miércoles, 26 de septiembre de 2012

La "esposa" de Jesús

El fragmento de papiro que menciona a Jesús diciendo “mi esposa” tiene tan pocas líneas que no admite interpretación segura y, en cualquier caso, no prueba nada sobre hechos históricos, como advierte la misma descubridora.

Entre el 17 y 22 de septiembre pasados se celebró en Roma el X Congreso Internacional de Estudios Coptos. De entre las más de doscientas ponencias y comunicaciones solo una trascendió a la prensa: la presentación de un nuevo fragmento de papiro de carácter evangélico en el que Jesús habla de “mi esposa”. La autora del nuevo descubrimiento es la profesora de la Universidad de Harvard Karen L. King, reconocida por sus estudios en historia del cristianismo antiguo. Aunque no tiene formación estrictamente papirológica, King ha contado con la ayuda de expertos en la materia para la edición de este fragmento. El texto provisional de la futura publicación está disponible en la web.

El fragmento llegó a manos de la profesora King a través de un coleccionista privado que ha querido permanecer en el anonimato. Es de dimensiones muy reducidas (4 cm de alto por 8 de ancho) y está escrito en copto. Contiene restos de ocho líneas por una cara y seis muy dañadas y apenas legibles por la otra. Como no se conserva ninguno de los márgenes, no sabemos cuánto texto se ha perdido entre línea y línea. La datación propuesta por King conforme a criterios paleográficos es finales del siglo IV. Señala también que la fotografía del papiro suscitó ciertas dudas de autenticidad en algunos expertos que tuvieron oportunidad de verla. Otros, en cambio, se mostraron a favor de ella. A la espera de algunos estudios técnicos por hacer, la profesora de Harvard admite que la cuestión de la autenticidad “no está absolutamente resuelta por encima de toda duda”.

Un texto gnóstico de carácter no histórico

Lo que ha suscitado el interés de los medios son las palabras de la línea cuarta del lado mejor conservado del papiro. Allí se lee: “Jesús les dijo: Mi esposa…”. En líneas anteriores el texto contiene las siguientes frases: “mi madre me dio la vida … los discípulos dijeron a Jesús … María es digna [o indigna, pues la lectura no es clara] de ello…”. Tras la referencia a la “mujer de Jesús”, y de nuevo muy fragmentariamente, se lee “… ella será capaz de ser mi discípulo… que los malvados se hinchen… en lo que a mí respecta, yo habito/existo con ella para…”. En el reverso, solo se lee “mi madre”, “tres” y “en adelante”.

Dado el fragmentario carácter del texto, es muy difícil saber cuál es el contexto de estas frases y quiénes son los personajes concretos con los que Jesús habla. Casi todas las expresiones del papiro encuentran paralelos en obras gnósticas como el Evangelio de Tomás, el Evangelio de María y el Evangelio de Felipe. Estos escritos, en su mayor parte conservados en manuscritos del siglo IV, aunque probablemente fueran escritos en los siglos II y III, fueron denominados “evangelios” por sus autores o lectores más antiguos. No obstante, no pertenecen al género de los cuatro evangelios canónicos. Son más bien escritos catequéticos gnósticos –cada uno de ellos conforme a la diferente corriente gnóstica en que se origina–, en los que Jesús resucitado transmite a sus discípulos un conjunto de enseñanzas diversas.

King se apoya fundamentalmente en estas tres obras para interpretar el papiro. Después de un minucioso estudio, lo más importante que la profesora de Harvard puede decir con seguridad es que este fragmento consiste en un diálogo de Jesús con sus discípulos, en el que Jesús habla de su madre y de su esposa –una de las cuales se llama María–, cuya dignidad para el discipulado está en discusión. Señala también que el texto supone la “primera referencia conocida y explícita de que Jesús tuvo una esposa” (afirmación matizable, porque el papiro solo pone en boca de Jesús las palabras “mi esposa”, y no sabemos si se está refiriendo a una mujer concreta o está hablando alegóricamente).

King presenta también algunas posibilidades de lectura, que son discutibles y dependen de la interpretación de los pasajes concretos que se ofrecen como paralelos. En todo caso, afirma expresamente que, aunque el texto de este papiro fuera una traducción de una obra escrita en griego en el siglo II –como ella supone–, no constituye una prueba sobre la vida del Jesús histórico ni de que, en concreto, Jesús hubiera estado casado. En todo caso, la profesora americana se inclina a ver el fragmento en el contexto de las disputas sobre el valor y dignidad del matrimonio y el celibato que se dieron sobre todo a lo largo del siglo II, y se prolongaron varios siglos más, y como una prueba de que “hubo cristianos de esa época que creían que Jesús estuvo casado” (afirmación, sin embargo, no probada ni deducible necesariamente del texto).

¿Demasiado bueno para ser verdad?

Es inevitable pensar que en este nuevo descubrimiento puede haber algo sospechoso. En foros de Internet no faltan las voces de quienes apuntan que las tres personas que se citan como conocedoras del papiro antes de caer en manos de su anónimo dueño actual están ya muertas. Otros declaran abiertamente que el texto del papiro está realizado a partir de la versión copta –y no griega– del Evangelio de Tomás y que, por tanto, lo más probable es que sea moderno. Y también están los que encuentran “curioso” que aparezca de repente un nuevo texto que ponga en boca de Jesús las palabras “mi esposa”, precisamente cuando, desde El Código da Vinci, este tema ha estado revoloteando en el ambiente. “Demasiado bueno para ser verdad”, dice Richard Bauckham, conocido profesor inglés de Nuevo Testamento, si bien admite que a veces se dan coincidencias muy improbables.

En todo esto, hay una cosa cierta. Jesús no se casó. Así se deduce de los evangelios canónicos y así lo ha entendido siempre la tradición de la Iglesia. El texto más antiguo al respecto es de Clemente de Alejandría (ca. 150-215), que la autora de la edición del papiro también cita. En Stromata III 6,49, Clemente se queja de algunos que afirman que el matrimonio es fornicación y obra del diablo basándose en el hecho de que el Señor no se casó. Lo que les reprocha Clemente es precisamente que no conocen por qué el Señor no se casó. También Tertuliano (ca. 160-230) afirma que Jesús fue célibe.

Alexander Ivanov, Noli me tangere!, (1836)
Por eso, con independencia de la cuestión de la autenticidad y asumiendo que el papiro sea del siglo IV, es muy improbable que un texto gnóstico presentase a Jesús con una esposa carnal (María Magdalena, por ejemplo). Las controversias del siglo II sobre el valor y la dignidad del matrimonio muestran precisamente que Jesús fue célibe. Tanto los partidarios como los detractores del matrimonio partían de ese hecho. De ahí que no encaje históricamente que hubiera grupos gnósticos (que por otra parte en su gran mayoría minusvaloraban o despreciaban las relaciones sexuales) que tuvieran como modelo de la dignidad del matrimonio a un Jesús esposado con María Magdalena o con cualquier otra mujer. Y por tanto, tampoco hay base suficiente para decir que algunos cristianos creyeron que sí lo estuvo. El carácter fragmentario del texto no permite afirmarlo. A falta de otras pruebas, la “mujer de Jesús” de este texto copto hoy por hoy seguirá siendo una alegoría o una entelequia, pero no una realidad de carne y hueso. 

Por Juan Chapa, profesor de Nuevo Testamento  en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.


martes, 25 de septiembre de 2012

Pastor

Vladimir Borovikovsky: El Buen Pastor

Pastor que con tus silbos amorosos
    me despertaste del profundo sueño,
    Tú que hiciste cayado de ese leño,
    en que tiendes los brazos poderosos,

    vuelve los ojos a mi fe piadosos,
    pues te confieso por mi amor y dueño,
    y la palabra de seguirte empeño,
    tus dulces silbos y tus pies hermosos.

    Oye, pastor, pues por amores mueres,
    no te espante el rigor de mis pecados,
    pues tan amigo de rendidos eres.

    Espera, pues, y escucha mis cuidados,
    pero ¿cómo te digo que me esperes,
    si estás para esperar los pies clavados?

Lope de Vega

domingo, 16 de septiembre de 2012

El doctor Thorne

El doctor Thorne es un médico rural, que atiende a las grandes familias aristócratas de Barchester. A su cargo vive su sobrina Mary, íntegra muchacha huérfana, que se ha educado con las chicas de la familia Gresham. El varón de la familia, Frank, se enamora de Mary, pero para su desgracia, esta carece de fortuna. A causa de la mala administración del sr. Gresham, es necesario que Frank contraiga matrimonio con una rica heredera. 

 En este ambiente desarrolla su profesión el doctor Thorne, todo un ejemplo de templanza. Su buen hacer profesional hace que sea el médico preferido de la zona, provocando la envidia de sus colegas. Su sentido de la justicia hará que varios potentados confíen en él como asesor y confidente. Thorne será depositario de secretos de familia que serán decisivos para el desarrollo de la historia. 

La novela es fundamentalmente una historia de amor, pero no sólo del amor entre Mary y Frank, sino también del amor de amistad, el amor a la familia y ddel amor del médico por sus pacientes. Una historia de lealtad que hace de esta novela de más de quinientas páginas un libro delicioso de lectura fluida.

Anthony Trollope
El autor de esta novela de 1858, Anthony Trollope (Londres, 24 de abril de 1815 – Londres, 6 de diciembre de 1882) fue uno de los más exitosos novelistas ingleses de la época victoriana. Algunas sus obras más apreciadas, conocidas como las Crónicas de Barsetshire o Las novelas de Barchester, giran en torno al condado imaginario de Barsetshire, pero también escribió penetrantes novelas sobre temas y conflictos políticos y sociales de su época.
La reputación literaria de Trollope decayó durante sus últimos años de vida, pero a partir de mediados del siglo XX recuperó el favor de la crítica.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Exaltación de la santa Cruz

Hacia el año 320 la emperatriz Elena de Constantinopla encontró la cruz en que murió Jesús en una peregrinación que realizó a Jerusalén. Elena y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.

En el año 614, el rey Cosroes II de Persia, invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz, llevándola de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fue llevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.

La Cruz no es la pena, ni el disgusto, ni la amargura... Es el madero santo donde triunfa Jesucristo..., y donde triunfamos nosotros, cuando recibimos con alegría y generosamente lo que Él nos envía.
(San Josemaría, Forja, 788)

jueves, 13 de septiembre de 2012

Clara Schumann

Clara y Robert Schumann
Nos avisa google de que tal día como hoy, nacía Clara Wieck, en Leipzig, allá por el año 1819.
Hija de padre músico y madre cantante, Clara recibió una completa formación musical, incluyendo el violín, piano y complosición, que le llevaría a convertirse en una de las grandes pianistas del siglo XIX. A la edad de 11 años daba su primer concierto.

Conoció a Robert Schumann cuando este recibía clases de su padre, Friedrich Wieck, quién se opuso a su matrimonio. Aún así, la pareja consiguió casarse, en 1840.
Si Clara compuso obras siendo soltera, después de su matrimonio dedicó su tiempo a la atención de sus hijos y a difundir e interpretar la obra de su marido, hasta el final de los días de este. Robert Schumann murió en un psiquiátrico donde fue internado después de varios procesos depresivos que le llevaron a un intento de suicidio. Clara contaba con 37 años cuando queda viuda de Robert. Tras la muerte de su esposo, ella sigue componiendo, difundiendo la obra de Schumann y dando conciertos por toda Europa; a la vez que impartía clases en el conservatorio de Frankfurt.

Desde 1853 mantenía una cercana relación con Brahms, a quién ayudo a difundir su obra.
Retirada de los escenarios, muere en Frankfurt del Main en 1896.
Su talento musical fue comparado con el de Lizst.



sábado, 8 de septiembre de 2012

Natividad de María

Juan de Borgo: "Nacimiento de María", (1495). Catedral de Toledo.
(www.primeroscristianos.com)

La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, que se cierra con la Dormición, en agosto. 
En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y es una de aquellas cuatro principales fiestas en honor de María por la que el Papa Sergio I organizó una solemne procesión que salía de la iglesia de San Adriano en el foro romano y terminaba en Santa María Mayor, donde se celebraba la Misa.

El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero algunas tradiciones, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.

Santa Ana y san Joaquín con María. Obsérvese la representación de la procecencia del tronco de David.

Los orígenes de esta fiesta hay que buscarlos en Oriente y probablemente en Jerusalén. Ya en el siglo V allí existía el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.

Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.

El primer testimonio de la fiesta es un himno de Román el Melodo (año 560). Para San Andrés de Creta (740) esta fiesta es ya una antigua tradición. En Occidente se introdujo en el siglo VII. Además de la noticia del Liber Pontificalis referente a la procesión ordenada por Sergio I, tenemos el testimonio de los sacramentarios romanos a partir del Gelasiano antiguo. No obstante, la fiesta se propagó muy lenta y desigualmente en Occidente: en Milán en tiempo de Beroldo (1124) era desconocida, no obstante hallarse consignada en los Martirologios.

Amalario ni siquiera hace mención de la misma. En cambio, en el Concilio de Reims (630) se prescribe como día festivo. A partir del siglo XI-XII se halla generalmente establecida. La octava fue debida a un voto de los cardenales en el difícil cónclave de 1241. Gregorio XI (1378) la dotó de una vigilia.

Es la fiesta patronal de muchísimos santuarios y es así un bella manera de simbolizar el nacimiento espiritual de la Virgen en muchos pueblos. En los nuevos libros litúrgicos promulgados por Pablo VI, esta fiesta ha sido muy revalorizada, principalmente, por sus dos himnos nuevos: uno de autor anónimo del s. X y otro de S. Pedro Damián.

La fiesta tiene la alegría de un anuncio premesiánico. Es por eso, que esta celebración, como enseña San Andrés de Creta es, “el principio de las festividades y sirve como puerta hacia la gracia y la verdad.” 

San Juan Damasceno dijo: “el día de la natividad de la Madre de Dios es festividad de alegría universal, pues a través de Ella se renovó todo el género humano, y la aflicción de la madre Eva se convirtió en alegría” (homilía que pronunció un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana).


domingo, 2 de septiembre de 2012

El mendigo que confesó a Juan Pablo II

Por José Calderero en Alfa y Omega

(...)  En Via della Traspontina, a poca distancia del Vaticano, un monseñor se dio cuenta de que el mendigo que estaba en la calle era un sacerdote que se había alejado de su ministerio. Lo reconoció, porque ambos se habían ordenado el mismo día. Tras saludarse, el mendigo le contó al monseñor que había perdido su fe y su vocación.

El obispo, tras realizar las oportunas gestiones, consiguió llevar al mendigo a una audiencia en la Sala Clementina. Previamente había avisado a Juan Pablo II de la presencia del mendigo-sacerdote, y después de la audiencia, el Papa pidió al mendigo que lo acompañase a la sala contigua. El mendigo salió de allí llorando. Explicó que el Papa le había pedido que lo confesase, y después de la confesión le había dicho: «¿Ves la grandeza del sacerdocio? No la desfigures».

(...) El Pontífice pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, les respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó: «Una vez sacerdote, sacerdote siempre». «Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero», insistió el mendigo. «Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso», zanjó el Papa.

El hombre escuchó la confesión del Santo Padre, y le pidió a su vez a éste que escuchara su propia confesión. Después, lloró amargamente. Al final del encuentro, Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y le designó asistente del párroco precisamente allí, junto con otro encargo: la atención a los mendigos.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Te llaman Paloma y al Cielo vas


Oda a la Asunción

Al cielo vais, Señora,
y allá os reciben con alegre canto.
¡Oh quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!

De ángeles sois llevada
de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada:
¡Tal Reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna!

Volved los blancos ojos,
ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos,
que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.

Que, si con clara vista,
miráis las tristes almas desde el suelo,
con propiedad no vista,
las subiréis de un vuelo,
como piedra de imán al cielo, al cielo.

(Fray Luis de León)


jueves, 9 de agosto de 2012

Modelo de mujer

La Iglesia Católica celebra hoy a santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein. Judía, profesora universitaria, filósofa, buscadora infatigable de la Verdad, discípula del fenomenólogo Husserl, defensora de la mujer, una adelantada a su tiempo. El suyo fue un feminismo del bueno, hoy, políticamente incorrecto.

Su amor a la literatura española le hizo adentrarse en los escritos de santa Teresa de Jesús. Conversa al catolicismo, aún en medio de la incomprensión de su familia, ingresa en la orden carmelita. Arrestada por la Gestapo, muere en el campo de concentración de Auschwitz, a la edad de 51 años.

Para ahondar en la figura de esta gran mujer, existen varias biografías. Aconsejo la lectura del libro de Florencio García Muñoz, Benedicta de la Cruz. Edith Setein, signo de contradicción. Editorial san Pablo.

La película La settima stanza, narra su vida con bastante fidelidad. Aunque no ha sido estrenada en España, ni traucida al castellano, puede verse aquí, subtitulada.

Hay mujeres que hacen que el mundo siga girando, Edith Stein fue una de ellas.




jueves, 2 de agosto de 2012

Historia de tres fetos

Por Alfonso Ussía en la Razón. 23/07/12

 El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, ha anunciado que en la próxima reforma de la Ley del Aborto se suprimirá el supuesto de la malformación del feto para solicitar la interrupción del embarazo. Hoy, cuando escribo, leo en LA RAZÓN diferentes casos protagonizados por matrimonios admirables que se opusieron al aborto a pesar de las recomendaciones de sus ginecólogos y respetaron el derecho a la vida de «los monstruos» que iban a nacer. Las voces de las izquierdas han llamado retrógado y cavernícola al ministro, lo cual carece de importancia.

 Hace años, una mujer embarazada fue informada de que era portadora de un ser deforme y monstruoso en sus entrañas. Esa mujer, y espero que me disculpe si hago pública su identidad, se llama Beatriz Ramírez de Haro. Es hermana de Fernando Ramírez de Haro, y por ende, cuñada de Esperanza Aguirre. «Un feto deforme y sin posibilidad de sobrevivir». Pero ella siguió adelante. Su marido apoyó su decisión. Las mujeres bien educadas y con valores y principios no matan a los indefensos. Además, Beatriz contaba con el apoyo de su formación cristiana, y decidió que si Dios le ponía esa terrible prueba, ella tenía que superarla.
 Se acercaba la fecha límite aprobada por la entonces vigente Ley, y Beatriz había recorrido la mitad de España y una cuarta parte del mundo visitando ginecólogos. Todos coincidían en el diagnóstico primario. Su única salida era la interrupción inmediata del embarazo y prescindir de la vida de la deforme masa de carne que crecía en su cuerpo. Pero Beatriz es muy tozuda, y se mantuvo en sus trece. «Lo que Dios me ha enviado, que sea bienvenido». Una postura imbécil e irresponsable para las defensoras de las trituradoras del doctor Morín y las clínicas en las que se practican diariamente miles de abortos de seres humanos no deseados. Todavía recuerdo la científica precisión de Bibiana Aído. Un feto, hasta que no alcance determinados meses de crecimiento, no es un ser humano. Se le preguntó cuándo comenzaba a ser una jirafa el feto de una jirafa y no supo responder. Es lógico, porque la ministra se dedicaba a enseñar a bailar sevillanas.

 Con la lógica preocupación, abrumada por su futuro, le llegó a Beatriz la hora de su alumbramiento. Todo preparado en el quirófano para permitir el nacimiento de un ser deforme y sin porvenir. El ser deforme, con la luz de la vida a su alcance, se dividió en tres cuerpos. Y nació la primera de esas partes escindidas del horror, y era un ser perfecto. Y apareció la cabeza de la segunda parte, y era un niño perfecto. Y para no ser menos que sus compañeros de aventura, sus hermanos, nació el tercero de los trillizos, estallante de salud. Hoy, los tres, que ya no son tan niños, mirarán a sus padres con la admiración y gratitud que merecen por su coraje, su valor y su defensa de la vida.

 La historia del «ser deforme y monstruoso» que se empeñó su madre que naciera, no es la única. Ahora son tres historias diferentes, tres vidas distintas y tres rumbos elegidos desde la libertad. La sabiduría del hombre y los adelantos técnicos y científicos se han desarrollado en las últimas décadas. Pero esa sabiduría y esos adelantos tienen la obligación de estar al servicio de la vida, no sometidos al negocio de la muerte. Comprendo y entiendo, aunque no comparta el procedimiento, las situaciones límite que llevan a muchas mujeres a abortar. Pero no por capricho. No por desentenderse de una vida que ellas han creado con otro ser humano. En España, últimamente, no se ha abortado con rigor científico. Se ha asesinado con violencia a centenares de miles de inocentes. Por eso me ha parecido agradable contar esta historia monstruosa.

sábado, 28 de julio de 2012

La gloria de la carne

Tras saborear esta artículo de Juan Manuel de Prada publicado en el diario ABC, no me resito a compartirlo con vosotros.

Hace diez o doce años publicaba Félix de Azúa un artículo que me impresionó muy vivamente. El autor había asistido al funeral de un amigo y glosaba el sermón del cura, en el que se vino a decir que tras la muerte «nos disolvemos en la luz divina como chispas devoradas por un alegre y vertiginoso incendio». Escuchando este sermón, Azúa se sorprendió de que los católicos nos conformáramos con esta versión amputada de la Gloria eterna; e incluía en su artículo este vigoroso apóstrofe: «Católicos, no os dejéis arrebatar la Gloria de la carne. No os hagáis hegelianos. Que, sobre todo, el cuerpo sea eterno es la mayor esperanza que se pueda concebir y sólo cabe en una religión cuyo Dios se dejó matar para que también la muerte se salvara. Quienes no tenemos la fortuna de creer, os envidiamos ese milagro, a saber, que para Dios (ya que no para los hombres) nuestra carne tenga la misma digni dad que nuestro espíritu, si no más, porque también sufre más el dolor. Rezamos para que estéis en la verdad y nosotros en la más negra de las ignorancias».

  Recorté entonces aquel artículo, pues me pareció una soberbia denuncia —tanto más valiosa por proceder de un incrédulo— de ese aguachirle espiritualizante que ha ido adulterando los paisajes de la vida futura. Con razón ha dicho Benedicto XVI que el mayor daño a la fe no lo provocan sus adversarios, sino los cristianos mediocres. También nosotros, como Azúa, hemos escuchado muchos sermones en los que la gloria de la carne es eludida o escamoteada (como, en general, lo son otras muchas realidades escatológicas); y cuando, en alguna ocasión, hemos reprochado al cura esta elusión o escamoteo, hemos recibido la misma explicación —o excusa— barullera, que viene a resumirse así: «Puesto que no sabemos cómo ocurrirán tales cosas, mejor no hablar demasiado de ellas, para que la imaginación de los fieles no se extravíe». Pero toda esperanza eficaz se apoya en el pedestal que la imaginación le presta; cuando no podemos hacernos una idea concreta de lo que esperamos, tendemos a expulsarlo de nuestra mente.

  Si persistimos en cerrar una tras otra todas las salidas por donde el creyente busca concebir su destino último, al fin abandonará su empresa. Si los hombres mantienen una esperanza, aunque sea encarnada en formas toscas, y nosotros persistimos en decirles que su realización no puede tomar ninguna de las formas que ellos pensaban, acabarán por decir que la esperanza misma es una filfa ilusoria. Pues para el mero viaje de nuestras almas hacia la «luz divina» no hacían falta las alforjas de un Dios que se hace carne y sufre tormentos en su carne, antes de morir y resucitar al tercer día. Esta resurrección de la carne es la que nos ha sido prometida; y esta resurrección de la carne es el deseo que Dios infunde en todo el ser del hombre a través de la Eucaristía. Deseo que, inevitablemente, se amustia a medida que el misterio eucarístico de la transubstanciación se rutiniza o desacraliza. ¡Dígale usted a un tío que comulga como quien hace cola en el rancho (con la manita a guisa de cuenco) que ese pedacito de pan ácimo —ante el que ni siquiera le dejan arrodillarse— prefigura la resurrección gloriosa de su carne!


  La fe cristiana en la resurrección de la carne se topó desde el principio con las incomprensiones y resistencias propias de una filosofía espiritualista que consideraba el cuerpo una suerte de cárcel de la que el alma quedaba liberada con la muerte. Con signos de esta incomprensión ya se topa San Pablo en el Areópago de Atenas; y tales resistencias las sigue mostrando nuestra época, dispuesta a admitir condescendientemente alguna forma de supervivencia espiritual más allá de la muerte, pero intelectual y afectivamente cerrada a la resurrección de la carne. Actitud congruente con su rechazo de la fe, que no es —como pretenden ciertas versiones sucedáneas— una relación intelectual con la divinidad, ni un impulso afectivo hacia ella, sino un abrazo conyugal que transforma la massa perditionis que formamos en Adán en el Cuerpo místico de Cristo, a través del cual circula la sangre de su vida divina. De ahí que ese abrazo conyugal, que abarca nuestra naturaleza entera, se manifieste en los sacramentos a través de gestos y vínculos corporales: Dios no llega a nosotros en primer lugar por una predicación de sabiduría o por un ejemplo de virtud, sino por la carne (en esto consiste la Encarnación); y al abajarse y aceptar nuestra naturaleza, se hace una sola carne con nosotros, en una suerte de desposorio eterno.

  La consecuencia natural de ese desposorio —su plenitud final —es, como es cribe el siempre finísimo y penetrante Fabrice Hadjadj en La profundidad de los sexos, el abrazo del Eterno hasta la raíz de nuestro cuerpo, la posesión divina de cada una de nuestras fibras a través de la resurrección de la carne. A esa nueva forma de existencia la llama San Pablo cuerpo glorioso o espiritual, renacido de la semilla corruptible de nuestro cuerpo mortal y sin las limitaciones propias de la materia: porque la resurrección no es la recuperación del cuerpo abandonado por el alma, ni tampoco la continuación de una vida corporal interrumpida por la muerte —como pensaban los saduceos—, sino el principio de una vida nueva. Como explica San Agustín en La ciudad de Dios, «todos los miembros, todas las vísceras del cuerpo incorruptible, sujetas hoy a las diversas funciones que la necesidad impone, en esa hora en que la necesidad cederá ante la felicidad, concurrirán todos en la alabanza a Dios».

  Y en ese estado de felicidad perpetua en el que «todo defecto será corregido, todo lo que falta respecto a la medida adecuada será completado y será suprimido todo lo que esté en demasía», podremos ser uno con las personas a las que amamos en la tierra de una manera mucho más profunda y perfecta, porque esa unión será, antes que cualquier otra cosa, unión con la fuente: nuestra amada será esposa de Dios más que nuestra. Algo de esto intuyó Agustín de Foxá en un poema hermosísimo titulado «Juicio Final», en el que, al figurarse a su amada tras la resurrección de la carne, hablaba de «formas recobradas», «venas vibradoras» y «corazones palpitando otra vez». ¡Católicos, no os dejéis arrebatar la Gloria de la carne!

Juan Manuel de Prada. La Tercera de Abc, 26 de julio de 2012

jueves, 19 de julio de 2012

El decoro en la cuerda floja

Por: Josefina Figueras en asmoda.com

En nuestra convulsiva época se suele hacer una calificación muy “sui generis” que coloca algunas palabras y conceptos entre lo llamado “políticamente incorrecto”. Y la palabra decoro es uno de ellos. Sin embargo, desde la otra orilla, muchos se esfuerzan por reivindicar el verdadero significado del decoro como el respeto que la persona se debe a si misma y como consecuencia a los demás. El debate cobra especial intensidad cuando llega el verano porque si se prescinde del decoro se puede caer en una plaga por desgracia bastante corriente: la chabacanería ambiental.

La pérdida del decoro, que es un claro síntoma de retroceso social, puede expresarse de muchas maneras pero una de las más sintomáticas -y que en verano alcanza niveles altísimos- afecta a la forma de vestirse o mejor aun de desvestirse. Contra esta plaga se han alzado ya algunos ayuntamientos para exigir decoro como una forma de cuidar la imagen de la población y también respondiendo al aumento de las quejas ciudadanas.

Frente a la pretensión de algunos de pasearse casi desnudos por las calles, especialmente en poblaciones cercanas a la costa, se han arbitrado algunas medidas cortando los excesos con prohibiciones concretas, sujetas a multas, como por ejemplo no permitir además del desnudo el pasearse por las calles en bañador “para proteger el derecho de las personas como consecuencia de la falta de respeto a las pautas mínimas generalmente admitidas en relación con la forma de vestir que exige la ley”, como se publicó por ejemplo no hace mucho en Barcelona.

Algunas asociaciones, que defienden el derecho prehistórico de ir “sin ropa”, se han sentido “perseguidas” con estas prohibiciones y otras parecidas y lo han calificado incluso de “nudofobia”. Otros consideran que prohibir estos excesos es un ataque a la libertad. Sin embargo, considerando las cosas con objetividad, las medidas restrictivas en las calles y también en las entradas de algunas catedrales y monumentos históricos, tienen que ver con la educación y el respeto, pilares en los que se apoya la convivencia y el decoro que se quiere borrar del diccionario y de las calles.

En el fondo de este debate late un concepto equivocado de la libertad individual, que se quiere definir como un derecho de hacer y vestir cada uno según le venga en gana sin que nadie tenga derecho a poner determinados límites. En verano esta libertad abusiva toma mayores alas y cuando llega el buen tiempo hay quienes creen que los parques públicos son como la terraza de su casa y colocan la toalla sobre el césped, se embadurnan con el bronceador y se ponen a tomar el sol en bañador o en bikini. Y además de estos hay otros que ni se molestan en ponerse una camiseta y salen de casa en traje de baño y chanclas para defenderse mejor del calor reinante. O creen que los minishorts es una prenda adecuada para las calles de las ciudades.

Se suele alegar que estas actitudes no hacen daño a nadie. Pero, además de hacer daño a la vista, lo hacen a la imagen de las ciudades a las que hay que cuidar no solo manteniendo el aspecto de los jardines y los monumentos históricos, sino de su componente principal que son las personas. La convivencia es un pacto que dicta unas normas a las cuales todos tenemos que ajustarnos. Y deben tener también en cuenta el sentido ético y estético. No da lo mismo pasearse en bañador o vistiendo con una falta clara de la decencia más elemental, que casi siempre puede catalogarse en el apartado de la ordinariez y el mal gusto.

Detrás de estas actitudes, además del concepto equivocado de libertad, hay una muestra de mala educación y una de falta de respeto a los demás. La moda, con el decoro en la cuerda floja, tiene también una misión educativa que consiste en enseñar a vestir de la forma adecuada para cada ocasión sin quitar a nadie la legítima aspiración de querer un mundo en el que el buen tono, la estética y la decencia tengan también su lugar.

jueves, 12 de julio de 2012

Generosidad


Hace unos días conocíamos la historia de Bárbara Castro, periodista de 31 años que perdía la vida a causa de un cáncer. Hasta aquí, algo desgraciadamente habitual; no es la primera vida joven que se va a causa de la fatal enfermedad.
Pero la decisión de Bárbara ha hecho que su caso sea conocido a nivel nacional.

Bárbara y su pequeña
Casada con Ignacio, a los 5 meses de embarazo se entera de que sufre un cáncer de lengua. Ante la disyuntiva de adelantar el parto de su hija para así poder recibir ella el tratamiento para su enfemedad (con el consiguiente riesgo para la vida de su hija), decidió que el embarazo siguiese su ritmo natural, y posponer su tratamiento al parto.
La pequeña Bárbara nació, y su madre, tras dos años tratándose, "nació a la vida" el pasado miércoles.

Ha sido una difícil decisión, supongo que no exenta de polémica. Seguro que cuando su hija crezca y sea consciente de la decisión de amor de su madre, será la niña más orgullosa del mundo.

Desde aquí, mi reconocimiento a Bárbara y a su familia, todo un ejemplo de generosidad y amor. Le pido que desde el cielo, nos envía a todos un poquito de su valentía para luchar por la vida.

miércoles, 11 de julio de 2012

La verdad del amor humano

La Conferencia Episcopal Española (CEE) acaba de publicar el documento La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar. Los obispos explican a fondo la vocación al amor conyugal, oscurecida a veces por ideologías que convierten el subjetivismo en el único criterio para valorar la realidad.

En la primera parte del documento (capítulos 1 a 3), los obispos presentan el fundamento de la verdad del amor humano: “El origen del amor no se encuentra en el hombre mismo, sino que la fuente originaria del amor es el misterio de Dios mismo, que se revela y sale al encuentro del hombre. Esa es la razón de que el hombre no cese de buscar con ardor esa fuente escondida”.

Descubrir un amor que nos precede ayuda a entender, entre otras cosas, “que la medida y la verdad del amor no puede ser exclusivamente el deseo humano. Ha de buscarse sobre todo en el origen del que procede”. Este amor originario previene así “contra toda concepción voluntarista o emotiva del amor”.

La verdad de este amor más grande que nosotros mismos está inscrita en la dimensión sexuada –“varón y mujer los creó” (Gen 1, 27)– de la persona humana. Asimismo, caracteriza el amor conyugal: un amor comprometido, que crea plena comunión de vida entre un hombre y una mujer; es fiel y exclusivo, fecundo y para siempre.

Dos ideologías antifamiliares

El cuarto capítulo analiza dos corrientes de pensamiento “que distorsionan la consideración del hombre hecho a imagen de Dios y, derivadamente, las imágenes del matrimonio y de la familia. Una y otra parten de un mismo principio: una injusta valoración de la corporalidad”.

La primera es una forma de espiritualismo puritano que trata la corporeidad como un obstáculo para el amor espiritual. Según este modo de pensar, el papel que la sexualidad desempeña en el amor comprometería “la trascendencia y la gratuidad de las formas más elevadas de amor”.

La segunda corriente de pensamiento –a la que el documento dedica más atención– es la ideología de género. Ésta pretende “desvincular la sexualidad de las determinaciones naturales del cuerpo, hasta el punto de disolver el significado objetivo de la diferencia sexual entre hombre y mujer”. El cuerpo queda así reducido a materia manipulable para obtener cualquier forma de placer.

La banalización de la sexualidad a que conducen ambas corrientes de pensamiento impide percibir, al menos de manera completa, la realidad del matrimonio y de la familia. En su lugar, se nos propone “la absolutización subjetivista de una libertad que, desvinculada de la verdad, termina por hacer de las emociones parciales la norma del bien y de la moralidad”.

Cuatro líneas de acción

El quinto capítulo reivindica el matrimonio como un bien social de primer orden: custodia el amor de las personas y se constituye en valioso “capital social”. Frente a quienes consideran que el matrimonio es simplemente un acuerdo privado que no afecta al resto de la sociedad, los obispos recuerdan que el matrimonio y la familia son elementos esenciales del bien común.

Considerar el matrimonio y la familia como un capital social de la mayor importancia requiere, entre otras cosas, que sea promovido política y culturalmente. Asimismo, el legislador habrá de tener en cuenta que “realidades diferentes no pueden ser tratadas como si fueran iguales. Reconocer la diferencia no es discriminación, sino justicia. A distintas realidades, distintos bienes y distintos reconocimientos, distintos deberes y distintos derechos”.

En este sentido, los obispos denuncian que la reforma legal de 2005 haya transformado la institución del matrimonio hasta convertirla en un arreglo de la convivencia entre dos personas de cualquier sexo, con la posibilidad de ser disuelto unilateralmente por alguna de ellas, solo con que hayan transcurrido tres meses después de la boda.

Finalmente, el sexto capítulo reúne unas propuestas para construir una nueva cultura del matrimonio y de la familia. Los obispos proponen cuatro grandes líneas de acción: 
a) la educación afectivo-sexual; 
b) la preparación al matrimonio; 
c) políticas familiares justas y adecuadas; 
d) la promoción de relaciones humanas donde cada persona sea querida por sí misma.

Aceprensa.com

viernes, 6 de julio de 2012

Arte, un regalo de Dios

Por Jesús Ortiz López en Arvo.net

Pascal afirmaba que el corazón tiene sus razones que la inteligencia no entiende, dado que el ser humano es un misterio abierto al infinito, capaz de grandezas y miserias en un mismo corazón.

Pablo de Tarso invitaba a los creyentes a meterse en el corazón de Cristo para conocer el amor de Dios y reconocerse como hijos de Dios: “Que Cristo habite en vuestros corazones por la fe -escribe-, enraizados y fundamentados en la caridad, para que podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo que supera todo conocimiento, para que seáis colmados de toda plenitud de Dios” (Ef 3,17-19).

El Vaticano II viene a decir lo mismo: “el misterio del hombre sólo se esclarece a la luz del Verbo encarnado” (GS, 22).
El arte es un gran regalo de Dios a los hombres y los artistas son geniales constructores de belleza que nos ayudan a superar la vulgaridad y abismarnos en el misterio del ser. Es un hecho que el cristianismo ese ha aliado con el arte. Desde los primeros tiempos la Iglesia ha necesitado de los artistas para anunciar el Evangelio, reconoce Juan Pablo II en la Carta dirigida a los artistas. La Iglesia nunca ha despreciado la palabra y la imagen, la música y la materia para difundir su mensaje. Lo contrario supondría incluso retornar a la herejía de los iconoclastas.

Jesús Fernández Moreno
El Monasterio de El Escorial es una monumental obra de arte concebida según el sentido cristiano de la vida, cuando el antropocentrismo moderno comenzaba ya a descentrar al hombre y a la sociedad. Si el arte es siempre un puente tendido hacia la experiencia religiosa, en El Escorial resplandece la belleza de Dios y la magnificencia del hombre para asombro y elevación de las futuras generaciones. Será suficiente mencionar algunos datos para comprenderlo mejor: sus fachadas tienen 207 mts. Y 160 mts. respectivamente, y las 4 torres llegan a 55 mts. de altura. En total hay 15 claustros, 16 patios, 88 fuentes, 1.200 puertas y 2.600 ventanas.

La Basílica está concebida como el nuevo templo de Jerusalén que ya goza de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, y viene precedido por el Patio de los reyes que representa, en su desnudez, a Israel en la espera multisecular del Redentor. La cúpula alcanza los 92 mts. mientras que las torres que flanquean la entrada llegan a 72 mts. En su interior, el Retablo es una catequesis sobre los misterios gozosos, dolorosos, y gloriosos de la vida de Cristo y de María, y está en función del Tabernáculo. Se trata de un templete realizado con mármoles y bronces muy valiosos que tiene 4,50 mts. de altura y 2 mts. de diámetro. Todo este conjunto básico del templo, monasterio, mausoleo y apartamentos reales se realizó en ¡sólo en 21 años! Hoy disponemos de más medios y mejores técnicas pero parece que nos falta corazón: no sabemos hacer catedrales ni iglesias donde brille el esplendor de la belleza.

Si Dios es la belleza y el artista la busca incansablemente, el arte ha de encontrarse con Dios. La belleza, la verdad y el bien, se unen de modo sublime en la persona de Jesucristo. El mundo necesita la belleza y el arte debe contribuir a la Redención, sobre todo los artistas que de verdad creen en Dios, en Jesucristo y en la Iglesia. De ahí que Juan Pablo II les diga: “Os toca a vosotros, hombres y mujeres que habéis dedicado vuestra vida al arte, decir con la riqueza de vuestra genialidad que, en Cristo, el mundo ha sido redimido, redimido el cuerpo humano, redimida la creación entera”.

A los demás mortales se nos pide sólo una mayor capacidad de contemplación y más sentido crítico respecto al arte y al religioso en particular. La sociedad tiene necesidad de grandes artistas y la comunidad cristiana necesita que tengan una buena doctrina y una vida coherente con la fe. Y probablemente todos necesitamos mucha magnanimidad para superar la vulgaridad en el arte sacro y en la liturgia. En El Escorial podemos contemplar una materia transfigurada de belleza porque unos hombres geniales tenían fe en Dios y estaban bien unidos al Artista del universo.

sábado, 30 de junio de 2012

Glosa a lo divino


Por toda la hermosura
nunca yo me perderé,
sino por un no sé qué
que se alcança por ventura.

I

Sabor de bien que es finito
lo más que puede llegar
es cansar el apetito
y estragar el paladar
y assí por toda dulçura
nunca yo me perderé
sino por un no sé qué
que se halla por ventura.

II

El coraçón generoso
nunca cura de parar
donde se puede passar
sino en más difficultoso
nada le causa hartura
y sube tanto su fee
que gusta de un no sé qué
que se halla por ventura.

III

El que de amor adolesce
de el divino ser tocado
tiene el gusto tan trocado
que a los gustos desfallece
como el que con calentura
fastidia el manjar que ve
y apetece un no sé qué
que se halla por ventura.

IV

No os maravilléis de aquesto
que el gusto se quede tal
porque es la causa del mal
ajena de todo el resto
y assí toda criatura
enajenada se vee
y gusta de un no sé qué
que se halla por ventura.

V

Que estando la voluntad
de divinidad tocada
no puede quedar pagada
sino con divinidad
mas, por ser tal su hermosura
que sólo se vee por fee,
gústala en un no sé qué
que se halla por ventura.

VI

Pues, de tal enamorado
dezidme si abréis dolor
pues que no tiene sabor
entre todo lo criado
solo sin forma y figura
sin hallar arrimo y pie
gustando allá un no sé qué
que se halla por ventura.

VII

No penséis que el interior
que es de mucha más valía
halla gozo y alegría
en lo que acá da sabor
mas sobre toda hermosura
y lo que es y será y fue
gusta de allá un no sé qué
que se halla por ventura.

VIII

Más emplea su cuydado
quien se quiere aventajar
en lo que está por ganar
que en lo que tiene ganado
y assí, para más altura
yo siempre me inclinaré
sobre todo a un no sé qué
que se halla por ventura.

IX

Por lo que por el sentido
puede acá comprehenderse
y todo lo que entenderse
aunque sea muy subido
ni por gracia y hermosura
yo nunca me perderé
sino por un no sé qué
que se halla por ventura.

(San Juan de la Cruz)


lunes, 25 de junio de 2012

Veintiséis años, la gracia de Dios y buen humor

Mañana, 26 de junio, se cumple un nuevo aniversario del "Dies natalis" de san Josemaría. Agradezco a mi amiga Elena Baeza su amabilidad al permitirme publicar el artículo que ha escrito por semejante motivo.

El fundador del Opus Dei es un santo contemporáneo, muchos miles de personas aún en vida le han conocido y tratado, ya sea de un modo esporádico o en una convivencia íntima y prolongada. Por suerte, el arco de su existencia se ha desplegado en una época donde las tecnologías han ayudado a poder registrar gestos y palabras: películas, vídeos, grabaciones y notas de conversaciones o de simples anécdotas familiares que nos han facilitado conocer no sólo su quehacer y sus virtudes, sino su semblante y su estilo, en definitiva su manera de ser.

Cuando el día 2 de octubre de 1928, por inspiración divina, vio que todos los hombres pueden aspirar a ser santos haciendo de todo trabajo, por humilde que sea, ocasión de encuentro y diálogo con Dios, él se preguntaba cómo llevar a cabo lo que Dios le pedía, “si sólo tengo 26 años, la gracia de Dios y buen humor. Y nada más”. ¡De su sí a la llamada de Dios dependían tantas cosas!: cientos de miles de personas se entregarían a Dios en medio del mundo y millones de hombres y mujeres de los cinco continentes compartirían su espíritu.

Una constante de su carácter, que subrayan cuántos le conocieron en cualquiera de las etapas de su vida, ha sido la alegría y la simpatía arrolladora de su modo de ser y de actuar. ¡Y, es el buen humor que tenía! No era simplemente una alegría fisiológica. Es mucho más. Es la alegría de los hijos de Dios. En muchos escritos sobre su vida se pueden leer comentarios como: “Me sorprendió su sentido del humor”. “Quedé removido por dentro”. “Todos reímos mucho”. “Tuve la convicción de estar muy cerca de Dios”.

Sabía reír como un niño, con anécdotas o chiste, o con las actuaciones divertidas, más o menos improvisadas, que en las tertulias de familia procuraban de vez en cuando hacer pasar un rato agradable. ¡Cuántas carcajadas ha hecho surgir el santo con sus ocurrencias y sus anécdotas! Su contagioso sentido del humor fue el instrumento para atraer a miles de almas a Dios.
Me trae a la memoria los últimos días de vida de mi madre, muy devota de él que cogía su estampa para la devoción privada, -no sabemos que le pediría-, pero cuando acaba de encomendarse a él, repetía siempre: “mira se ríe de los que le pido” y, es que dentro de sus sufrimientos ella veía la sonrisa que probablemente él le transmitía.

En estos tiempos que corren de angustia, de crisis económica, viene bien mirar y quedarse con la vida de un santo conocido también como “Maestro de Buen Humor”, que tanta falta nos hace para recuperar esa paz que tantos anhelan.

En la vida de san Josemaría –como en la de cualquier persona- no faltaron las contradicciones ni las enfermedades. Si alguno de sus hijos sufría, podía proponerle: ¿Quieres un plan eficaz? Te doy éste, muy experimentado en nuestro Opus Dei: “callar, rezar, trabajar, sonreír”. Porque de que sirve enfadarse, si luego tienes que desenfadarte, no has conseguido nada y has tenido doble trabajo. “La verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre” (Camino, 657).

domingo, 24 de junio de 2012

San Juan Bautista

Jean Benner
Salomé con cabeza del Bautista, 1899
Además del nacimiento de Jesús y de la Virgen María, el nacimiento de san Juan Bautista es el del único santo que celebra la Iglesia Católica.

Este domingo, 24 de junio, contemplamos el nacimiento de san Juan Bautista, el Precursor, la voz que anuncia a Jesucristo. Se trata de un nacimiento rodeado de signos prodigiosos, puesto que Juan nace de Isabel, que ya era una anciana lógicamente estéril; por otra parte, Zacarías, el padre, había perdido el habla en el templo, a causa de su incredulidad, y la recobrará justamente cuando ponga a su hijo el nombre de Juan. Estos acontecimientos sobrecogen a los vecinos y conocidos y se comentan por toda la montaña de Judea, y llevan a la certeza de que la mano del Señor está con este niño.

La misión de Juan consistirá en dar testimonio de la Luz, por eso invitará a la conversión, a abrir las puertas del corazón y acoger la luz de Cristo. Su figura permanece actual, a pesar del paso del tiempo, íntimamente unida a la venida de Cristo y también a su obra, que anuncia la redención del mundo. Su ejemplo se mantiene vivo a los ojos de la Iglesia, que ha de vivir en conversión continua y preparar los caminos del Señor anunciando la Buena Nueva.

Desde Jerusalén y desde toda Judea, la gente llegaba para escuchar su palabra y para hacerse bautizar en el Jordán. Su fama creció hasta el punto de que muchos pensaban que quizá era el Mesías, pero él lo niega con rotundidad cuando es preguntado al respecto. Lleva a cabo su misión desde el testimonio de una vida íntegra y austera; con humildad, orientando a sus discípulos hacia el encuentro con Cristo; predicando la conversión con valentía, con parresia, y manteniéndose fiel hasta la muerte.
Bautismo de Cristo, Guido Reni

La humildad sitúa a la persona en la verdad y la libera de la vanidad y de la soberbia. La persona humilde reconoce que todo lo ha recibido de Dios. Nace del sentido de Dios, de la conciencia de su realidad, de su omnipotencia, de la experiencia de que todo es don suyo. La humildad se aprende también en la contemplación de Cristo Redentor y de su camino de humillación hasta la muerte en cruz. No se trata sólo de una virtud importante, sino que viene a ser como el fundamento de todas las virtudes.

También es preciso anunciar la Buena Nueva con firmeza, con parresia, como hace Juan Bautista. Él da testimonio de la verdad desde la libertad. En el momento presente, tanto de forma personal como comunitaria, hemos de ser firmes y decididos, a la hora de dar testimonio de nuestra fe en Cristo con libertad, con valentía y sin ambigüedades. Porque ésta es una característica esencial de la misión evangelizadora de la Iglesia y de cada cristiano, el hablar con coraje, con libertad y sin temor. El Bautista nos da ejemplo de firmeza en el testimonio, y de verdadera humildad, no buscando la propia gloria, sino la gloria de Dios.

+ José Ángel Saiz Meneses, obispo de Tarrasa

miércoles, 20 de junio de 2012

El "Sí" de una vida

Edward A. Fellowes-Prynne (1854 - 1921), "Ecce ancilla Domini"

"Es fácil ser coherente en la hora de la exaltación, difícil serlo en la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura a lo largo de toda la vida. El "Fiat" de María en la anunciación encuentra su plenitud en el "Fiat" silencioso que repite al pie de la Cruz"

(Juan Pablo II, de la homilía pronunciada en la catedral de Méjico el 26-01-1979)

William-A. Bouguereau (1825-1905)
Pietà (1876)

martes, 19 de junio de 2012

¿Por qué muere Ofelia?

Recupero este fantástico texto de José Ramón Ayllón.

Hay lectores que no perdonan al novelista la muerte del personaje que les ha conquistado. Pero el escritor suele ser inocente, porque su obligación es reflejar la vida, y en la vida sólo hay dos certezas: que tú y yo estamos aquí y que vamos a morir. Todo lo demás es más o menos probable e incierto: no sabemos con seguridad qué va a ser de nosotros dentro de cinco, diez, veinte años... Por eso, un relato literario donde no muere nadie es parcial, incompleto. Por eso, en muchas obras maestras mueren los protagonistas, y las grandes historias de amor no son una excepción: mueren Romeo y Julieta, Calixto y Melibea, Cyrano, Hamlet y Ofelia, Héctor, Desdémona, Antígona...

Platón afirmaba que la filosofía es, en el fondo, una meditación sobre la muerte. Quería decir, con esa contundencia, que quien pasa por la vida sin pensar en la muerte vive como un sonámbulo. Así piensan también los clásicos de la literatura, que lo son por haber puesto la brillantez de su estilo al servicio del misterio de la condición humana. Además, los griegos nos han enseñado que las mejores historias son las que ponen a los protagonistas en situaciones límite. No admiramos a un señor por el mero hecho de verle caminar por la calle, pero nos maravilla cuando camina sobre un cable de acero a gran altura, en el circo, o cuando sube al escenario y se convierte en Alejandro Sanz. De la misma manera, en literatura no admiramos la historia de lo que puede hacer cualquiera de nosotros cualquier día. En cambio, nos interesa la resolución de situaciones difíciles (desde Ulises a Harry Potter), nos conmueven las grandes pasiones (desde Aquiles a Ana Karenina), y nos sacude violentamente la muerte de alguien a quien queremos (desde Patroclo a la madre de Bambi).

Theodor von der Beek (1838 - 1921), Ophelia
Las cosas tal como son
       
La tragedia griega –origen de la novela y del cine– no representaba culebrones para pasar el rato, sino acciones de gran calado, escogidas para conmover al espectador, configurar su corazón y hacer de él un ciudadano a la medida de la polis. Mediante el temor y la compasión que provoca en el espectador, la tragedia lleva a cabo la purgación de tales sentimientos: una descarga de tensión interior (catarsis), semejante a la que muchos consiguen haciendo deporte o animando a su equipo en un estadio, y también riendo o llorando ante la gran pantalla. Pero hay otro sentido de la catarsis mucho más importante: consiste en poner en su sitio los sentimientos fundamentales, pues las emociones y las pasiones están con frecuencia "revueltas", de forma que lo bueno nos puede parecer malo, y lo malo bueno. La telebasura, sin ir más lejos, lleva muchos años practicando a la perfección esta perversión de los sentimientos.

Los griegos sabían que la educación, además de amueblar la cabeza con conceptos y fortalecer la voluntad con virtudes, ha de llegar hasta los sentimientos para configurarlos correctamente. Si el conocimiento requiere lecciones y discursos, la sensibilidad necesita una historia capaz de inducir emociones profundas. Eso logra la tragedia –y en su estela la novela y el cine– cuando presenta lo vil y lo heroico como vil y como heroico, y cuando provoca las reacciones emotivas correspondientes, de forma que el mal resulta despreciable y el bien nos atrae, sin ambigüedad ni confusión. Por ese precio muere Ofelia.

sábado, 16 de junio de 2012

Corazón Inmaculado de María

María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría.

La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad.

La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de su Madre.

Por ello, nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María. Esto se hace evidente en la liturgia, al celebrar ambas fiestas de manera consecutiva, viernes y sábado respectivamente, en la semana siguiente al domingo del Corpus Christi.

Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar en su amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a su Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.

Venerar su Inmaculado Corazón significa, pues, no sólo reverenciar el corazón físico sino también su persona como fuente y fundamento de todas sus virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor a Dios y a los demás.

El Corazón de Nuestra Madre nos muestra claramente la respuesta a los impulsos de sus dinamismos fundamentales, percibidos, por su profunda pureza, en el auténtico sentido. Al escoger los caminos concretos entre la variedad de las posibilidades, que como a toda persona se le ofrece, María, preservada de toda mancha por la gracia, responde ejemplar y rectamente a la dirección de tales dinamismos, precisamente según la orientación en ellos impresa por el Plan de Dios.

Ella, quien atesoraba y meditaba todos los signos de Dios en su Corazón, nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir la realidad profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.

(Aciprensa.com)