, yo no soy sabio, sólo sé que quiero ser fiel y servir a Dios hasta mi último aliento. Paso horas recogido en oración porque si no, este pobre pecador sería incapaz de llevar a cabo su misión.

Madre, ¿cómo podré vivir sin ti? No dejes de guiarme cuando no estés en esta tierra, no me dejes nunca. No sé lo que me deparará el futuro, donde me llevarán las necesidades de mis hermanos, pero no me sueltes nunca de la mano. Sigue susurrándome el mejor modo de obrar para que todos vayan con Pedro, por ti, hacia Jesús.

Tu hijo que te necesita más que nunca, 
Pedro.

Arístides Artal: San Pedro. Retablo de la iglesia del Señor san José de Sevilla,




viernes, 14 de agosto de 2015

De un médico a su madre

El Greco: San Lucas evangelista


CARTAS A MARÍA

II 

LUCAS 

Mi señora: 
Al amanecer, Juan me hizo llamar. Anoche te encontrabas débil, te ayudé a recostarte y te ha velado toda la noche. Ojalá me hubiese hecho venir antes. Han estado aquí todos, y por fin he conseguido que se retirasen a comer algo y descansar. Tú estás dormida gracias al remedio que he te he preparado. Sabes que soy hombre de pocas palabras, reflexivo, y que lo mío es observar. Los otros hacen bromas a mi costa; será por deformación profesional, pero no puedo evitar tomar notas y hacer dibujos de lo que acontece, de lo que me contáis. Y así me tienes ante ti, escribiéndote cosas que a mi boca, por timidez o reserva, le cuesta pronunciar. 

María, tu vida en la tierra se apaga. Los chicos me miran suplicantes: “¡haz algo!”. Pero este pobre médico, poco puede hacer ya. Entiendo su impotencia, yo también me siento así, pero es ley de vida. El dolor es grande y cuesta aceptar que te vas, pero todos nos iremos. La buena nueva es que por ti ha entrado la salvación al mundo, y les recuerdo que pronto estaremos juntos de nuevo, contigo y con Jesús en la casa del Padre. Tú lo sabes, y no faltan tus palabras de consuelo hacia nosotros.

¿Me creerás si te digo que me iría contigo? Son tantas las ganas que tengo de conocer a tu hijo… Vine a ti, a vosotros, de la mano de Pablo desde mi Antioquía natal. La primera vez que aparecí en tu hogar, me acogiste como uno más y enseguida me sentí querido por todos. Pablo me hizo conocer una nueva perspectiva de la vida, que mi mente científica no era capaz de explicar, pero que daba sentido a todo. Me hablaba de Jesús, de ti, de el resto y comprendí las escrituras con una nueva luz. A través de Pablo, supe que Dios me quería para Él y no pude sino seguir sus pasos. ¡Ojalá los ojos de Jesús se hubiesen cruzado con los míos hace años! María, me duele la parte de mi vida que he vivido sin tu Hijo. Es verdad que ahora también me duelen mis miserias, pero sé que Él perdona siempre y que jamás se aparta de mi lado.

Sabes que no puedo evitar tener un cariño especial por Pablo, mi querido hermano, por mostrarme el camino hacia la vida eterna. Los viajes apostólicos y persecuciones que hemos sufrido juntos no han hecho sino unirnos más por amor a tu Hijo.

Pero tú, María, has sido tú quien me ha dado a conocer verdaderamente a Jesús. Tú siempre eres el camino para llegar a Él. Ahora se agolpan en mi mente tantos ratos que hemos pasado juntos. Si algo deseaba después de cada viaje era regresar a tu hogar. Siempre tu sonrisa, tu cariño, y adivinar que nos ocurría con solo mirarnos. Contigo nunca he necesitado dar muchas explicaciones, tú siempre te has adelantado a mis necesidades. Siempre la palabra acertada, ese detalle que sabes que podía hacerme sentir mejor y único.
Te decía que lo mío es la observación, pero tú me has enseñado a contemplar. El que observa, comprende. El que contempla, ama. Y por eso, tus ojos contemplativos de madre me han enseñado a querer. Me has descubierto lo que hay de bueno en cada uno y me has enseñado a disculpar.

María, ¿recuerdas nuestros paseos por el lago? Tú me hablabas de Jesús, de José, y yo tomaba notas y hacía dibujos, entre tus risas y observaciones: “el cabello más rizado, la barba más espesa, los ojos más redondos”… Y tú, a cambio, querías aprender las propiedades y los nombres en griego de las plantas, incluso me ayudabas a elaborar ungüentos, y lo hacías muy bien.

También me hablaste de ti, y de las cosas que guardabas en tu corazón. De aquel día, que te visitó el ángel, de tu “hágase”. De fiarte sin saber, de querer lo que Yavé quisiera. De José, el hombre fiel que más y mejor ha sabido querer. De la alegría de Jesús, de sus peripecias de niño. Y del inmenso dolor de entregárselo al Padre de aquel modo. Y me hablaste de perdón, porque incluso los que lo mataron juegan un papel en la historia de la redención. Y entonces, en mi mente, todo encajaba: toda la filosofía, toda la ciencia, la medicina adquiría su verdadero sentido, porque ni la ciencia ni la razón tienen sentido si no se dirigen a Dios.

Y en esta empresa sublime, yo soy el afortunado que ha comprendido el sentido de la vida y de la muerte de mano de la Madre del Hijo de Dios. Este pobre médico es afortunado, y sólo puedo gastar en mi vida en curar el cuerpo y el alma, que es lo más importante, transmitiendo la alegría de la salvación.

Te irás, mi señora, en unas pocas horas. Acuérdate de nosotros en el paraíso, como has hecho en la tierra. Que nunca dejes de enseñarnos a mirar con tus ojos, para contemplar a todos y todo cuanto nos rodea como lo ve Dios. Danos ojos de Madre como los tuyos.

Este pobre médico te suplica que seas tú el alivio y la salvación de mi alma.

Mi señora, este hijo tuyo que te venera, sólo te pide que seas tú quien me espere y me abra la puesta del paraíso, como un día me abriste la puerta de tu casa.
Lucas.

Simone Cantarini, 1648


jueves, 13 de agosto de 2015

Cartas a María, I

Hugo Van der Goes: Dormición de la Virgen, 1480.


CARTAS A MARÍA

 I 
 JUAN 

Madre, mirándote ahora, tendida en tu lecho, me parece mentira cómo ha pasado el tiempo. Dicen que yo era el discípulo que tu hijo amaba. Pero aunque los demás no lo sepan, también soy el que más amas tú. O quizá, con la perspectiva que me dan los años, me doy cuenta de esa capacidad que tenéis las madres para conseguir que cada hijo se sienta único y el más querido.

Siempre he pensado que conectábamos tanto porque teníamos en común el haberle dicho “Sí” a Dios a primera hora. Pronto te supiste elegida desde toda la eternidad, y algo así me ocurrió a mí. Por eso nunca dudé de mi llamada y me lancé a seguir a Jesús desde muy jovencito.

María, nos tienes aquí reunidos a los primeros seguidores de Jesús, a los que dejamos las redes y le seguimos. ¡Hemos vivido tantas cosas juntos! No imaginas cómo ansiaba volver a tu casa con Jesús después de tantos días por esos caminos hablando a las gentes de Dios. Regresar al hogar de Nazaret ha sido para mí la antesala del Cielo. Lo más parecido al paraíso. En este hogar sencillo se respiraba paz porque estabas tú, esperándonos como sólo sabe hacerlo una madre. Has sabido hacernos descansar. Nos escuchabas atentamente, te alegrabas cada vez que se nos unía más gente. También podía ver tu cara de dolor cuando recibías la noticia de que tu Jesús no era bien recibido en algún sitio. Ahora comprendo que esa era la espada que traspasaba tu alma.

Lo que más nos unió fue aquel día a los pies de la cruz. ¿Cómo no iba a estar allí, a tu lado?
Madre, yo no entendía nada. Miles de ideas se me agolpaban en la cabeza: ¿cómo es posible que yo hubiese entregado mi vida a un Dios, a un ideal, cuyo hijo pendía ahora de una cruz como un vil malhechor? ¿Y si todo había sido un fraude? Pero tu mirada, a pesar del infinito dolor, me transmitía esperanza. Tus ojos me pedían que esperase, que confiase, que renovase una vez más ese “fiat” que he venido repitiendo cada día de mi vida. Y me fié. Por ti me fié, por ti esperé. ¡Y vaya si tuvimos recompensa!
Las palabras agonizantes de Jesús aquel día me parecieron de lo más normal: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu Madre”. Jamás te hubiese dejado, María. Pienso que Jesús sólo quiso confirmar lo que debía hacer yo, y constatar esa herencia que ha dejado a toda la humanidad, que es el que seas la MADRE de todos nosotros.

Madre, siempre me he sentido un privilegiado. No me cabe duda de que nuestra lucha, y la sangre derramada por tu hijo va a dar frutos de eternidad. Sé que esta siembra de amor durará mientras haya hombres en la tierra. Pero el Altísimo quiso contarme entre los primeros. Por ti ha entrado la salvación al mundo, y no sabes cómo me sobrepasa el estar viviendo contigo. Serán millones los que en un futuro te llamarán Madre, pero soy yo quien está en tu casa. Los demás me dicen que soy afortunado por poder cuidarte. Incluso ahora, en estos momentos de dolor en que es inminente tu partida al Cielo, me miran con envidia. Yo, un humilde pescador, cuyo único mérito ha sido seguir a tu hijo desde mi adolescencia, desde el instante en que noté que posaba sobre mí su mirada. Madre, daría mil vidas que tuviese por volver a estar en este hogar contigo. ¿Cómo podré pagar a Dios todo el bien que me ha hecho?

Eres la mujer eucarística, el primer sagrario. Esto se contará a lo largo de los siglos, pero soy yo quien está contigo. Sí, eres vaso sagrado. Y por eso Dios te quiere en cuerpo y alma en el Cielo. Quien llevó en su seno al Hijo de Dios, es lógico que vuelva al seno de Dios.

Cuando subas al Padre, le contaré a todos que no nos dejas solos, que podemos acudir a ti, incluso más que ahora: siempre. Y ahí estarás tú, contándole a Dios cosas bonitas de nosotros. Y nos seguirás mirando con mirada de Madre. Y que como hiciste conmigo, nos llevarás a todos de tu mano hacia tu hijo, siempre que no queramos soltarla. Especialmente a todos los que como tú y como yo quisieron que su libertad fuese decirle “Sí” a Dios desde primera hora.


Tu hijo, que te ama con locura,
Juan.

Paolo Veronese (1585-1587)


domingo, 28 de julio de 2013

Lo que nos dijo el Papa Francisco

Ante miles de jóvenes convocados para la vigilia de oración en el Paseo Marítimo de Copacabana, el Papa Francisco pronunció las siguientes palabras:

Queridos jóvenes Hemos recordado hace poco la historia de San Francisco de Asís. Ante el crucifijo oye la voz de Jesús, que le dice: «Ve, Francisco, y repara mi casa». Y el joven Francisco responde con prontitud y generosidad a esta llamada del Señor: reparar su casa. Pero, ¿qué casa? Poco a poco se da cuenta de que no se trataba de hacer de albañil y reparar un edificio de piedra, sino de dar su contribución a la vida de la Iglesia; se trataba de ponerse al servicio de la Iglesia, amándola y trabajando para que en ella se reflejara cada vez más el rostro de Cristo

También hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia. También hoy llama a cada uno de ustedes a seguirlo en su Iglesia y a ser misioneros. ¿Cómo? ¿De qué manera? A partir del nombre del lugar donde nos encontramos, Campus Fidei, Campo de Fe, he pensado en tres imágenes que nos pueden ayudar a entender mejor lo que significa ser un discípulo-misionero: 
- la primera, el campo como lugar donde se siembra; 
- la segunda, el campo como lugar de entrenamiento; 
- y la tercera, el campo como obra en construcción. 

1. El campo como lugar donde se siembra. 

Todos conocemos la parábola de Jesús que habla de un sembrador que salió a sembrar en un campo; algunas simientes cayeron al borde del camino, entre piedras o en medio de espinas, y no llegaron a desarrollarse; pero otras cayeron en tierra buena y dieron mucho fruto (cf. Mt 13,1-9). Jesús mismo explicó el significado de la parábola: La simiente es la Palabra de Dios sembrada en nuestro corazón (cf. Mt 13,18-23). 

Queridos jóvenes, eso significa que el verdadero Campus Fidei es el corazón de cada uno de ustedes, es su vida. Y es en la vida de ustedes donde Jesús pide entrar con su palabra, con su presencia. Por favor, dejen que Cristo y su Palabra entren en su vida, que germine y crezca. Jesús nos dice que las simientes que cayeron al borde del camino, o entre las piedras y en medio de espinas, no dieron fruto.
¿Qué terreno somos o queremos ser? Quizás somos a veces como el camino: escuchamos al Señor, pero no cambia nada en la vida, porque nos dejamos atontar por tantos reclamos superficiales que escuchamos; o como el terreno pedregoso: acogemos a Jesús con entusiasmo, pero somos inconstantes y, ante las dificultades, no tenemos el valor de ir contracorriente; o somos como el terreno espinoso: las cosas, las pasiones negativas sofocan en nosotros las palabras del Señor (cf. Mt 13,18-22).
Hoy, sin embargo, estoy seguro de que la simiente cae en buena tierra, que ustedes quieren ser buena tierra, no cristianos a tiempo parcial, no «almidonados», de fachada, sino auténticos. Estoy seguro de que no quieren vivir en la ilusión de una libertad que se deja arrastrar por la moda y las conveniencias del momento. Sé que ustedes apuntan a lo alto, a decisiones definitivas que den pleno sentido a la vida. Jesús es capaz de ofrecer esto. Él es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Confiemos en Él. Dejémonos guiar por Él


2. El campo como lugar de entrenamiento

Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que «juguemos en su equipo». 
Creo que a la mayoría de ustedes les gusta el deporte. Y aquí, en Brasil, como en otros países, el fútbol es una pasión nacional. Pues bien, ¿qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo? Debe entrenarse y entrenarse mucho. Así es en nuestra vida de discípulos del Señor
San Pablo nos dice: «Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible» (1 Co 9,25). 
¡Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo! Nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin, la vida eterna. Pero nos pide que entrenemos para «estar en forma», para afrontar sin miedo todas las situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe. ¿Cómo?:
- A través del diálogo con Él: la oración, que es el coloquio cotidiano con Dios, que siempre nos escucha. 
- A través de los sacramentos, que hacen crecer en nosotros su presencia y nos configuran con Cristo
- A través del amor fraterno, del saber escuchar, comprender, perdonar, acoger, ayudar a los otros, a todos, sin excluir y sin marginar. 

Queridos jóvenes, ¡sean auténticos «atletas de Cristo»


3. El campo como obra en construcción

Cuando nuestro corazón es una tierra buena que recibe la Palabra de Dios, cuando «se suda la camiseta», tratando de vivir como cristianos, experimentamos algo grande: nunca estamos solos, formamos parte de una familia de hermanos que recorren el mismo camino: somos parte de la Iglesia; más aún, nos convertimos en constructores de la Iglesia y protagonistas de la historia. 

San Pedro nos dice que somos piedras vivas que forman una casa espiritual (cf. 1 P 2,5). Y mirando este palco, vemos que tiene la forma de una iglesia construida con piedras, con ladrillos. En la Iglesia de Jesús, las piedras vivas somos nosotros, y Jesús nos pide que edifiquemos su Iglesia; y no como una pequeña capilla donde sólo cabe un grupito de personas. Nos pide que su Iglesia sea tan grande que pueda alojar a toda la humanidad, que sea la casa de todos. 
Jesús me dice a mí, a ti, a cada uno: «Vayan, y hagan discípulos a todas las naciones». Esta tarde, respondámosle: Sí, también yo quiero ser una piedra viva; juntos queremos construir la Iglesia de Jesús. Digamos juntos: Quiero ir y ser constructor de la Iglesia de Cristo. Su joven corazón alberga el deseo de construir un mundo mejor. 


He seguido atentamente las noticias sobre tantos jóvenes que, en muchas partes del mundo, han salido por las calles para expresar el deseo de una civilización más justa y fraterna. Sin embargo, queda la pregunta: ¿Por dónde empezar? ¿Cuáles son los criterios para la construcción de una sociedad más justa? Cuando preguntaron a la Madre Teresa qué era lo que debía cambiar en la Iglesia, respondió: Tú y yo

Queridos amigos, no se olviden: ustedes son el campo de la fe. Ustedes son los atletas de Cristo. Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor. 

Levantemos nuestros ojos hacia la Virgen. Ella nos ayuda a seguir a Jesús, nos da ejemplo con su «» a Dios: «Aquí está la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho» (Lc 1,38). Se lo digamos también nosotros a Dios, junto con María: Hágase en mí según tu palabra. 
Que así sea.

Nuestra Señora de la Concepción de Aparecida. Proclamada oficialmente patrona de Brasil por un decreto de Pío XI el 16 de julio de 1930.

miércoles, 20 de junio de 2012

El "Sí" de una vida

Edward A. Fellowes-Prynne (1854 - 1921), "Ecce ancilla Domini"

"Es fácil ser coherente en la hora de la exaltación, difícil serlo en la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura a lo largo de toda la vida. El "Fiat" de María en la anunciación encuentra su plenitud en el "Fiat" silencioso que repite al pie de la Cruz"

(Juan Pablo II, de la homilía pronunciada en la catedral de Méjico el 26-01-1979)

William-A. Bouguereau (1825-1905)
Pietà (1876)

domingo, 14 de noviembre de 2010

La naturalidad de lo natural

Que dos y dos son cuatro lo sabemos todos, aunque haya quienes quieran hacer creer que son 5 ó 3. Es lo que ocurre con la idea de que cualquier conjunto de seres vivos de origen humano, vegetal, animal o cibernético pueden ser una familia. Los mismos que lanzan esas proclamas en los medios se echan las manos a la cabeza cuando narran sin ningún tipo de pudor y a cualquier hora del día (aún en horario de protección infantil) aberrantes sucesos de violencia, crímenes, robos... La conclusión siempre comprende los mismos argumentos por parte de los "comunicadores": "Claro, era una familia desestructurada"; "... Es que una madre sola tiene difícil educar a un hijo", "Es que el ambiente de promiscuidad que había en la casa..."
Y es que, como decía el refrán, y no sin razón: "Lo que es, es". Y como es, sale a flote, a pesar de los pesares. Y la realidad es que la familia es la columna vertebral de la sociedad; y que los pretendidos sucedáneos artificiales y rocambolescos sólo llevan sino a al derrumbe de los cimientos sociales.

La familia es un bien necesario para los pueblos, un fundamento indispensable para la sociedad y un gran tesoro de los esposos durante toda su vida. Es un bien insustituible para los hijos, que han de ser fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres. Proclamar la verdad integral de la familia, fundada en el matrimonio -indisoluble, entre un hombre y una mujer- como Iglesia doméstica y santuario de la vida, es una gran responsabilidad de todos. Invito a los gobernantes y legisladores a reflexionar sobre el bien evidente que los hogares en paz y en armonía aseguran al hombre, a la familia, centro neurálgico de la sociedad. Esto es una ayuda notable a la sociedad, de la cual no se puede privar, y para los pueblos es una salvaguarda y una purificación. Además, la familia es una escuela de humanización del hombre. La experiencia de ser amados por los padres lleva a los hijos a tener conciencia de su dignidad de hijos.

La fe no es una mera herencia cultural, sino una acción continua de la gracia de Dios que llama, y de la libertad humana que puede o no adherirse a esa llamada. Los padres cristianos han de procurar que la llamada de Dios y la Buena Nueva de Cristo lleguen a sus hijos con la mayor claridad y autenticidad. En la cultura actual se exalta muy a menudo la libertad del individuo concebido como sujeto autónomo, como si se hiciera él solo y se bastara a sí mismo, al margen de su relación con los demás y ajeno a su responsabilidad ante ellos. Se intenta organizar la vida social sólo a partir de deseos subjetivos y mudables, sin referencia a una verdad objetiva previa como son la dignidad de cada ser humano y sus deberes y derechos inalienables a cuyo servicio debe ponerse todo grupo social. La Iglesia no cesa de recordar que la verdadera libertad del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por ello, la educación cristiana es educación de la libertad y para la libertad.
Benedicto XVI, discurso y homilía: V Encuentro Mundial de las Familias.
Valencia, España (2006)

domingo, 9 de agosto de 2009

La coherencia de un hombre público

Vivío a caballo entre los siglos XV y XVI, pero en la situación político-social que le tocó vivir podrían verse reflejados muchos hombres públicos de hoy en día.

Tomás Moro, de un profunda formación humanista y arraigada vida de piedad, fue nombrado por Enrique VIII "Lord Canciller". Además de contar con la amistad personal del monarca. Amistad que le llevó preso a la Torre de Londres, y de ahí al martirio.

Tomás Moro no cedió a las pretendiones del rey de querer divorciarse de Catalina de Aragón; y se negó a firmar el Acta de Sucesión y Supremacía por la que el rey se proclamaba cabeza de la Iglesia Anglicana. Por esta alta traición fue llevado a presidio y condenado a muerte.

Durante su presidio, varios emisarios -como su hija Meg o su mujer- fueron enviados para animarle a ceder ante el rey. Él siempre se negó a renunciar a su fe y ser desleal con Dios, aún cuando esta decisión le costase la vida.

No perdió el tiempo durante sus últimos días, manteniendo correspondencia con su hija Meg, con quien tenía gran confianza.

Finalmente, fue decapitado en 1535. Dirigió estas palabras a los que allí se encontraban presentes: "El buen servidor del rey, pero primero Dios"

En 1966 Fred Zinnemann dirige una película sobre su vida: Un hombre para la eternidad, que refleja muy bien la personalidad de este hombre santo, que nunca perdió el sentido del humor, aún a un paso de la muerte.





domingo, 5 de julio de 2009

Fidelidad


Amar, entregarse, sacrificarse, donarse… son diversas formas de conjugar la fidelidad.
Es bien conocida la historia de El Señor de los Anillos. Frodo, de un momento a otro se encuentra enredado en la historia de un anillo que significa la salvación de toda la Tierra Media. Ha sido elegido para una misión que jamás había sospechado. No está sólo. Tiene una comunidad.

La pequeña comitiva pasa por mil peripecias para conseguir su objetivo. La nieve pantanosa en las montañas nevadas, la batalla en las Minas de Moria. Gandalf desaparece. Las sucesivas peleas contra los orcos. La gran victoria frente al reto que se les presentó en el abismo de Helm. La destrucción de Sarumán. Al final Frodo se queda solo. También Sam se ha separado.

Tolkien plasma de modo loable el aspecto psicológico del protagonista en estos momentos. Toda la responsabilidad recae sobre Frodo. No tiene a nadie. Su fidelidad es la suya y nadie le puede sustituir. Los enemigos siguen al acecho. Ha recibido una misión y que se cumpla depende de él y sólo de él. Todos conocemos el desenlace de la historia. Hizo hasta lo imposible y la providencia se encargó de que el anillo fuera destruido..., junto con Gollum.

Todos hemos recibido una misión y la obra de nuestra vida es realizarla. La fidelidad es una virtud que se consigue día a día, minuto a minuto. Es la constancia en las propias determinaciones. En el campo humano y profesional ésta alcanza su mayor grado en la realización de la propia elección de vida. A Frodo le ofrecieron la misión de destruir el anillo, aceptó y fue consecuente con su respuesta hasta donde pudo.

Esto exige varios requisitos: objetivos claros, constancia, tenacidad, reciedumbre, “amor a la camiseta”, cultivo de los detalles en la vivencia de lo que se ha elegido. Con los actos de hoy construimos el hombre maduro que queremos ser mañana. La fidelidad es la corona y la gloria del hombre que ha amado con pasión lo que ha hecho de su vida.

La fidelidad es una virtud que está al alcance de todos y que tiene infinitas expresiones en cualquier campo de la vida humana. Es fiel el amigo que no vuelve la espalda a los suyos en los momentos de dificultad, más aún los acompaña y les brinda todo su apoyo moral y material.

Es fiel el novio que ni de lejos juega con el amor de su prometida, sino que lo cultiva con los pequeños detalles de cariño y afecto: la invita a salir, la respeta, evita lo que le molesta.

Es fiel el esposo que, después de una larga aventura de años y años con su mujer, cada mañana le brinda la misma frescura de su amor en su beso de “¡Buenos días!”. Reina entre los dos un ambiente de total confianza porque saben que son fieles y ninguno fallará.

Es fiel el hombre consagrado que cada mañana se presenta ante su Señor con una sonrisa en los labios y un sincero “Gracias por el nuevo día. Aquí estoy para hacer tu voluntad”.

Nadie es verdaderamente fiel por temor al castigo. Esto no sería auténtica fidelidad. La fidelidad es un compromiso que nace de lo más hondo de nosotros mismos. Es un “conozco las consecuencias y quiero, con todo lo que implique…”. El hombre fiel es el que confirma su opción fundamental con cada una de las pequeñas decisiones que forman el entramado de su existencia. Es un hombre libre que aceptó y sigue aceptando, que amó y sigue amando. La fidelidad es la confirmación diaria de un sí que no pertenece al pasado.

Los frutos del que es fiel no se hacen esperar. La felicidad profunda y la alegría verdadera vienen a constituir el fruto más evidente de la auténtica fidelidad. El hombre fiel es maduro, sincero, trabajador, realista. Hay una coherencia entre lo que es y dice ser.

Ser fiel es creer, confiar, amar…, sufrir con resignación, aguantar con paciencia, esperar contra toda esperanza, luchar sin desalentarse, empeñarse en la meta, apasionarse por el ideal, perseverar en medio de las más atroces dificultades… para corresponder a otro que primero nos ha sido fiel. Para nosotros, católicos, ese Otro se escribe con mayúscula y su nombre es Jesucristo.

Para el cristiano ser fiel significa corresponder al inmenso amor de Dios a la propia persona. Ser un fiel católico no significa cumplir pura y secamente los mandamientos… “porque si no me voy a condenar”.

La fidelidad no se edifica sobre los cimientos inconsistentes de una moral negativa que cifra todo en torno al “no”. La formulación negativa de algunos mandamientos del decálogo tiene su razón de ser en el Amor, que jamás es negativo: “Amarás A Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Renunciamos a aquello para amar más a Dios.

“El cristianismo es el encuentro con una persona: Jesucristo”, nos decía el Papa Benedicto XVI en su primera encíclica. Es a Él a quien le somos fieles, porque antes él ha sido fiel a su amor hacia nosotros.

La gran obra de una vida, sea en el matrimonio, sea en la vida sacerdotal o religiosa, sea en el campo profesional o social se encuentra en la fidelidad a Dios, a los demás y a nosotros mismos. Cada uno, como Frodo, tiene una misión para la que fue creado por Dios. Está en sus manos realizarla o hacerla fracasar.

Dificultades y sufrimientos no faltarán, y esto se constata en toda vida humana. Pero el hombre fiel tiene su mirada clavada en un ideal y nada lo mueve de allí.

El grado de plenitud de nuestra vida es el grado de lo fieles que somos. Siendo lo que somos y hemos elegido ser llevaremos en alto nuestra dignidad de cristianos, católicos, seguidores de Jesucristo, seguros de alcanzar un día no muy lejano la recompensa prometida: “Ven siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco, te recompensaré en lo mucho, entra en el gozo de tu Señor…”

viernes, 17 de abril de 2009

High fidelity

Alguien me envió este historia hace tiempo:
"Un hombre de cierta edad vino a la clínica donde trabajo, para curarse una herida en la mano. Tenía bastante prisa y mientras lo atendía le pregunté sobre el motivo de su urgencia.

Me aclaró que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer que vivía allí.

Llevaba algún tiempo en ese lugar y sufría Alzheimer. Mientras terminaba de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana.

- No, me dijo, ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce.

- Entonces, le pregunté extrañado, ¿y si ya no sabe quién es usted, por qué esa necesidad de ir todas las mañanas y de llegar tan puntual?

Me sonrió, y dándome una palmadita en la mano, me dijo: «Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella».

Tuve que contener las lágrimas, y mientras salía pensé: «Ésa es la clase de amor que quiero para mi vida; el verdadero amor no se reduce a lo físico o romántico, el verdadero amor, es la aceptación de todo lo que el otro verdaderamente es, de lo que ha sido, de lo que será, y de lo que ya nunca podrá ser».



Sí, aunque no lo cuenten los telediarios, hay Fidelidad en el mundo.
Por cierto, fantástico este spot de Intereconomía TV. ¡Felicidades, valientes!