sábado, 28 de julio de 2012

La gloria de la carne

Tras saborear esta artículo de Juan Manuel de Prada publicado en el diario ABC, no me resito a compartirlo con vosotros.

Hace diez o doce años publicaba Félix de Azúa un artículo que me impresionó muy vivamente. El autor había asistido al funeral de un amigo y glosaba el sermón del cura, en el que se vino a decir que tras la muerte «nos disolvemos en la luz divina como chispas devoradas por un alegre y vertiginoso incendio». Escuchando este sermón, Azúa se sorprendió de que los católicos nos conformáramos con esta versión amputada de la Gloria eterna; e incluía en su artículo este vigoroso apóstrofe: «Católicos, no os dejéis arrebatar la Gloria de la carne. No os hagáis hegelianos. Que, sobre todo, el cuerpo sea eterno es la mayor esperanza que se pueda concebir y sólo cabe en una religión cuyo Dios se dejó matar para que también la muerte se salvara. Quienes no tenemos la fortuna de creer, os envidiamos ese milagro, a saber, que para Dios (ya que no para los hombres) nuestra carne tenga la misma digni dad que nuestro espíritu, si no más, porque también sufre más el dolor. Rezamos para que estéis en la verdad y nosotros en la más negra de las ignorancias».

  Recorté entonces aquel artículo, pues me pareció una soberbia denuncia —tanto más valiosa por proceder de un incrédulo— de ese aguachirle espiritualizante que ha ido adulterando los paisajes de la vida futura. Con razón ha dicho Benedicto XVI que el mayor daño a la fe no lo provocan sus adversarios, sino los cristianos mediocres. También nosotros, como Azúa, hemos escuchado muchos sermones en los que la gloria de la carne es eludida o escamoteada (como, en general, lo son otras muchas realidades escatológicas); y cuando, en alguna ocasión, hemos reprochado al cura esta elusión o escamoteo, hemos recibido la misma explicación —o excusa— barullera, que viene a resumirse así: «Puesto que no sabemos cómo ocurrirán tales cosas, mejor no hablar demasiado de ellas, para que la imaginación de los fieles no se extravíe». Pero toda esperanza eficaz se apoya en el pedestal que la imaginación le presta; cuando no podemos hacernos una idea concreta de lo que esperamos, tendemos a expulsarlo de nuestra mente.

  Si persistimos en cerrar una tras otra todas las salidas por donde el creyente busca concebir su destino último, al fin abandonará su empresa. Si los hombres mantienen una esperanza, aunque sea encarnada en formas toscas, y nosotros persistimos en decirles que su realización no puede tomar ninguna de las formas que ellos pensaban, acabarán por decir que la esperanza misma es una filfa ilusoria. Pues para el mero viaje de nuestras almas hacia la «luz divina» no hacían falta las alforjas de un Dios que se hace carne y sufre tormentos en su carne, antes de morir y resucitar al tercer día. Esta resurrección de la carne es la que nos ha sido prometida; y esta resurrección de la carne es el deseo que Dios infunde en todo el ser del hombre a través de la Eucaristía. Deseo que, inevitablemente, se amustia a medida que el misterio eucarístico de la transubstanciación se rutiniza o desacraliza. ¡Dígale usted a un tío que comulga como quien hace cola en el rancho (con la manita a guisa de cuenco) que ese pedacito de pan ácimo —ante el que ni siquiera le dejan arrodillarse— prefigura la resurrección gloriosa de su carne!


  La fe cristiana en la resurrección de la carne se topó desde el principio con las incomprensiones y resistencias propias de una filosofía espiritualista que consideraba el cuerpo una suerte de cárcel de la que el alma quedaba liberada con la muerte. Con signos de esta incomprensión ya se topa San Pablo en el Areópago de Atenas; y tales resistencias las sigue mostrando nuestra época, dispuesta a admitir condescendientemente alguna forma de supervivencia espiritual más allá de la muerte, pero intelectual y afectivamente cerrada a la resurrección de la carne. Actitud congruente con su rechazo de la fe, que no es —como pretenden ciertas versiones sucedáneas— una relación intelectual con la divinidad, ni un impulso afectivo hacia ella, sino un abrazo conyugal que transforma la massa perditionis que formamos en Adán en el Cuerpo místico de Cristo, a través del cual circula la sangre de su vida divina. De ahí que ese abrazo conyugal, que abarca nuestra naturaleza entera, se manifieste en los sacramentos a través de gestos y vínculos corporales: Dios no llega a nosotros en primer lugar por una predicación de sabiduría o por un ejemplo de virtud, sino por la carne (en esto consiste la Encarnación); y al abajarse y aceptar nuestra naturaleza, se hace una sola carne con nosotros, en una suerte de desposorio eterno.

  La consecuencia natural de ese desposorio —su plenitud final —es, como es cribe el siempre finísimo y penetrante Fabrice Hadjadj en La profundidad de los sexos, el abrazo del Eterno hasta la raíz de nuestro cuerpo, la posesión divina de cada una de nuestras fibras a través de la resurrección de la carne. A esa nueva forma de existencia la llama San Pablo cuerpo glorioso o espiritual, renacido de la semilla corruptible de nuestro cuerpo mortal y sin las limitaciones propias de la materia: porque la resurrección no es la recuperación del cuerpo abandonado por el alma, ni tampoco la continuación de una vida corporal interrumpida por la muerte —como pensaban los saduceos—, sino el principio de una vida nueva. Como explica San Agustín en La ciudad de Dios, «todos los miembros, todas las vísceras del cuerpo incorruptible, sujetas hoy a las diversas funciones que la necesidad impone, en esa hora en que la necesidad cederá ante la felicidad, concurrirán todos en la alabanza a Dios».

  Y en ese estado de felicidad perpetua en el que «todo defecto será corregido, todo lo que falta respecto a la medida adecuada será completado y será suprimido todo lo que esté en demasía», podremos ser uno con las personas a las que amamos en la tierra de una manera mucho más profunda y perfecta, porque esa unión será, antes que cualquier otra cosa, unión con la fuente: nuestra amada será esposa de Dios más que nuestra. Algo de esto intuyó Agustín de Foxá en un poema hermosísimo titulado «Juicio Final», en el que, al figurarse a su amada tras la resurrección de la carne, hablaba de «formas recobradas», «venas vibradoras» y «corazones palpitando otra vez». ¡Católicos, no os dejéis arrebatar la Gloria de la carne!

Juan Manuel de Prada. La Tercera de Abc, 26 de julio de 2012

jueves, 19 de julio de 2012

El decoro en la cuerda floja

Por: Josefina Figueras en asmoda.com

En nuestra convulsiva época se suele hacer una calificación muy “sui generis” que coloca algunas palabras y conceptos entre lo llamado “políticamente incorrecto”. Y la palabra decoro es uno de ellos. Sin embargo, desde la otra orilla, muchos se esfuerzan por reivindicar el verdadero significado del decoro como el respeto que la persona se debe a si misma y como consecuencia a los demás. El debate cobra especial intensidad cuando llega el verano porque si se prescinde del decoro se puede caer en una plaga por desgracia bastante corriente: la chabacanería ambiental.

La pérdida del decoro, que es un claro síntoma de retroceso social, puede expresarse de muchas maneras pero una de las más sintomáticas -y que en verano alcanza niveles altísimos- afecta a la forma de vestirse o mejor aun de desvestirse. Contra esta plaga se han alzado ya algunos ayuntamientos para exigir decoro como una forma de cuidar la imagen de la población y también respondiendo al aumento de las quejas ciudadanas.

Frente a la pretensión de algunos de pasearse casi desnudos por las calles, especialmente en poblaciones cercanas a la costa, se han arbitrado algunas medidas cortando los excesos con prohibiciones concretas, sujetas a multas, como por ejemplo no permitir además del desnudo el pasearse por las calles en bañador “para proteger el derecho de las personas como consecuencia de la falta de respeto a las pautas mínimas generalmente admitidas en relación con la forma de vestir que exige la ley”, como se publicó por ejemplo no hace mucho en Barcelona.

Algunas asociaciones, que defienden el derecho prehistórico de ir “sin ropa”, se han sentido “perseguidas” con estas prohibiciones y otras parecidas y lo han calificado incluso de “nudofobia”. Otros consideran que prohibir estos excesos es un ataque a la libertad. Sin embargo, considerando las cosas con objetividad, las medidas restrictivas en las calles y también en las entradas de algunas catedrales y monumentos históricos, tienen que ver con la educación y el respeto, pilares en los que se apoya la convivencia y el decoro que se quiere borrar del diccionario y de las calles.

En el fondo de este debate late un concepto equivocado de la libertad individual, que se quiere definir como un derecho de hacer y vestir cada uno según le venga en gana sin que nadie tenga derecho a poner determinados límites. En verano esta libertad abusiva toma mayores alas y cuando llega el buen tiempo hay quienes creen que los parques públicos son como la terraza de su casa y colocan la toalla sobre el césped, se embadurnan con el bronceador y se ponen a tomar el sol en bañador o en bikini. Y además de estos hay otros que ni se molestan en ponerse una camiseta y salen de casa en traje de baño y chanclas para defenderse mejor del calor reinante. O creen que los minishorts es una prenda adecuada para las calles de las ciudades.

Se suele alegar que estas actitudes no hacen daño a nadie. Pero, además de hacer daño a la vista, lo hacen a la imagen de las ciudades a las que hay que cuidar no solo manteniendo el aspecto de los jardines y los monumentos históricos, sino de su componente principal que son las personas. La convivencia es un pacto que dicta unas normas a las cuales todos tenemos que ajustarnos. Y deben tener también en cuenta el sentido ético y estético. No da lo mismo pasearse en bañador o vistiendo con una falta clara de la decencia más elemental, que casi siempre puede catalogarse en el apartado de la ordinariez y el mal gusto.

Detrás de estas actitudes, además del concepto equivocado de libertad, hay una muestra de mala educación y una de falta de respeto a los demás. La moda, con el decoro en la cuerda floja, tiene también una misión educativa que consiste en enseñar a vestir de la forma adecuada para cada ocasión sin quitar a nadie la legítima aspiración de querer un mundo en el que el buen tono, la estética y la decencia tengan también su lugar.

jueves, 12 de julio de 2012

Generosidad


Hace unos días conocíamos la historia de Bárbara Castro, periodista de 31 años que perdía la vida a causa de un cáncer. Hasta aquí, algo desgraciadamente habitual; no es la primera vida joven que se va a causa de la fatal enfermedad.
Pero la decisión de Bárbara ha hecho que su caso sea conocido a nivel nacional.

Bárbara y su pequeña
Casada con Ignacio, a los 5 meses de embarazo se entera de que sufre un cáncer de lengua. Ante la disyuntiva de adelantar el parto de su hija para así poder recibir ella el tratamiento para su enfemedad (con el consiguiente riesgo para la vida de su hija), decidió que el embarazo siguiese su ritmo natural, y posponer su tratamiento al parto.
La pequeña Bárbara nació, y su madre, tras dos años tratándose, "nació a la vida" el pasado miércoles.

Ha sido una difícil decisión, supongo que no exenta de polémica. Seguro que cuando su hija crezca y sea consciente de la decisión de amor de su madre, será la niña más orgullosa del mundo.

Desde aquí, mi reconocimiento a Bárbara y a su familia, todo un ejemplo de generosidad y amor. Le pido que desde el cielo, nos envía a todos un poquito de su valentía para luchar por la vida.

miércoles, 11 de julio de 2012

La verdad del amor humano

La Conferencia Episcopal Española (CEE) acaba de publicar el documento La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar. Los obispos explican a fondo la vocación al amor conyugal, oscurecida a veces por ideologías que convierten el subjetivismo en el único criterio para valorar la realidad.

En la primera parte del documento (capítulos 1 a 3), los obispos presentan el fundamento de la verdad del amor humano: “El origen del amor no se encuentra en el hombre mismo, sino que la fuente originaria del amor es el misterio de Dios mismo, que se revela y sale al encuentro del hombre. Esa es la razón de que el hombre no cese de buscar con ardor esa fuente escondida”.

Descubrir un amor que nos precede ayuda a entender, entre otras cosas, “que la medida y la verdad del amor no puede ser exclusivamente el deseo humano. Ha de buscarse sobre todo en el origen del que procede”. Este amor originario previene así “contra toda concepción voluntarista o emotiva del amor”.

La verdad de este amor más grande que nosotros mismos está inscrita en la dimensión sexuada –“varón y mujer los creó” (Gen 1, 27)– de la persona humana. Asimismo, caracteriza el amor conyugal: un amor comprometido, que crea plena comunión de vida entre un hombre y una mujer; es fiel y exclusivo, fecundo y para siempre.

Dos ideologías antifamiliares

El cuarto capítulo analiza dos corrientes de pensamiento “que distorsionan la consideración del hombre hecho a imagen de Dios y, derivadamente, las imágenes del matrimonio y de la familia. Una y otra parten de un mismo principio: una injusta valoración de la corporalidad”.

La primera es una forma de espiritualismo puritano que trata la corporeidad como un obstáculo para el amor espiritual. Según este modo de pensar, el papel que la sexualidad desempeña en el amor comprometería “la trascendencia y la gratuidad de las formas más elevadas de amor”.

La segunda corriente de pensamiento –a la que el documento dedica más atención– es la ideología de género. Ésta pretende “desvincular la sexualidad de las determinaciones naturales del cuerpo, hasta el punto de disolver el significado objetivo de la diferencia sexual entre hombre y mujer”. El cuerpo queda así reducido a materia manipulable para obtener cualquier forma de placer.

La banalización de la sexualidad a que conducen ambas corrientes de pensamiento impide percibir, al menos de manera completa, la realidad del matrimonio y de la familia. En su lugar, se nos propone “la absolutización subjetivista de una libertad que, desvinculada de la verdad, termina por hacer de las emociones parciales la norma del bien y de la moralidad”.

Cuatro líneas de acción

El quinto capítulo reivindica el matrimonio como un bien social de primer orden: custodia el amor de las personas y se constituye en valioso “capital social”. Frente a quienes consideran que el matrimonio es simplemente un acuerdo privado que no afecta al resto de la sociedad, los obispos recuerdan que el matrimonio y la familia son elementos esenciales del bien común.

Considerar el matrimonio y la familia como un capital social de la mayor importancia requiere, entre otras cosas, que sea promovido política y culturalmente. Asimismo, el legislador habrá de tener en cuenta que “realidades diferentes no pueden ser tratadas como si fueran iguales. Reconocer la diferencia no es discriminación, sino justicia. A distintas realidades, distintos bienes y distintos reconocimientos, distintos deberes y distintos derechos”.

En este sentido, los obispos denuncian que la reforma legal de 2005 haya transformado la institución del matrimonio hasta convertirla en un arreglo de la convivencia entre dos personas de cualquier sexo, con la posibilidad de ser disuelto unilateralmente por alguna de ellas, solo con que hayan transcurrido tres meses después de la boda.

Finalmente, el sexto capítulo reúne unas propuestas para construir una nueva cultura del matrimonio y de la familia. Los obispos proponen cuatro grandes líneas de acción: 
a) la educación afectivo-sexual; 
b) la preparación al matrimonio; 
c) políticas familiares justas y adecuadas; 
d) la promoción de relaciones humanas donde cada persona sea querida por sí misma.

Aceprensa.com

viernes, 6 de julio de 2012

Arte, un regalo de Dios

Por Jesús Ortiz López en Arvo.net

Pascal afirmaba que el corazón tiene sus razones que la inteligencia no entiende, dado que el ser humano es un misterio abierto al infinito, capaz de grandezas y miserias en un mismo corazón.

Pablo de Tarso invitaba a los creyentes a meterse en el corazón de Cristo para conocer el amor de Dios y reconocerse como hijos de Dios: “Que Cristo habite en vuestros corazones por la fe -escribe-, enraizados y fundamentados en la caridad, para que podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo que supera todo conocimiento, para que seáis colmados de toda plenitud de Dios” (Ef 3,17-19).

El Vaticano II viene a decir lo mismo: “el misterio del hombre sólo se esclarece a la luz del Verbo encarnado” (GS, 22).
El arte es un gran regalo de Dios a los hombres y los artistas son geniales constructores de belleza que nos ayudan a superar la vulgaridad y abismarnos en el misterio del ser. Es un hecho que el cristianismo ese ha aliado con el arte. Desde los primeros tiempos la Iglesia ha necesitado de los artistas para anunciar el Evangelio, reconoce Juan Pablo II en la Carta dirigida a los artistas. La Iglesia nunca ha despreciado la palabra y la imagen, la música y la materia para difundir su mensaje. Lo contrario supondría incluso retornar a la herejía de los iconoclastas.

Jesús Fernández Moreno
El Monasterio de El Escorial es una monumental obra de arte concebida según el sentido cristiano de la vida, cuando el antropocentrismo moderno comenzaba ya a descentrar al hombre y a la sociedad. Si el arte es siempre un puente tendido hacia la experiencia religiosa, en El Escorial resplandece la belleza de Dios y la magnificencia del hombre para asombro y elevación de las futuras generaciones. Será suficiente mencionar algunos datos para comprenderlo mejor: sus fachadas tienen 207 mts. Y 160 mts. respectivamente, y las 4 torres llegan a 55 mts. de altura. En total hay 15 claustros, 16 patios, 88 fuentes, 1.200 puertas y 2.600 ventanas.

La Basílica está concebida como el nuevo templo de Jerusalén que ya goza de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, y viene precedido por el Patio de los reyes que representa, en su desnudez, a Israel en la espera multisecular del Redentor. La cúpula alcanza los 92 mts. mientras que las torres que flanquean la entrada llegan a 72 mts. En su interior, el Retablo es una catequesis sobre los misterios gozosos, dolorosos, y gloriosos de la vida de Cristo y de María, y está en función del Tabernáculo. Se trata de un templete realizado con mármoles y bronces muy valiosos que tiene 4,50 mts. de altura y 2 mts. de diámetro. Todo este conjunto básico del templo, monasterio, mausoleo y apartamentos reales se realizó en ¡sólo en 21 años! Hoy disponemos de más medios y mejores técnicas pero parece que nos falta corazón: no sabemos hacer catedrales ni iglesias donde brille el esplendor de la belleza.

Si Dios es la belleza y el artista la busca incansablemente, el arte ha de encontrarse con Dios. La belleza, la verdad y el bien, se unen de modo sublime en la persona de Jesucristo. El mundo necesita la belleza y el arte debe contribuir a la Redención, sobre todo los artistas que de verdad creen en Dios, en Jesucristo y en la Iglesia. De ahí que Juan Pablo II les diga: “Os toca a vosotros, hombres y mujeres que habéis dedicado vuestra vida al arte, decir con la riqueza de vuestra genialidad que, en Cristo, el mundo ha sido redimido, redimido el cuerpo humano, redimida la creación entera”.

A los demás mortales se nos pide sólo una mayor capacidad de contemplación y más sentido crítico respecto al arte y al religioso en particular. La sociedad tiene necesidad de grandes artistas y la comunidad cristiana necesita que tengan una buena doctrina y una vida coherente con la fe. Y probablemente todos necesitamos mucha magnanimidad para superar la vulgaridad en el arte sacro y en la liturgia. En El Escorial podemos contemplar una materia transfigurada de belleza porque unos hombres geniales tenían fe en Dios y estaban bien unidos al Artista del universo.

sábado, 30 de junio de 2012

Glosa a lo divino


Por toda la hermosura
nunca yo me perderé,
sino por un no sé qué
que se alcança por ventura.

I

Sabor de bien que es finito
lo más que puede llegar
es cansar el apetito
y estragar el paladar
y assí por toda dulçura
nunca yo me perderé
sino por un no sé qué
que se halla por ventura.

II

El coraçón generoso
nunca cura de parar
donde se puede passar
sino en más difficultoso
nada le causa hartura
y sube tanto su fee
que gusta de un no sé qué
que se halla por ventura.

III

El que de amor adolesce
de el divino ser tocado
tiene el gusto tan trocado
que a los gustos desfallece
como el que con calentura
fastidia el manjar que ve
y apetece un no sé qué
que se halla por ventura.

IV

No os maravilléis de aquesto
que el gusto se quede tal
porque es la causa del mal
ajena de todo el resto
y assí toda criatura
enajenada se vee
y gusta de un no sé qué
que se halla por ventura.

V

Que estando la voluntad
de divinidad tocada
no puede quedar pagada
sino con divinidad
mas, por ser tal su hermosura
que sólo se vee por fee,
gústala en un no sé qué
que se halla por ventura.

VI

Pues, de tal enamorado
dezidme si abréis dolor
pues que no tiene sabor
entre todo lo criado
solo sin forma y figura
sin hallar arrimo y pie
gustando allá un no sé qué
que se halla por ventura.

VII

No penséis que el interior
que es de mucha más valía
halla gozo y alegría
en lo que acá da sabor
mas sobre toda hermosura
y lo que es y será y fue
gusta de allá un no sé qué
que se halla por ventura.

VIII

Más emplea su cuydado
quien se quiere aventajar
en lo que está por ganar
que en lo que tiene ganado
y assí, para más altura
yo siempre me inclinaré
sobre todo a un no sé qué
que se halla por ventura.

IX

Por lo que por el sentido
puede acá comprehenderse
y todo lo que entenderse
aunque sea muy subido
ni por gracia y hermosura
yo nunca me perderé
sino por un no sé qué
que se halla por ventura.

(San Juan de la Cruz)


lunes, 25 de junio de 2012

Veintiséis años, la gracia de Dios y buen humor

Mañana, 26 de junio, se cumple un nuevo aniversario del "Dies natalis" de san Josemaría. Agradezco a mi amiga Elena Baeza su amabilidad al permitirme publicar el artículo que ha escrito por semejante motivo.

El fundador del Opus Dei es un santo contemporáneo, muchos miles de personas aún en vida le han conocido y tratado, ya sea de un modo esporádico o en una convivencia íntima y prolongada. Por suerte, el arco de su existencia se ha desplegado en una época donde las tecnologías han ayudado a poder registrar gestos y palabras: películas, vídeos, grabaciones y notas de conversaciones o de simples anécdotas familiares que nos han facilitado conocer no sólo su quehacer y sus virtudes, sino su semblante y su estilo, en definitiva su manera de ser.

Cuando el día 2 de octubre de 1928, por inspiración divina, vio que todos los hombres pueden aspirar a ser santos haciendo de todo trabajo, por humilde que sea, ocasión de encuentro y diálogo con Dios, él se preguntaba cómo llevar a cabo lo que Dios le pedía, “si sólo tengo 26 años, la gracia de Dios y buen humor. Y nada más”. ¡De su sí a la llamada de Dios dependían tantas cosas!: cientos de miles de personas se entregarían a Dios en medio del mundo y millones de hombres y mujeres de los cinco continentes compartirían su espíritu.

Una constante de su carácter, que subrayan cuántos le conocieron en cualquiera de las etapas de su vida, ha sido la alegría y la simpatía arrolladora de su modo de ser y de actuar. ¡Y, es el buen humor que tenía! No era simplemente una alegría fisiológica. Es mucho más. Es la alegría de los hijos de Dios. En muchos escritos sobre su vida se pueden leer comentarios como: “Me sorprendió su sentido del humor”. “Quedé removido por dentro”. “Todos reímos mucho”. “Tuve la convicción de estar muy cerca de Dios”.

Sabía reír como un niño, con anécdotas o chiste, o con las actuaciones divertidas, más o menos improvisadas, que en las tertulias de familia procuraban de vez en cuando hacer pasar un rato agradable. ¡Cuántas carcajadas ha hecho surgir el santo con sus ocurrencias y sus anécdotas! Su contagioso sentido del humor fue el instrumento para atraer a miles de almas a Dios.
Me trae a la memoria los últimos días de vida de mi madre, muy devota de él que cogía su estampa para la devoción privada, -no sabemos que le pediría-, pero cuando acaba de encomendarse a él, repetía siempre: “mira se ríe de los que le pido” y, es que dentro de sus sufrimientos ella veía la sonrisa que probablemente él le transmitía.

En estos tiempos que corren de angustia, de crisis económica, viene bien mirar y quedarse con la vida de un santo conocido también como “Maestro de Buen Humor”, que tanta falta nos hace para recuperar esa paz que tantos anhelan.

En la vida de san Josemaría –como en la de cualquier persona- no faltaron las contradicciones ni las enfermedades. Si alguno de sus hijos sufría, podía proponerle: ¿Quieres un plan eficaz? Te doy éste, muy experimentado en nuestro Opus Dei: “callar, rezar, trabajar, sonreír”. Porque de que sirve enfadarse, si luego tienes que desenfadarte, no has conseguido nada y has tenido doble trabajo. “La verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre” (Camino, 657).

domingo, 24 de junio de 2012

San Juan Bautista

Jean Benner
Salomé con cabeza del Bautista, 1899
Además del nacimiento de Jesús y de la Virgen María, el nacimiento de san Juan Bautista es el del único santo que celebra la Iglesia Católica.

Este domingo, 24 de junio, contemplamos el nacimiento de san Juan Bautista, el Precursor, la voz que anuncia a Jesucristo. Se trata de un nacimiento rodeado de signos prodigiosos, puesto que Juan nace de Isabel, que ya era una anciana lógicamente estéril; por otra parte, Zacarías, el padre, había perdido el habla en el templo, a causa de su incredulidad, y la recobrará justamente cuando ponga a su hijo el nombre de Juan. Estos acontecimientos sobrecogen a los vecinos y conocidos y se comentan por toda la montaña de Judea, y llevan a la certeza de que la mano del Señor está con este niño.

La misión de Juan consistirá en dar testimonio de la Luz, por eso invitará a la conversión, a abrir las puertas del corazón y acoger la luz de Cristo. Su figura permanece actual, a pesar del paso del tiempo, íntimamente unida a la venida de Cristo y también a su obra, que anuncia la redención del mundo. Su ejemplo se mantiene vivo a los ojos de la Iglesia, que ha de vivir en conversión continua y preparar los caminos del Señor anunciando la Buena Nueva.

Desde Jerusalén y desde toda Judea, la gente llegaba para escuchar su palabra y para hacerse bautizar en el Jordán. Su fama creció hasta el punto de que muchos pensaban que quizá era el Mesías, pero él lo niega con rotundidad cuando es preguntado al respecto. Lleva a cabo su misión desde el testimonio de una vida íntegra y austera; con humildad, orientando a sus discípulos hacia el encuentro con Cristo; predicando la conversión con valentía, con parresia, y manteniéndose fiel hasta la muerte.
Bautismo de Cristo, Guido Reni

La humildad sitúa a la persona en la verdad y la libera de la vanidad y de la soberbia. La persona humilde reconoce que todo lo ha recibido de Dios. Nace del sentido de Dios, de la conciencia de su realidad, de su omnipotencia, de la experiencia de que todo es don suyo. La humildad se aprende también en la contemplación de Cristo Redentor y de su camino de humillación hasta la muerte en cruz. No se trata sólo de una virtud importante, sino que viene a ser como el fundamento de todas las virtudes.

También es preciso anunciar la Buena Nueva con firmeza, con parresia, como hace Juan Bautista. Él da testimonio de la verdad desde la libertad. En el momento presente, tanto de forma personal como comunitaria, hemos de ser firmes y decididos, a la hora de dar testimonio de nuestra fe en Cristo con libertad, con valentía y sin ambigüedades. Porque ésta es una característica esencial de la misión evangelizadora de la Iglesia y de cada cristiano, el hablar con coraje, con libertad y sin temor. El Bautista nos da ejemplo de firmeza en el testimonio, y de verdadera humildad, no buscando la propia gloria, sino la gloria de Dios.

+ José Ángel Saiz Meneses, obispo de Tarrasa

miércoles, 20 de junio de 2012

El "Sí" de una vida

Edward A. Fellowes-Prynne (1854 - 1921), "Ecce ancilla Domini"

"Es fácil ser coherente en la hora de la exaltación, difícil serlo en la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura a lo largo de toda la vida. El "Fiat" de María en la anunciación encuentra su plenitud en el "Fiat" silencioso que repite al pie de la Cruz"

(Juan Pablo II, de la homilía pronunciada en la catedral de Méjico el 26-01-1979)

William-A. Bouguereau (1825-1905)
Pietà (1876)

martes, 19 de junio de 2012

¿Por qué muere Ofelia?

Recupero este fantástico texto de José Ramón Ayllón.

Hay lectores que no perdonan al novelista la muerte del personaje que les ha conquistado. Pero el escritor suele ser inocente, porque su obligación es reflejar la vida, y en la vida sólo hay dos certezas: que tú y yo estamos aquí y que vamos a morir. Todo lo demás es más o menos probable e incierto: no sabemos con seguridad qué va a ser de nosotros dentro de cinco, diez, veinte años... Por eso, un relato literario donde no muere nadie es parcial, incompleto. Por eso, en muchas obras maestras mueren los protagonistas, y las grandes historias de amor no son una excepción: mueren Romeo y Julieta, Calixto y Melibea, Cyrano, Hamlet y Ofelia, Héctor, Desdémona, Antígona...

Platón afirmaba que la filosofía es, en el fondo, una meditación sobre la muerte. Quería decir, con esa contundencia, que quien pasa por la vida sin pensar en la muerte vive como un sonámbulo. Así piensan también los clásicos de la literatura, que lo son por haber puesto la brillantez de su estilo al servicio del misterio de la condición humana. Además, los griegos nos han enseñado que las mejores historias son las que ponen a los protagonistas en situaciones límite. No admiramos a un señor por el mero hecho de verle caminar por la calle, pero nos maravilla cuando camina sobre un cable de acero a gran altura, en el circo, o cuando sube al escenario y se convierte en Alejandro Sanz. De la misma manera, en literatura no admiramos la historia de lo que puede hacer cualquiera de nosotros cualquier día. En cambio, nos interesa la resolución de situaciones difíciles (desde Ulises a Harry Potter), nos conmueven las grandes pasiones (desde Aquiles a Ana Karenina), y nos sacude violentamente la muerte de alguien a quien queremos (desde Patroclo a la madre de Bambi).

Theodor von der Beek (1838 - 1921), Ophelia
Las cosas tal como son
       
La tragedia griega –origen de la novela y del cine– no representaba culebrones para pasar el rato, sino acciones de gran calado, escogidas para conmover al espectador, configurar su corazón y hacer de él un ciudadano a la medida de la polis. Mediante el temor y la compasión que provoca en el espectador, la tragedia lleva a cabo la purgación de tales sentimientos: una descarga de tensión interior (catarsis), semejante a la que muchos consiguen haciendo deporte o animando a su equipo en un estadio, y también riendo o llorando ante la gran pantalla. Pero hay otro sentido de la catarsis mucho más importante: consiste en poner en su sitio los sentimientos fundamentales, pues las emociones y las pasiones están con frecuencia "revueltas", de forma que lo bueno nos puede parecer malo, y lo malo bueno. La telebasura, sin ir más lejos, lleva muchos años practicando a la perfección esta perversión de los sentimientos.

Los griegos sabían que la educación, además de amueblar la cabeza con conceptos y fortalecer la voluntad con virtudes, ha de llegar hasta los sentimientos para configurarlos correctamente. Si el conocimiento requiere lecciones y discursos, la sensibilidad necesita una historia capaz de inducir emociones profundas. Eso logra la tragedia –y en su estela la novela y el cine– cuando presenta lo vil y lo heroico como vil y como heroico, y cuando provoca las reacciones emotivas correspondientes, de forma que el mal resulta despreciable y el bien nos atrae, sin ambigüedad ni confusión. Por ese precio muere Ofelia.

sábado, 16 de junio de 2012

Corazón Inmaculado de María

María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría.

La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad.

La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de su Madre.

Por ello, nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María. Esto se hace evidente en la liturgia, al celebrar ambas fiestas de manera consecutiva, viernes y sábado respectivamente, en la semana siguiente al domingo del Corpus Christi.

Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar en su amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a su Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.

Venerar su Inmaculado Corazón significa, pues, no sólo reverenciar el corazón físico sino también su persona como fuente y fundamento de todas sus virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor a Dios y a los demás.

El Corazón de Nuestra Madre nos muestra claramente la respuesta a los impulsos de sus dinamismos fundamentales, percibidos, por su profunda pureza, en el auténtico sentido. Al escoger los caminos concretos entre la variedad de las posibilidades, que como a toda persona se le ofrece, María, preservada de toda mancha por la gracia, responde ejemplar y rectamente a la dirección de tales dinamismos, precisamente según la orientación en ellos impresa por el Plan de Dios.

Ella, quien atesoraba y meditaba todos los signos de Dios en su Corazón, nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir la realidad profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.

(Aciprensa.com)

domingo, 3 de junio de 2012

Dios es familia

Claudio Coello: "Trinidad del Cielo y de la tierra"

Fragmento de la homilía de Benedicto XVI el domingo 3 de junio de 2012 en Parque de Bresso, con motivo del VII Encuentro Mundial de las familas.

(...) La familia, fundada sobre el matrimonio entre el hombre y la mujer, está también llamada al igual que la Iglesia a ser imagen del Dios Único en Tres Personas. Al principio, en efecto, «creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: “Creced, multiplicaos”» (Gn 1, 27-28).

Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de la Trinidad, imagen de Dios

Queridos esposos, viviendo el matrimonio no os dais cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y vuestro amor es fecundo, en primer lugar, para vosotros mismos, porque deseáis y realizáis el bien el uno al otro, experimentando la alegría del recibir y del dar. 
Es fecundo también en la procreación, generosa y responsable, de los hijos, en el cuidado esmerado de ellos y en la educación metódica y sabia. 
Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el respeto de las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación. 

Queridos esposos, cuidad a vuestros hijos y, en un mundo dominado por la técnica, transmitidles, con serenidad y confianza, razones para vivir, la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en la debilidad. 

Pero también vosotros, hijos, procurad mantener siempre una relación de afecto profundo y de cuidado diligente hacia vuestros padres, y también que las relaciones entre hermanos y hermanas sean una oportunidad para crecer en el amor.

El proyecto de Dios sobre la pareja humana encuentra su plenitud en Jesucristo, que elevó el matrimonio a sacramento. Queridos esposos, Cristo, con un don especial del Espíritu Santo, os hace partícipes de su amor esponsal, haciéndoos signo de su amor por la Iglesia: un amor fiel y total. Si, con la fuerza que viene de la gracia del sacramento, sabéis acoger este don, renovando cada día, con fe, vuestro «», también vuestra familia vivirá del amor de Dios, según el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret

Queridas familias, pedid con frecuencia en la oración la ayuda de la Virgen María y de san José, para que os enseñen a acoger el amor de Dios como ellos lo acogieron. Vuestra vocación no es fácil de vivir, especialmente hoy, pero el amor es una realidad maravillosa, es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el cosmos, el mundo. Ante vosotros está el testimonio de tantas familias, que señalan los caminos para crecer en el amor: mantener una relación constante con Dios y participar en la vida eclesial, cultivar el diálogo, respetar el punto de vista del otro, estar dispuestos a servir, tener paciencia con los defectos de los demás, saber perdonar y pedir perdón, superar con inteligencia y humildad los posibles conflictos, acordar las orientaciones educativas, estar abiertos a las demás familias, atentos con los pobres, responsables en la sociedad civil. 
Todos estos elementos construyen la familia. Vividlos con valentía, con la seguridad de que en la medida en que viváis el amor recíproco y hacia todos, con la ayuda de la gracia divina, os convertiréis en evangelio vivo, una verdadera Iglesia doméstica (cf. Exh. ap. Familiaris consortio, 49). 

Quisiera dirigir unas palabras también a los fieles que, aun compartiendo las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia, están marcados por las experiencias dolorosas del fracaso y la separación. Sabed que el Papa y la Iglesia os sostienen en vuestra dificultad. Os animo a permanecer unidos a vuestras comunidades, al mismo tiempo que espero que las diócesis pongan en marcha adecuadas iniciativas de acogida y cercanía (...).

jueves, 31 de mayo de 2012

Y la Madre de Dios se olvidó de sí misma

Jakob Hans Strüb. La Visitación (1505)

(Lc 1,39-56) En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo:
«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María:
«Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.


domingo, 27 de mayo de 2012

Pentecostés

Juan Bautista Maíno. Pentecostés (1620-1625).
 Museo del Prado
“¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte. 

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras….” 

(San Josemaría, abril de 1934)

Maíno. Pentecostés (detalle)

sábado, 19 de mayo de 2012

Está pasando

Lo que se lee a continuación, apareció en ABC de Sevilla el 8 de noviembre de 2010, firmado por Francisco Robles. Lo traigo porque es actualidad y está pasando en España en cientos de lugares.

Una comida diferente

Pagó la última ronda de unas cervezas que le habían sentado divinamente después de una intensa semana de trabajo, se lo habían pasado bomba despotricando del viaje del Papa, de la hipocresía de la Iglesia, de todo lo que les pedía el anticlericalismo que los unía como la amistad que se profesaban y que les servía para estar colocados en la misma empresa pública de la Junta. Se fue a casa para comer algo antes de echarse una buena siesta, pero de camino se encontró con un olor que lo llevó directamente hasta el paraíso efímero de su infancia. Un olor a cocido, a caldo humeante, el aroma que lo recibía cuando llegaba a su casa después del colegio, con su madre atareada en la humilde cocina donde la olla hervía sin cesar.

Entró en un local que le pareció un restaurante modesto pero con encanto, iba distraído, pensando en el Informe Técnico sobre Prevención de Riesgos Psicosociales de las Personas Expuestas a Situaciones de Disrupción Económica Familiar que le habían encargado en la empresa pública donde trabaja. En realidad no era un restaurante, sino un autoservicio frecuentado por gente de toda condición. Había personas ataviadas a la antigua usanza junto a individuos solitarios que vestían según las normas alternativas del arte povera. De pronto abrió los ojos y se quedó pasmado al comprobar que quien le servía la comida en la bandeja era una monja. Aquello era un comedor social y se vio rodeado de eso que nunca se nombra en los informes ni en los dosieres que prepara: pobres.

William A. Bouguereau
Caridad (1878)
Quiso retirarse pero la monja no lo dejó. Le sonrió y le dijo que no se preocupara, que la primera vez es la más complicada, que no debía avergonzarse de nada, que el cocido estaba buenísimo y que de segundo había filete empanado, que no se perdiera las vitaminas de la ensalada ni de la fruta, y que podía rematar la comida con un helado de los que había regalado una fábrica cuyo nombre obvió. Se vio sentado a una mesa donde un matrimonio mayor y bien vestido comía en silencio sin levantar los ojos de la bandeja. Enfrente, un tipo con barba descuidada sonreía mientras devoraba el filete empanado y le contaba su vida, había perdido el trabajo, el banco se había quedado con su casa, después del divorcio no sabía adónde ir, menos mal que las monjas le daban comida y ropa, y que dormía en el albergue bajo techo, «al final he tenido suerte en la vida, compañero, así que no te agobies, que de todo se sale…»

No podía creer lo que estaba sucediendo. Nadie le había pedido nada por darle de comer, ni le habían preguntado por sus creencias. Se limitaban a darle de comer al hambriento, sin adjetivos. Al salir no le dio las gracias a la monja que le había dado de comer. Pero no fue por mala educación, sino porque no podía articular palabra. Una inclinación de cabeza. Ella le contestó con una sonrisa leve. «Vuelve cuando lo necesites y si no estoy, di que vienes de parte mía. Me llamo Esperanza».


domingo, 13 de mayo de 2012

La mano que salvó a Juan Pablo II

Icono de Fátima

13 de mayo de 1981, 17.19 p. m: el mundo presencia atónito el atentado contra Juan Pablo II perpetrado por el turco Alí Agca en la Plaza San Pedro que pudo ser fatal pero no lo fue. 

Cuando fui alcanzado por la bala no me di cuenta en un primer momento que era el aniversario del día en que la Virgen se apareció a tres niños en Fátima”, reveló poco después el Pontífice y agregó que fue su secretario personal, el cardenal Dziwisz, quien lo notó después de la operación en la que le extrajeron un proyectil del intestino.

Durante su convalecencia, el Papa pidió que le entreguen un informe sobre las apariciones de Fátima, que estudió en detalle hasta llegar a la conclusión que debía su vida a la amorosa intercesión de la Virgen.

Un año después del atentado, el 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II viajó por primera vez al Santuario de Fátima para “agradecer a la Virgen su intervención para la salvación de mi vida y el restablecimiento de mi salud”, y consagrar Rusia a la Virgen.

En diciembre de 1983, el Papa visitó en la cárcel al hombre que intentó matarlo. El mismo Alí Agca habló de Fátima. “¿Por qué no murió? Yo sé que apunté el arma como debía y sé que la bala era devastante y mortal. ¿por qué entonces no murió? ¿por qué todos hablan de Fátima?

Bala que hirió a Juan Pablo II
incrustada en la corona de María
Un año más tarde, Juan Pablo II formalizó su devoción y agradecimiento a la Virgen donando al santuario de Fátima la bala que le extrajeron, la misma que desde 1984 está engarzada en la aureola de la corona de la imagen mariana que preside el santuario.

En 1991 el Santo Padre regresó al santuario, donde afirmó que “la Virgen me regaló otros diez años de vida”. En más de una ocasión ha señalado que considera todos sus años de Pontificado posteriores al atentado como un regalo de la Divina Providencia a través de la intercesión de la Virgen de Fátima.

Juan Pablo II también se referió a los dos mensajes conocidos de la Virgen de Fátima y en su visita de 1982, consagró solemnemente el mundo entero al corazón inmaculado de María, siguiendo una de las recomendaciones dadas por la Virgen a los pastorcitos.

Tras un encuentro con la sor Lucia, la tercera vidente y única sobreviviente de Fátima, Juan Pablo II repitió la consagración dos años más tarde, tras escribir una carta a los obispos de los cinco continentes para que se unieran a la celebración.

Sobre el tercer secreto no revelado de Fátima se han hecho múltiples especulaciones. El Santo Padre, conocedor del mismo, escribió al respecto que “Cristo triunfará a través de Ella, porque quiere que las victorias de la Iglesia en el mundo contemporáneo y en el futuro estén unidas a ella”.

(Aciprensa)

miércoles, 9 de mayo de 2012

Europa, significado de la bandera

Arsène Heitz es un artista de la ciudad de Estrasburgo. Aunque su nombre no es muy conocido, sin embargo una de sus creaciones se despliega al viento como símbolo de todos los europeos. En efecto en 1950 el Consejo de Europa convocó un concurso de ideas para confeccionar la bandera de la recién nacida Comunidad Europea. Heitz, entre otros muchos diseñadores, presentó varios proyectos, y uno de ellos resultó ser el elegido, ése que hoy todos conocemos: doce estrellas sobre fondo azul.

Recientemente, Heitz ha desvelado a una revista francesa cuál fue el motivo de su inspiración. En aquellas fechas, dice él, leía la historia de las apariciones de la Santísima Virgen en la Rue du Bac de París, que hoy es conocida como la Virgen de la Medalla de la Milagrosa. Y según el testimonio del artista, concibió las doce estrellas en círculo sobre un fondo azul, tal como la representa la iconografía tradicional de esta imagen de la Inmaculada Concepción

Notre Dame de la Médaille Miraculeuse 
En principio Heitz lo tomó como una “ocurrencia", entre las muchas que fluyen en la imaginación del artista; pero la idea despertó su interés, hasta el punto de convertirse en motivo de su meditación.

Por lo que dice en la revista, Heitz acostumbra a escuchar a Dios en su interior; es decir reza con el corazón y con la cabeza. Se declara un hombre profundamente religioso y devoto de la Virgen, a quien ni un solo día deja de rezar el Santo Rosario en compañía de su mujer. Y por todo ello concluye que en su inspiración confluyen además de sus dotes de artista, esas voces silenciosas que el cielo siempre pronuncia sobre los hombres de buena voluntad, de los que sin duda Heitz forma parte. 

Un artista que casi al final de su vida y en el cénit de su carrera, puede proclamar con la garantía de la autenticidad que concede ese momento, en el que los cosas que interesan son ya muy pocas pero muy importantes, que se considera un hombre que ama a todo el mundo, pero sobre todo a la Santísima Virgen, que es nuestra madre.

Es cierto que ni las estrellas ni el azul de la bandera son propiamente símbolos religiosos, lo que respeta las conciencias de todos los europeos, sean cuales sean sus creencias. En este sentido, cuando Paul M. G. Lévy, primer director del servicio de Prensa e información del Consejo de Europa, tuvo que explicar a los Miembros de la Comunidad Económica el sentido del diseño, interpretó el número de las doce estrellas, como “guarismo de plenitud", puesto que en la década de los cincuenta no eran doce ni los miembros de dicho Consejo, ni los de la Comunidad Europea.

Pero no fue ese el verdadero motivo de inspiración del artista que diseñó la bandera de Europa. En el alma de Heitz habían estado presentes las palabras del Apocalipsis
Una gran señal apareció en el cielo, La Mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas
Y sin percatarse, quizás, los delegados de los ministros europeos adoptaron, oficialmente, la enseña propuesta por Heitz en la fiesta de la Señora: el 8 de diciembre de 1955.

Muchas casualidades, como para que a partir de ahora no nos sea difícil descubrir entre los pliegues de nuestra bandera de europeos la sonrisa y el cariño de Nuestra Madre, la Reina de Europa, dispuesta a echarnos una mano en ese gran reto, que nos propuso el sucesor de San Pedro, Juan Pablo II: recristianizar el Viejo Continente con el ejemplo de nuestras vidas y el testimonio de nuestra palabra. Y todo un recurso para que acudamos a Nuestra Madre, la Santísima Virgen, para que nos ayude a defender esos valores innegociables a los que continuamente se refiere Benedicto XVI
la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, la familia natural como unión indisoluble entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio y abierta a la vida, el derecho de los padres a la educación de sus hijos y las raíces cristianas de Europa.

Por Javier Paredes (Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá) en infocatolica.com

martes, 8 de mayo de 2012

"Soy un milagro viviente"

"Yo hago arte, y el arte que yo tengo me lo da Dios, porque antes de pintar pido a Jesucristo y a la Virgen que me bendigan y me concedan imaginación".

"El arte viene de Dios, porque la belleza la ha creado Dios". 
"Estuve, no perdido, sino perdidísimo, cuatro veces ingresado, dos veces a punto de morir a causa de tres enfermedades crónicas incurables. Soy un milagro viviente". 
"Por estar en gracia de Dios hago lo que sea, aunque sea revolcarme en un suelo regado de cristales rotos. Estar en gracia de Dios es saber para qué estamos aquí, que esta vida tiene un sentido. Es ser feliz, encontrar el amor puro y tener la seguridad de que no nos vamos a ir al infierno eternamente". 
"La comunión es Dios que se te mete dentro de ti, el acto más sublime, grandioso y trascendental que puede hacer el hombre... pero para eso tiene que estar en gracia. Lo más importante del mundo es estar en gracia de Dios". 
"Al comulgar recibimos también a María, porque Jesucristo tiene la misma sangre que la Virgen".

           Son algunas de las cosas que Fabio MacNamara cuenta en esta entrevista:

                                           


 


sábado, 5 de mayo de 2012

La maternidad embellece

Frederic Leighton. Madre e hija (1865)

Cuando nos encontramos próximos a la celebración del día de la Madre, con frecuencia me vienen a la cabeza unas palabras que San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, solía repetir cuando alguna madre de familia numerosa se dirigía a él en los encuentros catequéticos que mantuvo por España y Latinoamérica hacia el final de su vida. Antes de responderle, recordaba con gracia a todos los presentes el dicho de que «la maternidad embellece». 

Esta realidad que comporta la maternidad contrasta hoy con la abundancia de tantos centros de estética, algunos de ellos muy especializados. La proliferación de este tipo de establecimientos es señal de que existe una creciente valoración por la imagen que uno da.

Y bien mirado, podemos decir que una madre tiene algo especial. Es algo que le confiere una belleza peculiar y única. No se trata solamente de una cuestión hormonal o física. Se trata de algo más profundo. La relación que se establece entre una madre y sus hijos la transforma, y ese cambio, que es interior y trasciende fuera, la embellece.

No es difícil ver que las madres tienen un papel insustituible en la vida de sus hijos. Escribía el Dr. Nagai, médico japonés que trabajó mucho tiempo en un orfanato, que «nuestra infancia es feliz porque podemos llorar. Sabemos que si lloramos nuestra madre vendrá y nos consolará. Una persona mayor no puede llorar a gritos, sólo un niño que tiene madre puede hacerlo». Había observado que si un huérfano llora, los demás se reían de él. Entonces éste aprende a la fuerza la astucia de contener las lágrimas. Probablemente no haya peor mal para una persona que sentirse solo y poco comprendido.

Además de saber consolar a sus hijos, la madre también les ofrece algo impagable: una sonrisa sincera. Trabajar o convivir con una persona que sonríe habitualmente tiene un influjo en el resto de la gente, que se aprecia cuando esa persona se marcha o se ausenta. Así, cualquiera que haya visto a una madre jugar y divertirse con sus hijos habrá tenido un comprensible deseo de ser capaz de mirar igual que ella. Los ojos de la madre revelan que algo se ha encendido por dentro. Y esa sonrisa todavía es más preciosa cuanto más dependiente sea el hijo. Es el caso, por ejemplo, de un bebé o de un hijo que sufra una discapacidad.

¿Qué le pasa a una mujer cuando corresponde al don de la maternidad? Le pasa lo más grande que le puede ocurrir a una persona: aprende a querer con toda su interioridad. Una madre vive para su hijo. Casi sería más preciso decir que se desvive por él. Habrá días luminosos y otros días más nublados, o incluso con tormentas; podrá haber bonanza económica o quizá se vivan momentos de recorte presupuestario en casa. Pero toda madre sabe que es capaz de sonreír y de consolar a su hijo, aunque las circunstancias no acompañen o se encuentre rota por dentro. Es capaz de elevarse por encima de sus capacidades con tal de ayudar a sus hijos. A partir de entonces, el bien de los hijos es fuente de alegría para una madre.

Hoy más que nunca esta relación puede aparecérsenos como difícil o utópica. Parece que los valores actuales apuntan en otra dirección. Estamos acostumbrados a medir la eficacia de nuestras acciones en función de nuestro interés o en términos económicos. Quizá por eso a muchos la maternidad les parezca una carga incomprensible. Y en cierto modo tienen razón. Porque la maternidad es un misterio. A una madre se le ha confiado algo único: cada hijo es irrepetible y portador de una esperanza. El vínculo que se genera lanza a los padres, y en particular a la madre, a una aventura diaria con cada hijo. Y en un mundo como el nuestro que busca seguridades y teme comprometerse, la madre generosa goza de un gran atractivo por cuanto ha asumido el riesgo de la auténtica hazaña: la entrega abnegada por el bien del otro.

La relación de una madre con sus hijos llega muy hondo. Romano Guardini reflexionó sobre este misterio: 
«¿Cómo ama la madre a su hijo? ¿Cómo nace ese amor? La madre ama ya, por su disponibilidad para concebirlo, al que no existe todavía pero se formará un día con su propia sangre. Más tarde, siente agitarse dentro de sí algo viviente, y su amor crece a medida que se desarrolla ese cuerpo distinto al suyo. Y ella, la madre, tiene conciencia de ese amor y cree en el sentido y cumplimiento de la existencia de ese hijo. Y cuando éste nace y lo mira en sus brazos, sus ojos se tornan capaces de una clarividencia más profunda, pues su corazón ha hecho ya un largo aprendizaje en la escuela de la paciencia y del amor».
La maternidad embellece porque enriquece el corazón. Lo que hace grande a una persona no es su sueldo o el poder que haya acumulado, sino su capacidad de amor. El amor de una madre por su hijo poco tendrá de romántico y mucho de sacrificado y desinteresado. El auténtico amor es el que lleva a entregarse y desvivirse por el bien del otro. Toda madre lo sabe. Y todos —puesto que todos somos hijos— las admiramos.

(Por Tomás Baviera Puig en almudi.org)