martes, 30 de abril de 2013

Holanda hace historia hoy

Y qué mejor que un poco de arte en homenaje:
Piet Mondrian
Vincent van Gogh: El molino de Bute-Flin, 1886
Johannes Vermeer, (1632–1675): La joven de la perla.
Johannes Vermeer, (1632–1675): Vista de Delf.
Andreas Schelfhout: Patinando en Holanda.
Roland Windmill: Reflejos.
Claude Monet
Dominic Piperata: Molinos holandeses.
Maximiliem Luce: Molinos de viento.
Ted Hebbler: Molinos de viento.




martes, 23 de abril de 2013

Oda al libro

Peter Severin Kroyer, (1851-1909): Holgen Drachman, 1902

Libro
hermoso,
libro,
mínimo bosque,
hoja
tras hoja,
huele
tu papel
a elemento,
eres
matutino y nocturno,
cereal,
oceánico,
en tus antiguas páginas
cazadores de osos,
fogatas
cerca del Mississippi,
canoas
en las islas,
más tarde
caminos
y caminos,
revelaciones,
pueblos
insurgentes,
Rimbaud como un herido
pez sangriento
palpitando en el lodo,
y la hermosura
de la fraternidad,
piedra por piedra
sube el castillo humano,
dolores que entretejen
la firmeza,
acciones solidarias,
libro
oculto
de bolsillo
en bolsillo,
lámpara
clandestina,
estrella roja.

Paul Rink, 1861-1903

Nosotros
los poetas
caminantes
exploramos
el mundo,
en cada puerta
nos recibió la vida,
participamos
en la lucha terrestre.
Cuál fue nuestra victoria?
Un libro,
un libro lleno
de contactos humanos,
de camisas,
un libro
sin soledad, con hombres
y herramientas,
un libro
es la victoria.

Christian Krohg: El pequeño Eber leyendo, 1925

Vive y cae
como todos los frutos,
no sólo tiene luz,
no sólo tiene
sombra,
se apaga,
se deshoja,
se pierde
entre las calles,
se desploma en la tierra.

Libro de poesía
de mañana,
otra vez
vuelve
a tener nieve o musgo
en tus páginas
para que las pisadas
o los ojos
vayan grabando
huellas:
de nuevo
descríbenos el mundo
los manantiales
entre la espesura,
las altas arboledas,
los planetas
polares,
y el hombre
en los caminos,

Vladislav Erko
en los nuevos caminos,
avanzando
en la selva,
en el agua,
en el cielo,
en la desnuda soledad marina,
el hombre
descubriendo
los últimos secretos,
el hombre
regresando
con un libro,
el cazador de vuelta
con un libro,
el campesino arando
con un libro.

Pablo Neruda

jueves, 18 de abril de 2013

domingo, 14 de abril de 2013

Porque sabe escuchar

Gerrit van Honthorst: El Niño Jesús en el taller de José, 1620. Museo Hermitage.

Dios no desea una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu.
José es "custodio" porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es aún más sensible a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. 

sábado, 6 de abril de 2013

Madre

Porque así lo quiso tu Hijo.

Alice Havers: María ponderaba todas esas cosas en su corazón, 1888.

III Cantiga 

Eres madre del pan, eres un cuenco 
de leche hospitalaria, bien caliente; 
eres humildemente la cerilla 
que alumbra un apagón 
de cuatro siglos; 
eres la venda justa, eres paisana 
de todo lo que amo. 
La caricia 
candeal de tus manos disuade cada lágrima 
que congelada baja pecho adentro. 

No me niegues a mí tu voz, la chimenea 
de todos los viajeros del invierno.

Miguel d'Ors

domingo, 31 de marzo de 2013

Reina del Cielo, alégrate

Jean Auguste Dominique Ingres: Virgen coronada, 1859.



William Adolphe Bouguereau, (1825-1905): La santas mujeres en la tumba vacía de Jesús.

sábado, 30 de marzo de 2013

Noli me tangere!

Lavinia Fontana
«Y se volvieron otra vez los discípulos a su casa. Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro. Y estando así llorando, se abajó, y miró hacia el sepulcro: y vio dos Ángeles vestidos de blanco, sentados; el uno a la cabecera y el otro a los pies, en donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Y le dijeron:
- “¿Mujer, por qué lloras?”.
Díceles: 
- “Porque se han llevado de aquí a mi Señor, y no sé dónde le han puesto”. 

Y cuando esto hubo dicho, se volvió a mirar atrás, y vio a Jesús que estaba en pie: mas no sabía que era Jesús. Jesús le dice: 
- “¿Mujer, por qué lloras? ¿a quién buscas?”.
Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: 
- “Señor, si tú le has llevado de aquí, dime en dónde lo has puesto, y yo le llevaré”. 
Jesús le dice: 
- “María”. Vuelta ella, le dice: “Rabbuní” (que quiere decir Maestro). 
Jesús le dice: 
- “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”. 

Vino María Magdalena dando las nuevas a los discípulos: “Que he visto al Señor, y esto me ha dicho”». (Jn 20,10-18)

El arte sacro ha servido a lo largo de los siglos para llevar las Sagradas Escrituras a todo el mundo. Hay obras que captan poderosamente la atención por su interpretación de los hechos o por cómo se detienen en detalles que a veces pasan desapercibidos en una simple lectura.

En estos versículos, María Magdalena cree en principio, confundida y perpleja, que quien se dirige a ella es un hortelano. Pero le basta escuchar una vez más su nombre de Aquel por quien ha dejado su vida pasada para darse cuenta de que es Él. Se ha cumplido la promesa.

Y vemos como son muchos los artistas que han querido reflejar esa confusión inicial de María Magdalena, plasmando en sus lienzos, no sólo un hortelano, sino todos los frutos de una huerta:

Jan Brueghel El joven: Noli me tangere, 1630.

Willem Forchont: Noli me tangere.

Abraham Janssens: Noli me tangere.

Incluso algún pintor manierista se atreve a situar la acción en un jardín versallesco:

Lambert Sustris, (1515–1591): Noli me tangere.

jueves, 28 de marzo de 2013

Nunca hablar mal de otras personas

Hablar mal de alguien equivale a venderlo. Como hizo Judas, que vendió a Jesús por treinta denarios. Y precisamente partiendo del pasaje del Evangelio de Mateo que anuncia la traición de Judas Iscariote, en la breve homilía de la misa celebrada el miércoles 27 de marzo en la capilla de la «Domus Sanctae Marthae», el Papa Francisco puso en guardia ante la crítica y murmuración. Con una invitación explícita: «Nunca hablar mal de otras personas». 

Anthony Van Dyck, (1599-1641): El beso de Judas, 1620
El Papa quiso hacer una reflexión sobre el gesto realizado por Judas, uno de los amigos de Jesús, que no duda en venderlo a los jefes de los sacerdotes. «Jesús es como una mercancía: es vendido. Es vendido en aquel momento -subrayó- y muchas veces también en el mercado de la historia, en el mercado de la vida, en el mercado de nuestra vida. Cuando nosotros optamos por los treinta denarios, dejamos a Jesús de lado». 

Cuando hablar se convierte en habladuría, murmuración, -según el Papa- «esto es una venta» y la persona que está en el centro de nuestra murmuración «se convierte en una mercancía. No sé por qué -dijo el Pontífice- pero existe una alegría oscura en el chisme». Se comienza con palabras buenas, «pero luego viene la murmuración. Y se empieza a despellejar al otro». 

Deberíamos pensar que cada vez que nos comportamos así, «hacemos la misma cosa que hizo Judas», que cuando fue a los jefes de los sacerdotes para vender a Jesús, tenía el corazón cerrado, no tenía comprensión, no tenía amor, no tenía amistad. Así, el Papa Francisco volvió a uno de los temas que él más quiere, el del perdón: «Pensemos y pidamos perdón», porque aquello que hacemos al otro, al amigo, «lo hacemos a Jesús. Porque Jesús está en ese amigo». Y si nos damos cuenta de que nuestro hablar puede hacer mal a alguien, «recemos al Señor, hablemos con el Señor de esto, por el bien del otro: Señor, ayúdale». 

No debo ser yo -concluyó- quien «haga justicia con mi lengua. Pidamos esta gracia al Señor». Al término de la celebración el Santo Padre se recogió en oración al fondo de la capilla. Después esperó a todos los presentes a la salida, para saludar a cada uno: para todos una palabra, una sonrisa, un aliento y una felicitación por la inminente Pascua.

lunes, 25 de marzo de 2013

Y María dijo SÍ

Bartolomé Esteban Murillo

Y, cuando menos lo esperaba,
ocurrió. Y todo
fue tan sencillo
que no hay nada que decir ni que contar.
Era, sí, el mediodía.
El cielo estaba tenso como un mar sin orillas,
y no es que el aire fuera transparente,
es que era todo él como el interior de un lirio.

George Hillyard Swinstead: El mensaje del ángel
Y yo estaba allí,
suspendida en la luz,
sostenida por la mano de Aquel a quien rezaba.
¿Rezar? ¡Ah, qué simple!
Bastaba con respirar para hablarle,
el correr de los ríos de mi sangre era un salmo,
y el corazón, latiendo, sonaba como los timbales
del Templo de Jerusalén.
Y todo sin prodigios,
como maduran las frutas de los ángeles.

Walter Rane Bendita tú eres entre todas las mujeres

Y él vino entonces.
No sé muy bien si estuvo fuera o sólo lo vi dentro.
Sé que estuvo
y oí su voz como se escucha el viento.
¿Cómo era?, decís. ¿Y yo qué sé?
No hay puntos de comparación.
No era un hombre, era más.
¿Era una fruta que al mismo tiempo es pájaro?
No, era más, era más.
¿Era un relámpago vestido de sumo sacerdote?
Era más, mucho más.
Era la suma de las sumas,
el mensajero de la multiplicación
de las multiplicaciones.

 
Y habló.
Y dijo palabras que iban cayendo sobre mí
como goterones de plomo derretido.
Palabras que no sabría repetir,
pero que me empujaban a una gran locura.
Yo tendría que crecer y crecer.
Desde arriba me estirarían el alma,
porque el que iba a venir
era tan diminuto y tan grande,
que sólo cabría en mí y en todo el universo.
Y todo aquello -¡qué bien lo comprendí entonces!-
se haría con risas y sangre.

Henry Ossawa Tanner, 1859–1937.

El alma no crece como se estira
la masa del pan en la tahona;
crece desangrándose,
estirando el corazón con los siete caballos del misterio.
Creces sin entender
y empiezas a ser lo que tú eras.
Sabes que Alguien será tu hijo,
pero nunca sabrás quién es ese Alguien.
Y empiezas a sospechar
que este primer parto feliz
es tan sólo el ensayo de otro más sangriento.

Pero ¿cómo decirle No?
¿Cómo negarle al Sol su derecho a ser luz e iluminar?
¿Cómo regatear con Él,
ponerle condiciones,
pedirle garantías?
El amor es así: elegir sin elección.

Alphonse Mucha: Madonna de las lilas, (detalle)

Y «Hágase», le dije.
Y recuerdo que el ángel sonrió
como si acabase de quitarle un gran peso de encima,
como si ahora pudiera ya atreverse a regresar al cielo.
Y un pájaro cruzó tras la ventana.
Y la tarde se puso como si el Sol sangrase.
y el aire se llenó de campanillas,
como si el mismo Dios estuviera contento.

Martín Descalzo, J.L: Apócrifo de María. Ed. Sígueme.