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sábado, 18 de junio de 2016

Divina Presencia



Se me aclaró el sentido,
de pronto, del paisaje.
Y me sentí total como el latido 
de un corazón inmenso, y el mensaje 
del Amor a los hombres. 
Me di todos los nombres 
desde el del alba hasta el de la amapola. 
Me entregué sin prudencia y sin escudo. 
Y me sentí en la sola 
y alta hermosura del Amor, desnudo. 




Como advertí tu acento 
delgado, mi Señor, por la pradera, 
he sido en la ilusión de aquel momento 
todos los hombres, yo, en la primavera. 
Desde aquel día por los más cimeros  
picos de mi esperanza levantado,  
estoy de Tu hermosura sin linderos
con este amor total enamorado.

José María Pemán





lunes, 5 de octubre de 2015

Otoño



Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.

Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento! 




¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!

En una decadencia de hermosura, 
la vida se desnuda, y resplandece 
la excelsitud de su verdad divina.

Juan Ramón Jiménez.



miércoles, 31 de diciembre de 2014

Burrito santo

Joseph Brickey: Camino de Belén.

Borriquito blando de la Virgen María,
manso borriquito que llevó a Jesús
con su Santa Madre que al Egipto huía
una noche negra sin astros ni luz.

Tiziano: Huída a Egipto, 1507. Museo Hermitage.
 
¡Lindo borriquito de luciente lomo!:
hasta el niño mío te venera ya,
y dice, mirando tu imagen en cromo:
–¿Es el de la Virgen que hacia Egipto va?
¡Dulce borriquito, todo mansedumbre!:
nunca a tus pupilas asomó el vislumbre
más fugaz y leve del orgullo atroz;
y eso que una noche sin luna ni estrellas 
por largos caminos dejaste tus huellas, 
¡llevando la carga sagrada de un Dios! 

(Juana de Ibarbourou, 1892-1979)

Domenico Fetti (1589-1623): Huida a Egipto.

domingo, 20 de abril de 2014

Sé que estás conmigo

Jan Wildens: Jesús con los discípulos de Emaús

Yo sé que estás conmigo, porque todas
las cosas se me han vuelto claridad:
porque tengo la sed y el agua juntas
en el jardín de mi sereno afán.

Yo sé que estás conmigo, porque he visto
en las cosas tu sombra, que es la paz;
y se me han aclarado las razones
de los hechos humildes, y el andar
por el camino blanco, se me ha hecho
un ejercicio de felicidad.

No he sido arrebatado sobre nubes
ni he sentido tu voz, ni me he salido
del prado verde donde suelo andar... 

¡Otra vez, como ayer, te he conocido 
por la manera de partir el pan!

José María Pemán

Henry Osawa Tanner (Pittsburg 1859 - Paris 1937): Emaús

Joseph Brickey: Resurrección

domingo, 6 de abril de 2014

Ahí va la loca soñando

Nicolae Vermont (1866–1932): Soñando

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros, 
ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros, 
lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso, 
de mí murmuran y exclaman:
 —Ahí va la loca soñando 
con la eterna primavera de la vida y de los campos,
y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos, 
y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado. 


Nicolae Vermont (1886-1932): La ventana

Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha, 
mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula, 
con la eterna primavera de la vida que se apaga 
y la perenne frescura de los campos y las almas, 
aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan. 

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños, 
sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos? 

Rosalia de Castro (1837-1885), A orillas del Sar.

Ipolit Strâmbu (1871-1934): Visare

sábado, 1 de febrero de 2014

Niñez

Carolyn Anderson

Vuelvo a ti, mi niñez, como volvía 
a tierra a recobrar fuerzas Anteo; 
cuando en tus brazos yazgo, en mí me veo, 
es mi asilo mejor tu compañía. 

De mi vida en la senda eres la guía 
que me apartas de todo devaneo, 
purificas en mí todo deseo, 
eres el manantial de mi alegría. 

Siempre que voy en ti a buscarme, nido 
de mi niñez, Bilbao, rincón querido 
en que ensayé con ansia el primer vuelo, 
súbeme de alma en flor mi edad primera 
cantándome recuerdos, agorera, 
preñados de esperanza y de consuelo. 

Miguel de Unamuno, (Bilbao, 1864- Salamanca, 1936).

sábado, 14 de diciembre de 2013

Que a vida eterna sabe

José Joaquín Magón: La Misa de san Juan de la Cruz, s. XVII
Canciones del alma en la íntima comunicación de unión de amor de Dios:

¡O llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
¡O cauterio süave!
¡O regalada llaga!
¡O mano blanda! ¡O toque delicado
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.
¡O lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
color y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!
 
San Juan de la Cruz, 24 de junio de 1542- 14 de diciembre de 1591.



viernes, 6 de diciembre de 2013

Canción del silencio

Andrés López: Virgen del apocalipsis.
 
"... mueve cefirillo, sopla en mi huerto
y vuelen sus aromas".
(Cantar de  los cantares, IV, 16)

¿Qué te diré? ¿Qué quieres que te diga
si eres Cristal y que el aura leve empaña
y mi lengua es mortal? ¿Qué ronda extraña
puede juntar al ángel con la hormiga?

No hay vuelo de ángel que tus huellas siga,
Hija Pura de Dios. En la mañana
de este espeso zarzal, de esta cizaña, 
me doblaré sin voz, como la espiga;

dejaré que por mí suspire el viento,
que arda la rosa, que la fuente cante, 
que cuaje en puro pasmo el pensamiento.

Y mientras dan su antífona radiante
las doce estrellas de tu firmamento,
yo, en llamas vivas, corazón amante.

Genaro Xavier Vallejos,  (1891-1991)

Giambattista Tiepolo (1696 - 1770): Virgen Inmaculada


lunes, 2 de diciembre de 2013

Jardín de invierno



Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.

Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno. 

Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante. 


Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado. 

Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.

La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.


Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.


Pablo Neruda, 1904-1973.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Natividad de María en el arte

Alejo Fernández: Nacimiento de María. Catedral de Sevilla.
Canten hoy, pues nacéis vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.

Digan, Señora, de vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.

Canten y digan, por vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Y nosotros, que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también,
el corazón y las manos.

Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios. 

(Lope de Vega)

Giuseppe Leonardo: Natividad de María.
Alessandro Turchi (1578-1649): El nacimiento de la Virgen.
Erasmus Quellinus II (1607-1678): Nacimiento de la Virgen, 1660.
Carpaccio: Nacimiento de María.
Juan de Borgoña: Natividad de la Virgen, 1495. Sala Capitular de la Catedral de Toledo.
Fernando Yáñez de la Almedina (1505-1537): Natividad de la Virgen. Catedral de Valencia.

miércoles, 12 de junio de 2013

Se vende


Pregón 

¡Vendo nubes de colores: 
Las redondas, coloradas, 
para endulzar los calores! 

 ¡Vendo los cirros morados 
y rosas, las alboradas, 
los crepúsculos dorados! 

¡El amarillo lucero, 
cogido a la verde rama 
del celeste duraznero! 

¡Vendo la nieve, la llama 
y el canto del pregonero!

Rafael Alberti (1902-1999)

martes, 7 de mayo de 2013

Madre

Dorothea Sharp, (1874 – 1955): Madre e hijos en el lago Como.

Te digo, al llegar, madre
que tú eres como el mar;
que aunque las olas
de tus años se cambien y te muden,
siempre es igual tu sitio
al paso de mi alma.

Gavin Calf: Madre e hijo en Bretaña.
 
No es preciso medida
ni cálculo para el señalamiento
de ese cielo total;
el color, hora única,
la luz de tu poniente,
te sitúan,¡oh madre!,entre las olas,
conocida y eterna en su mudanza.

Juan Ramón Jiménez.


martes, 23 de abril de 2013

Oda al libro

Peter Severin Kroyer, (1851-1909): Holgen Drachman, 1902

Libro
hermoso,
libro,
mínimo bosque,
hoja
tras hoja,
huele
tu papel
a elemento,
eres
matutino y nocturno,
cereal,
oceánico,
en tus antiguas páginas
cazadores de osos,
fogatas
cerca del Mississippi,
canoas
en las islas,
más tarde
caminos
y caminos,
revelaciones,
pueblos
insurgentes,
Rimbaud como un herido
pez sangriento
palpitando en el lodo,
y la hermosura
de la fraternidad,
piedra por piedra
sube el castillo humano,
dolores que entretejen
la firmeza,
acciones solidarias,
libro
oculto
de bolsillo
en bolsillo,
lámpara
clandestina,
estrella roja.

Paul Rink, 1861-1903

Nosotros
los poetas
caminantes
exploramos
el mundo,
en cada puerta
nos recibió la vida,
participamos
en la lucha terrestre.
Cuál fue nuestra victoria?
Un libro,
un libro lleno
de contactos humanos,
de camisas,
un libro
sin soledad, con hombres
y herramientas,
un libro
es la victoria.

Christian Krohg: El pequeño Eber leyendo, 1925

Vive y cae
como todos los frutos,
no sólo tiene luz,
no sólo tiene
sombra,
se apaga,
se deshoja,
se pierde
entre las calles,
se desploma en la tierra.

Libro de poesía
de mañana,
otra vez
vuelve
a tener nieve o musgo
en tus páginas
para que las pisadas
o los ojos
vayan grabando
huellas:
de nuevo
descríbenos el mundo
los manantiales
entre la espesura,
las altas arboledas,
los planetas
polares,
y el hombre
en los caminos,

Vladislav Erko
en los nuevos caminos,
avanzando
en la selva,
en el agua,
en el cielo,
en la desnuda soledad marina,
el hombre
descubriendo
los últimos secretos,
el hombre
regresando
con un libro,
el cazador de vuelta
con un libro,
el campesino arando
con un libro.

Pablo Neruda

sábado, 6 de abril de 2013

Madre

Porque así lo quiso tu Hijo.

Alice Havers: María ponderaba todas esas cosas en su corazón, 1888.

III Cantiga 

Eres madre del pan, eres un cuenco 
de leche hospitalaria, bien caliente; 
eres humildemente la cerilla 
que alumbra un apagón 
de cuatro siglos; 
eres la venda justa, eres paisana 
de todo lo que amo. 
La caricia 
candeal de tus manos disuade cada lágrima 
que congelada baja pecho adentro. 

No me niegues a mí tu voz, la chimenea 
de todos los viajeros del invierno.

Miguel d'Ors

jueves, 21 de marzo de 2013

Soneto a las flores


Estas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.



Este matiz que al cielo desafía,
iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!



A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecer florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.


Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y expiraron,
que pasados los siglos horas fueron.

Calderón de la Barca

miércoles, 20 de marzo de 2013

Oración de la luz


Señor: yo sé que en la mañana pura 
de este mundo, tu diestra generosa
hizo la luz antes que toda cosa 
porque todo tuviera su figura. 


Yo sé que se refleja la segura 
línea inmortal del lirio y de la rosa 
mejor que la embriagada y temerosa
 música de los vientos en la altura. 


Por eso yo celebro en el frío 
pensar exacto a la verdad sujeto 
y en la ribera sin temblor del río; 


por eso yo te adoro, mudo y quieto: 
y por eso, Señor, el dolor mío 
por llegar hasta Ti se hizo soneto.

José María Pemán

miércoles, 27 de febrero de 2013

Soneto LXIX

Walter Rane: Castidad.

Las partes que de ti ven los ojos del mundo
en nada el corazón las puede mejorar:
todas las lenguas -voces del alma- lo proclaman,
pues es la verdad pura, que hasta el rival admite.

Así, loas externas coronan tu exterior,
por eso las mismas lenguas, que te dan lo que es tuyo, 
emplean otro tono para anular tu elogio,
mirando más allá de lo que ve la vista.

Buscan dentro de ti la belleza de tu alma
y conjeturan que ésta se mide por tus hechos;
rústicas, pues, sus mentes, aunque amables sus ojos,
a tu flor bella añaden hedor de malas hierbas.

¿Pero por qué tu olor no iguala tu apariencia?
La culpa es de que creces en suelo comunal.

William Shakespeare.



lunes, 25 de febrero de 2013

Meditación


Yo te veo, Señor, en las montañas
que soberbias se miran en su altura,
dó reciben la luz con que las bañas,
antes que este hondo valle de tristura;

y en el último y lánguido reflejo,
que recogen del día moribundo,
cuando su altiva cumbre es el espejo
de las sombras que caen en el mundo;

y en su color azul y nieve fría
que oculta la preñez de los volcanes,
como encubre falaz hipocresía
de infame corazón pérfidos planes.


Que tú les das la niebla matutina
que se pierde por leve y vaporosa,
tú les enciendes llama que ilumina,
tú su cráter entibias y reposa.

Desataste en sus cimas y pendientes,
para calmar la sed de los mortales,
las cristalinas venas de las fuentes
y escondiste en su seno los metales.

Mas ellos ambicionan el tesoro
que previsión de un padre les encierra,
no pueden apagar la sed del oro
y rompen las entrañas de la tierra.

¡Metal de execración! ¡metal maldito,
cuya pálida luz cegó los ojos,
doró deformidades del delito
y alumbró los desórdenes y enojos!


Yo te veo, Señor, en los breñares
poblados de malezas muy bravías,
en los altos, difíciles lugares,
dó el águila renueva largos días,

el águila que es hija de los vientos,
con su nido que es campo de batalla,
lleno de los despojos más sangrientos
del vulgo de las aves que avasalla,

sombría como el sitio donde habita,
de furibundos ojos y de garras
duras como las peñas que visita,
corvas como moriscas cimitarras.


Que tú para cortar los aquilones
la fuerza muscular le diste en prenda;
te busca por las célicas regiones,
por eso mira al sol como a tu tienda.

Tú contaste sus plumas más ligeras,
como cuentas los árboles y frutos,
los átomos que cruzan las esferas,
y hasta la eternidad por sus minutos.


Yo te veo en el mar: en la ola verde,
azul, o sonrosada que camina,
que con orla de aljófares se pierde,
mientras otra más alta se avecina.

También cuando lo tienes en bonanza,
para el pequeño alción que a sus cristales
fía su hermosa prole y su esperanza,
mientras atas furiosos vendavales.


Y en el cetáceo enorme que entre hielos,
que muros de cristal pueden decirse,
alza dos ríos de agua hasta los cielos,
y agita el mar del norte al rebullirse;

que herido del arpón, iras alienta,
con su sangre las aguas enrojece,
y las pone agitadas en tormenta...
¡Tanto puede su mole que padece!

Tú le diste los mares por presea
donde tenga por lecho las bahías
el boreal y antártico pasea;
por abismos de espuma tú le guías.


Yo te veo, Señor, en el insecto
que busca en la camelia nido y casa,
con las galas de adorno tan perfecto
que unas púrpura son, otras son gasa;

y en el que enamorado de su pompa
se contempla en la fuente bulliciosa,
y en el que chupa almíbar con su trompa,
y en el que se adormece en una rosa;

y el que queda suspenso ante las ovas
mecido en equilibrio con las alas,
y al parecer les canta dulces trovas
que solo entiendes tú que a ti te igualas;

y en el reptil que turba ninfas puras,
que por su cauce nítido se alegra,
y el que por las musgosas hendiduras
asoma su cabeza verdinegra.


Tú has vestido de flores las colinas
cual nunca Salomón se engalanara,
cuando a ruego de hermosas concubinas
ídolos en los bosques adorara.

Tú has dado los aromas y canelas,
papagayos hermosos y parleros,
búfalos, elefantes y gacelas,
cedros, palmas, acacias, bananeros.


Que Tú eres el principio de ti mismo,
sin contar el origen de tus días,
grande en la inmensidad y en el abismo,
Dios de eternas venturas y alegrías.

Juan Arolas, 1805-1849.